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 published: 2005-01-18

Hijos del 20 de enero

¿Cómo vivo yo mis "20 de eneros" y de qué manera repercute en quienes me rodean? – Una reflexión a raíz de un acontecimiento fortuito en un gran jubileo

Hijos del 20 de enero... Alianza con el Padre, 20 de enero de 2002, Florencio Varela

Children of the 20th of January... Coventant with Father Kentenich, January 20, 2002, Florencio Varela

Kinder des 20. Januar… Vaterbündnis am 20. Januar 2002, Florencio Varela

 
 

“Padre, tu herencia, nuestra misión...”

“Father, your heritage, our mission...”

„Vater, dein Erbe ist unsere Sendung…“

Fotos: Crivelli © 2005

 
 

El 20 de enero y Dachau – lucha por la libertad interior

20th of January and Dachau – struggle for interior freedom

20. Januar und Dachau – Kampf um die innere Freiheit

 
 

Cuando caminamos por nuestro „Dachau“... como hijo del 20 de enero, hijo del Padre...

When we are walking through our “Dachau”…as children of 20th of January, children of the Father

Wenn wir durch unser “Dachau” gehen…als Kinder des 20. Januar, Kinder dieses Vaters...

POS Fischer © 2005

 

HITOS VIVOS. Acercándose el 20 de enero, una instancia tan importante y decisiva en la vida del Padre y la de todos nosotros, sus hijos, recordé una de las experiencias más claras y contundentes que tuve en relación a este hito.

Fue en enero de 1992, en Nuevo Schoenstatt, Argentina, cuando se celebraba el jubileo del 20 de enero, en un marco básicamente latinoamericano aunque con algunos invitados de países de otros continentes. El clima, como era de esperar, no fue muy benigno, más bien todo lo contrario, parecía un horno. Como Nuevo Schoenstatt no disponía de suficiente lugar como para alojar a ese número de gente, los extranjeros y algunas personas del interior del país se hospedaron en hoteles, con los correspondientes traslados hacia y desde Nuevo Schoenstatt, en Florencio Varela, a una hora de distancia de Buenos Aires. (Entre paréntesis, más de una vez me he preguntado por qué será que muchos de nuestros Santuarios, en general, quedan en lugares algo apartados y no muy de paso...).

Una lección de vida: mi 20 de enero

El clima, entre otros factores, no beneficiaba mucho a quienes estaban a cargo de la organización ni colaboraba al bienestar de los participantes. En medio de todo esto, se dio el episodio que me marcó profundamente. Debo decir que no fueron las excelentes conferencias lo que más me llegó de este jubileo – aunque verdaderamente fueron magníficas – sino más bien un hecho fortuito y tal vez algo penoso para muchos, que en este caso fue para mí toda una lección de vida, un aprendizaje concreto y personal de lo que significa el 20 de enero y sus consecuencias para uno.

El primer día de jubileo transcurría espléndidamente, con los encuentros tan gratos, la ceremonia de apertura y una conferencia extraordinaria. Llegó la pausa del mediodía, donde supuestamente todos almorzaríamos, cosa que no sucedió como era de esperar dado que el catering de comida se perdió y demoró horas en llegar al lugar. La verdad es que hubiese sido mejor que nunca lo hubiese encontrado porque para colmo de males, no sé si a raíz de esto o por problemas de la empresa, la comida era francamente pésima. A esa altura, los ánimos estaban un poco caldeados – sofocados por el calor agobiante – por lo que este asunto tomó mayor proporción de lo normal. Muchos se quejaron a viva voz por la tardanza y calidad del servicio. Los pobres organizadores no sabían cómo solucionar el tema a esa altura, temerosos de que esta situación se repitiera los demás días, no la demora sino la calidad de la comida. Imposible contratar un nuevo servicio con el evento ya comenzado.

Fue un momento bastante tenso para todos, los que se quejaban y los que recibían las quejas. Tanto fue así que el entonces Director del Movimiento en Argentina, Padre Benjamín Pereira, de Chile, previo a la conferencia de la tarde se tomó un instante para pedir disculpas en nombre de la Familia argentina por las molestias e imprevistos ocasionados, lo que brindó cierto alivio a los anfitriones, algo apesadumbrados por lo ocurrido con el servicio.

"Un hijo del 20 de enero..."

Poco después daba comienzo la conferencia a cargo de Juan Enrique Coeymanns, de Chile, quien previamente se refirió a lo sucedido, pidiendo perdón en su nombre y el de su mujer por la situación creada que motivó el pedido de disculpa del Director y la Familia local. Dijo que se había sentido avergonzado ante este hecho, a punto tal que no podía dejar pasar por alto el asunto. De manera clara y enérgica, increpó a todos, mencionando repetidas veces que "un hijo del 20 de enero no se hace problema" ante los diversos contratiempos y dificultades de la vida, ya sea "unos tomates de menos o un pan duro"...

