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 published: 2005-04-06

La "Sede vacante" nos parece tan vacía, la "finestra chiusa" (la ventana cerrada) de la biblioteca del palacio papal nos parece tan cerrada...

Impresiones de los días posteriores al fallecimiento de Juan Pablo II

San Pedro, domingo 3 de abril, mediodía: Santo Padre, voy a tu encuentro...

St. Peter’s Square, Sunday, April 3: Holy Father, here I am...

Petersplatz, Sonntagmittag: Heiliger Vater, sie kommt dir entgegen...

Foto: Abram © 2005

 

JPII, P. Alberto Eronti. En los rostros se notaba el dolor, en los ánimos el sentimiento de orfandad y desvalimiento. ¡Cuánto espacio interior puede ocupar un hombre que amó "hasta consumirse de amor", viviendo lo que San Pablo dice de sí mismo: "Me gastaré y desgastaré por la Iglesia"!

La noticia del fallecimiento de Juan Pablo II me sorprendió estando en Lisboa. En la tarde del sábado había partido desde Aveiro, norte de Portugal, hacia la capital. Cuando llegamos a la altura de Fátima llovía torrencialmente, en ese momento recordamos la profunda unión que el Pontífice tenía con la Virgen, sobre todo a partir del atentado sufrido aquel 13 de mayo en la Plaza de San Pedro. También que ella había prometido que a la hora de la muerte "buscaría a aquellos de sus hijos" que la celebraran los primeros sábados de cada mes. Llegado a Lisboa, fui invitado a concelebrar la Misa de las 19,00 horas y a predicar sobre el Papa. Me di cuenta en ese momento del valor que adquiere el testimonio en circunstancias como las que estábamos viviendo en toda la Iglesia. Terminada la Misa inicié el encuentro programado con un grupo de matrimonios, el tema fue: "La misericordia, en el pensar y sentir de Juan Pablo II". A mitad del encuentro llegó la noticia: "¡El Papa ha muerto!". No por esperado el suceso dejó de golpearme. Junto al dolor y el alivio – ¡el Papa ya no sufre más! – me vino el pensamiento: "¿Qué hago yo aquí, si debiera estar en Roma?". Fuimos al Santuario a rezar, como le ocurrió a la Iglesia primitiva tras la pasión y la Ascensión de Jesús, teníamos necesidad de estar "en torno a María", la Madre de la Iglesia. A los pocos minutos comenzó a llegar la gente, hasta pasada la medianoche la oración fue incesante, parecía que tener entre los dedos las cuentas del rosario, era lo mismo que tomarse de la mano de María.

Un amor que quiso abarcar a todos los hombres y a cada hombre

En ese momento los canales de televisión transmitían escenas de la Plaza de San Pedro en Roma, de Cracovia, de Fátima, ¡de China!…, miles de personas se reunían para orar. Fue un impresionante movimiento del Espíritu. En los rostros se notaba el dolor, en los ánimos el sentimiento de orfandad y desvalimiento. ¡Cuánto espacio interior puede ocupar un hombre que amó "hasta consumirse de amor", viviendo lo que San Pablo dice de sí mismo: "Me gastaré y desgastaré por la Iglesia". Juan Pablo II se gastó y desgastó por la Iglesia y la humanidad. Con su persona deja de ser visible un gran amor, para tornarse misión de la Iglesia en inicio del tercer milenio. Sin duda que su pontificado ha tenido puntos débiles, pero los mismos hoy se desvanecen ante la formidable herencia y el testimonio de un amor inmenso, que quiso abarcar a todos los hombres y a cada hombre.

Oración dolida y esperanzada

Ayer por la tarde regresé a Roma. Durante el vuelo me dediqué a meditar lo que estamos viviendo, también aproveché a leer algunos periódicos. Los titulares se constituían a mis ojos, en una radiografía de la persona de Juan Pablo II. Desde "Juan Pablo II, el grande", hasta "el Papa coraje"; desde "el peregrino del Evangelio", hasta "la personalidad más grande de los últimos 100 años"; desde "el gigante de la paz", hasta "fue la voz de los sin voz"; desde "el Papa de los jóvenes", hasta "el que amó a los pobres e indigentes"… Detrás de los titulares, adjetivos y superlativos, se percibe un esfuerzo infructuoso: la persona y la acción de este Papa resultan inabarcables. Será por esto que la "Sede vacante" nos parece tan vacía, será por eso que la "finestra chiusa" (la ventana cerrada) de la biblioteca del palacio papal nos parece tan cerrada. Sin embargo, en la Plaza y la Catedral del mundo, no sólo se le está diciendo "adiós", al pastor y padre, también se comienza a pensar en el nuevo Papa. De repente los Cardenales de la Iglesia han adquirido una dimensión nueva, es que en ellos y por ellos tendrá que actuar el Espíritu para que la Sede de Pedro esté nuevamente ocupada y la ventana nuevamente abierta al mundo para el encuentro.

Hoy la Iglesia está en oración. Oración dolida y esperanzada. Hoy, como en la tarde del viernes, la Iglesia rodea a María, hace duelo y espera el alba del domingo, la que llegará cuando el Cardenal diácono anuncie al mundo: "¡Tenemos Papa!".



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Last Update: 06.04.2005 Mail: Editor /Webmaster
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