Domingo de la Divina Misericordia: una silenciosa tristeza en la Plaza San PedroTestimonio presencial de un seminarista |
ROMA, Simon Donnelly. Esta mañana, al despertarnos, recordamos que el Santo Padre había muerto. Un pensamiento que crea una sensación de incertidumbre, una cierta sensación de irrealidad. ¿Cómo es posible que no tengamos Papa? ¿Cómo es posible que no tengamos más a este Papa, quien desde 1978 viene conduciendo la barca de Cristo, día tras día y año tras año, de una manera tan paternal? Nuevamente partimos apresurados hacia San Pedro esta mañana, para celebrar el Segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, festividad establecida por el mismo Juan Pablo II. La plaza estaba silenciosa, aunque dos horas antes de comenzar la Misa miles de personas se hallaban congregadas allí. Compramos la edición matutina del Osservatore Romano, el periódico Vaticano de excelente calidad y seriedad de información. En su tapa, el titular destacaba en grandes letras: Oggi, sabato 2 aprile, alle ore 21.37 il Signore ha chiamato a Sé IL SANTO PADRE GIOVANNI PAOLO II (Hoy, sábado 2 de abril, a las 21:37 horas, el Señor ha llamado a su lado al SANTO PADRE JUAN PABLO II). Y debajo de una foto suya abrazando la cruz el Viernes Santo en su habitación, puede leerse: Has partido, Padre Santo*. Te has consumido por nosotros. En esta hora – gloriosa para ti, dolorosa para nosotros – nos sentimos abandonados. Mas tómanos de la mano y condúcenos de tu mano que a lo largo de estos meses se hizo palabra también en ti. Gracias, Padre Santo*. * Aunque tienen el mismo significado, la expresión Padre Santo no es la más usual – Santo Padre – sino que esta inversión de palabras apunta aquí a destacar su santidad: un padre "que es santo". Hora de regresar a casaLa Misa de hoy cierra la octava de Pascua, por lo que fue celebrada con gozo Pascual – aunque un gozo muy discreto - por el Cardenal Sodano, acompañado de unas pocas docenas de Obispos y sacerdotes. Y aún así, fue la mañana más triste que a su vez le siguió también a la noche más triste, por lo que los participantes vestían de negro y los ornamentos que cubrían el altar montado a los pies de la escalinata de San Pedro eran de lo más austeros: el altar mismo, pequeño y de madera; los únicos símbolos presentes eran el cirio Pascual – signo de esperanza -, el ambo desde donde se proclama la Palabra del Señor y el trono del celebrante. La Misa se rezó en italiano, con partes cantadas en latín. No había ni un solo libro de Misa, habitualmente elaborados por la Prensa Vaticana con singular belleza. La lectura de los Hechos de los Apóstoles y de la Carta de Pedro nos transmitieron esperanza. A continuación se leyó el Evangelio de San Juan que narra el pasaje de Tomás que no creyó hasta que el mismo Cristo se le apareció: "Felices los que creen sin haber visto". Estas palabras hacen referencia hoy a nuestro querido Santo Padre que aún sin haber visto cara a cara al Señor, creyó en El – y nos llevó a nosotros a creer más firmemente en El. Dijo el Cardenal Sodano en su homilía: "El Ángel del Señor se apareció anoche en el Palacio Apostólico (donde vivía Juan Pablo II) y le susurró al Santo Padre que era hora de regresar a casa. Ya no escucharemos su voz desde la tercera ventana del último piso del palacio apostólico". Cada vez que el Cardenal mencionaba el nombre del Papa, derramábamos aún más lágrimas todavía. ¡Hace tan poco estaba entre nosotros! Si miramos hacia su ventana hoy silenciosa, hasta nos parece poder verlo una vez más en este momento. ¿Cómo pudo haberse ido? Debe ser un error. Palabras dirigidas a nosotros desde la eternidadY fue así que hacia el final de la Misa tuvo lugar un acontecimiento asombroso: en torno al mediodía, hora del Regina Caeli (que sustituye al Angelus en la Pascua), dijo el Monseñor Leonardo Sandri: "Y ahora, por deseo explícito de nuestro querido Santo Padre Juan Pablo II, les leeré las propias palabras que él preparara para el Angelus de hoy". De este modo, pudimos oír sus palabras, dirigidas a nosotros desde la eternidad: ¡la reflexión del fallecido Santo Padre sobre las lecturas de hoy!! "Resuena aún hoy el glorioso Aleluya de la Pascua. El pasaje del Evangelio del día, según San Juan, destaca que el Resucitado, en la tarde de aquel día, se aparece a los Apóstoles y les mostró las manos y el costado (Juan 20,20), es decir, los signos de la dolorosa pasión grabados de forma indeleble en su cuerpo incluso después de la resurrección". Vino a nuestra memoria el cuerpo del Papa, al cabo de su propia pasión, marcado también por su sufrimiento físico, que actualmente está siendo preparado para ser expuesto a la veneración y al último adiós de millones y millones de católicos que vendrán a rendirle homenaje en los próximos días. Este Santo Padre, este Karol Wojtyla, resucitará también en el último día, como todos los hijos de Dios que El quiera llamar a la vida eterna. Es una promesa de enorme esperanza y de enorme alegría en medio de este "golpe al corazón", como expresó el Cardenal Sodano. "Juan Pablo, nuestro padre y pastor, nos ha dejado". Pero el Cardenal nos recordó también que este Juan Pablo "nos invitó siempre a mirar hacia Cristo, fundamento único de nuestra esperanza". Escuchamos la voz serena, reconfortante y familiar del Cardenal Ratzinger quien concelebrara la Misa. El Cardenal contó que pudo estar junto al lecho del Santo Padre, quien tuvo una muerte santa y serena. El Cardenal pronunció unas bellísimas palabras dirigidas al fallecido Santo Padre, que muchos de nosotros no alcanzamos a oír en medio de tanto dolor. Como es habitual, se encontraba presente esta mañana el coro de jóvenes del Vaticano. Después de la Comunión, entonó la exquisita y dulce composición de Palestrina del Salmo 42 Sicut Cervus: "Como el ciervo sediento va en busca de agua, así te busca mi alma a Ti, mi Dios". Nuestras almas tienen sed de Dios, de su consuelo, en estos días. Y así como el alma de Juan Pablo II estuvo sedienta de Dios, ahora por fin se ha encontrado con El. Que pueda reposar en las praderas de la eternidad junto al Señor y Pastor a quien sirvió en la tierra. "Señor, abre de par en par las puertas del cielo para recibir en la eternidad a tu siervo".Los obispos parecían como ovejas sin pastor, para mí: ninguno de ellos ocupa hoy el trono de Pedro (sede vacante), lo que a su vez implica que el trono de Roma carece también de pastor. Ambos, urbs (la ciudad) y orbis (el mundo) han perdido a su pastor. Por último, el Cardenal nos impartió la bendición, dejándonos con nuestros propios recuerdos, oraciones y pensamientos. Con las propias palabras del Santo Padre al comienzo de su pontificado (citadas por Monseñor Angelo Comastri en la oración de la Vigilia del Viernes por la noche): Signore, spalancate le porte...: "Señor, abre de par en par las puertas del cielo para recibir en la eternidad a tu siervo". Pasamos debajo de su solitaria ventana, de regreso a casa, con nuestros corazones llenos de dolor, con un leve tinte, apenas, de gozo Pascual. Traducción: mca, Argentina |
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06.04.2005
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