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 published: 2005-03-18

"Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí" (Jn. 8,27)

Celebración de la Semana Santa y de la Pascua de Resurrección 2005

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Via Crucis en el Santuario Original, Schoenstatt

Stations of the Cross at the Original Shrine, Schoenstatt

Kreuzweg am Urheiligtum, Schönstatt

Fotos: Brehm© 2005

 

 

 

ROMA, P. Alberto Eronti,. La cuaresma del año 2005 será recordada, por lo menos por los romanos y buena parte del mundo católico, como un tiempo que tuvo al Papa como centro de atención casi constante. La salud de Juan Pablo II hace ya tiempo que está quebrantada, sin embargo el Pontífice ha seguido trabajando por la Iglesia y el mundo casi sin pausa. Cuando en el anochecer del domingo 13, el automóvil que lo transportaba abandonaba el Policlínico Gemelli, la multitud -¡una vez más, como hace apenas unas semanas!- se agolpaba en las calles para saludar "al hombre de blanco". Los signos de cariño se multiplicaban: cantos, aclamaciones, manos agitando pañuelos, llanto…, todo fue bueno para mostrar el amor.

Esa noche recibí un llamado telefónico desde Valencia, España. La persona que me llamaba había seguido por TV. el regreso del Papa a su casa. Me preguntaba, "oye, ¿qué tiene este hombre, qué tiene?, me conmoví viendo su fragilidad y el cariño de la gente. ¿Qué tiene?". Le respondí diciendo: en él tienen cumplimiento las palabras de Jesús: "Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí". Este Papa resultó atractivo desde el inicio. Apenas "elevado" a la Cátedra de Pedro ocupó un espacio enorme en el sentir de la humanidad. Su capacidad de comunicación, sus viajes, gestos, homilías, discursos, mensajes y escritos despertaron realidades dormidas en los corazones de muchos hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. Ocupó un lugar único, la Providencia lo puso en el centro no solo de la Iglesia, sino del acontecer del mundo. Su figura de pastor y maestro se constituyó en un referente casi exclusivo, su autoridad moral fue y es enorme. Ahora le toca vivir lo que Jesús le dijo a Pedro a la orilla del Lago de Tiberíades: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven,…, ibas a donde querías, pero cuando llegues a viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará donde no quieras" (Jn. 21,18). Esto lo decía el Señor para indicarle a Pedro "cómo iba a glorificar a Dios".

Un dolor no oculto sino participado

Estas palabras se están realizando en la vida de Juan Pablo II. Muchos se preguntan por el tema de su dimisión. El Papa pareciera tener claro que no es eso lo que el Espíritu le indica ahora, sino – por el contrario – "dejarse llevar" y "dar gloria a Dios". Justamente, ahora que está físicamente impedido de moverse libremente, ahora que no puede hablar, ahora que parece más frágil, es cuando "está siendo elevado y atrae a todos hacia él". Su predicación sin palabras, su enfermedad y su dolor no oculto sino participado, la dignidad de su sufrimiento y su amor extremo, se han constituido en el apostolado más eficaz. Justamente en un período donde el horror de la violencia y el sufrimiento de muchos parecieran haber alcanzado un nivel sobrecogedor, "este hombre" carga su cruz "cada día" y se constituye en "hermano y padre" de todos los que sufren. Los antiguos romanos decían a sus generales triunfantes: "la gloria del mundo es pasajera". Sí, es pasajera la gloria del mundo, es pasajera la fama; lo que no pasa y queda es la gloria de Dios y la que da Dios. ¡Este es el caso!

Cristo sigue caminando con los hombres

Estos días es mucho lo que se ha hablado en Roma sobre las celebraciones de la Semana Santa. Se dieron los nombres de los Cardenales que presidirán cada una de las ceremonias en la Basílica de San Pedro y se dice que el Papa solo impartirá la bendición "a la urbe y al mundo" en la mañana del domingo de Pascua. En este momento nadie sabe exactamente qué ocurrirá. Sin duda que el Papa no podrá hablar y por lo tanto celebrar las liturgias, pero esto no quita que presida con su presencia silenciosa cada celebración. Sabemos que su mayor anhelo es estar presente en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, cuyas meditaciones ya encargó al Cardenal J. Ratzinger. Los médicos lo desaconsejan, ¿estará físicamente ausente Juan Pablo II? Nadie lo sabe. Lo que sí sabemos todos es que él no dejará la cruz de su enfermedad y del sufrimiento por el mundo. Particular es esta Semana Santa, en la que el "signo de Cristo Pastor" que es el Papa, aparece a los ojos del mundo crucificado. Es como si en la persona de su representante, Cristo estuviese diciendo a los hombres que él sigue caminando con ellos, que jamás se retirará de su lado y menos aún si sufren.

"El amor es más fuerte que la muerte"

¿Cómo celebrar el misterio pascual en este año 2005? ¿Cómo celebrarlo en un tiempo en que somos tan sensibles a la situación de sufrimiento de tantos millones de personas? En ninguna época ha habido tanto dolor, al menos cuantitativamente, como en la nuestra. ¿De qué manera vivir, anunciar, celebrar hoy la resurrección? Una manera sencilla, respetuosa con lo real, discreta pero profunda, podría consistir en que nos dijéramos unos a otros en la Noche Santa de la Pascua: "Jesús vive a pesar de su muerte real. Y vive para siempre. Vive oculto en Dios, aunque presente en el mundo por el Espíritu. Y Él es ahora, con esa vida, la esperanza para el futuro de la humanidad. Dios es siempre el ‘Emmanuel’ que acompaña y guía". Por esto creemos también que "El amor es más fuerte que la muerte" (Cant. 8,6), y que "el amor no muere nunca" (1 Cor. 13,8).

Puente hacia el Padre

Solo desde Dios, solo desde el Dios Amor, podemos descubrir que el sufrimiento, esto es la "cruz de cada día", no es un castigo ni una desgracia. Para Jesús la cruz fue un "puente hacia el Padre". Clavada en la roca del Gólgota, la parte alta de la cruz reposaba en el pecho del Padre (así lo muestran algunas pinturas y retablos). El Hijo fue hacia el Padre "subiendo" el madero del dolor. Es así como hemos de entender las palabras finales del "varón de dolores": "Padre, en tus manos pongo el hálito de mi vida". (Lc. 23,46). ¡Le da al Padre su vida de hijo! La respuesta del padre será la Resurrección, es decir: la Vida del Hijo.

"Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre" (Jn. 19,25). Quizás sea bueno terminar este aporte con algunas frases de esta plegaria de nuestro Padre y Fundador: "El sacrificio que María presentó al ofrecerte, me cantará sin cesar en el alma…Después que ella, la segunda Eva, aceptó tu muerte, comprende María cada sufrimiento de los herederos de Adán y se preocupa con solicitud maternal de cada dolor… Quiero permanecer fiel como niño a esa Madre e inscribir su nombre profundamente en nuestros corazones; entonces el dolor que recorre los pueblos surgirá hecho un jubiloso y armonioso canto de redención". ¡Amén!

Desde Roma, va el deseo de una feliz y bendecida Pascua de Resurrección.



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Last Update: 18.03.2005 Mail: Editor /Webmaster
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