El gesto de la rosaEl P. Joaquín Alliende cuenta un detalle de la vida de Mario Hiriart |
En el jardín, cultivaba la señora Amalia un rosal de apretadas flores rojas. Temprano lo regaba ella. Cuando su hijo Mario partía hacia el Santuario de la Virgen en La Florida (Bellavista), muchas veces cortaba él una flor de ese rosal para llevarla a María como una palabra de amor. Cuando murió la señora Amalia se vendió la casa. Pero Mario no se conformaba con que el rosal pasara a personas a quienes les dijera muy poco, que no supieran que sus flores pertenecían secretamente a la Virgen. Por eso lo trasplantó al terreno de un joven amigo recién casado. Ese jardín quedaba cerca del Santuario de la Virgen de Schoenstatt en la Florida. Ahora el rito del cariño tenía esa pequeña escala: Mario pasaba a buscar la rosa roja para llevarla hasta el altar de la Virgen. Poco antes de morir Mario, se inició la construcción de otro Santuario mariano en Milwaukee, EE.UU. En los fundamentos abiertos en la tierra, Mario depositó una rosa roja como símbolo de su entrega, sintiéndose ya muy enfermo. Cuando el joven profesor murió en Milwaukee, seis semanas después, sus amigos le pusieron entre las manos una rosa roja. Así lo enterraron entre cánticos. En 1965 se trajeron sus restos para hundirlos detrás del Santuario de la Virgen en la Florida. Allí esperan la resurrección. Hasta allí muchos jóvenes llegan trayendo una flor roja a Mario. Algunos le agradecen que nuevamente el "se ponga" en un examen, dándole tranquilidad a quienes hicieron lo suyo estudiando sus materias. Otros vienen a darle gracias porque él ha ayudado en las preguntas de la fe y en las necesidades del corazón. |
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Last Update: 19.08.2004
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