Cada vez que Juan Enrique repetía "un hijo del 20 de enero", sentía que una espada traspasaba mi corazón, interpelándome, ya que más allá de las circunstancias de aquel momento, cuántas veces en la vida uno actúa como si no conociese al Padre, como si no fuera hijo suyo. No niego que la comida fue un desastre, tanto ése como los demás días, pero gracias a ello me quedó esa lección cuando me veo en circunstancias parecidas: "un hijo del 20 de enero no se hace problema", y la conciencia de cuánto tengo que crecer de verdad para estar a la altura de poder llamarme hija suya. Hay tantas y tantas oportunidades en que uno reacciona de manera inversa a lo que puede esperarse de "un hijo del 20 de enero", ante pequeñas o grandes circunstancias. Estar en Dachau, recorrer sus caminos, tomar contacto con ese lugar "de locos, de muerte y de infierno", no sólo da una dimensión cabal de lo vivido allí, sino que agiganta aún más si es posible la persona del Padre. Es totalmente fuera de serie la actitud que tuvo en medio de ese infierno, su sentido de libertad y su lucha por la dignidad humana, que lo llevaron a arriesgar su vida, al igual que su constante ayuda y solidaridad con quienes se quebraban libertad, su lucha por la dignidad humana, arse de "un hijo del 20 de enero". ante esa realidad espeluznante y atroz. Su alegría, su serenidad, su paternidad, su disposición interior, sirvieron de aliento a tantos prisioneros como él. Basta recordar tan sólo algunos testimonios, como el de Monseñor Jez para tomar conciencia de la dimensión de su persona y lo decisiva que fue para tanta gente, tanto en aquel momento como hoy día. Cuántos recurrimos a él y a su testimonio de vida cuando nos sentimos agobiados o interpelados por instancias difíciles del acontecer diario. Niños y adultos encuentran en él una respuesta a las dificultades y desafíos de cada día, ya sea a través de alguna novena o biografía de ese gran profeta de María, que nos dejó miles de enseñanzas y caminos para transitar, junto a Ella, nuestra vida.

¿Puede decirse de mí algo similar a lo que testimonió el Padre?

Trasladado a mí, me preguntaba y sigo preguntándome ¿cómo vivo yo mis "20 de eneros" – incomparablemente insignificantes al lado de la experiencia del Padre – y de qué manera repercute en quienes me rodean? ¿Cultivo un clima de libertad interior, de solidaridad, de alegría, esperanza, en momentos críticos, o me dejo llevar por el malhumor y el enojo? ¿Qué testimonio doy a los míos ante tales circunstancias, dificultades, o imprevistos? ¿Puede decirse de mí algo similar a lo que testimonió el Padre? En definitiva, la pregunta central es si realmente soy o puedo llamarme "hijo del 20 de enero", "hijo del Padre", que está a la altura de las circunstancias o al menos lucha por alcanzar la meta.

Hice una especie de evaluación, a modo de respuesta, y al instante recordé cómo me enfurecen algunos conductores con sus maniobras intempestivas, el malhumor que me provoca el tránsito caótico de la ciudad, mi intemperancia ante esas interminables colas en el banco, cómo me saca de quicio la avinagrada empleada de turno en diversas oficinas de servicios públicos, cuánto me nerva que me interrumpan cuando estoy hablando por teléfono o en medio de una tarea, cuando se corta la luz, el agua, se rompe el lavarropas o no funciona la heladera... Claro que el Padre decía que uno podía llegar a tener hasta 100 "taras", pero igual me parecieron un poco muchas como para darme por eximida en mi evaluación personal. El mejor espejo para reflejarnos son los propios hijos, que obviamente muchas veces reaccionan de manera similar a la nuestra en esos casos. Por eso mismo, agradezco la situación dada en aquel jubileo y sobre todo, agradezco profundamente a Juan Enrique Coymanns la gran lección que me dio, que quedó grabada a fuego en el corazón, con la que me confronto cada 20 de enero en mi vida.

Su destino hoy está en manos de todos sus hijos

En último término, no sólo es importante personalmente para uno esforzarse por dar una respuesta concreta a esta pregunta en sentido individual, sino que también tiene consecuencias a nivel Familia, si tenemos en cuenta el mensaje claro y oportuno que nos diera el Santo Padre al celebrar el Centenario de nacimiento del Padre, en 1985. "Canonícenlo ustedes", fue su proclama y el gran desafío para nosotros. Volviendo a lo anterior, todavía a algunos nos inquieta y asombra que el proceso del Padre no esté más avanzado... "Canonícenlo ustedes" nos interpela la Iglesia, a través de Juan Pablo II, y el mismo Padre – todos y cada uno de nosotros, siendo en primer lugar dignos "hijos del 20 de enero"; muertos de calor o temblando de frío, con hambre o agotados, nerviosos o angustiados, agobiados por múltiples problemas y contrariedades de toda índole, en definitiva, siempre y en cualquier lugar: "hijo del 20 de enero". Mientras tanto, no vale la pena inquietarse por la marcha del proceso del Padre; su destino hoy, al igual que siempre, está en manos de todos sus hijos. "Estoy tan íntimamente ligado a los míos, que yo y ellos nos sentimos siempre un solo ser; de su santidad vivo y me sustento, y, aun, gustoso estoy dispuesto a morir por ellos" (Hacia el Padre, 470)



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