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 published: 2004-04-02

Evangelizar las culturas... en la cultura de la fe

Una visita al Pontificio Consejo de la cultura

 

El P. Alberto Eronti, corresponsal romano,  en Belmonte, con Marta Lavini, superior regional del Instituto de Familias de Schoenstatt, Argentina

Fr. Alberto Eronti, "Roman correspondent", in Belmonte, with Marta Lavini, regional superior of the Institute of Schoenstatt Families, Argentina

P. Alberto Eronti, römischer Korrespondent, in Belmonte, mit Marta Lavini, Regionalobere des Instituts der Schönstatt-Familien, Argentinien

 
 

En el Vaticano, con el matrimonio Lavini

At the Vatican, with the Lavini

Vor dem Petersdom (mit Ehepaar Lavini)

Fotos: Lavini © 2004

 

 

 

ROMA, P. Alberto Eronti. El tema de "las culturas", planteado ya en algunos textos del Concilio y potenciado por el Papa Pablo VI en la "Evangelii Nuntiandi", tuvo un impulso fortísimo en América Latina después de la Asamblea de Medellín y, sobre todo, de Puebla. La relación entre fe y cultura es un tema que ahora está en el fondo de muchas de las discusiones en Europa. Es un tema tratado por el Padre Kentenich en varias oportunidades. El Pontificio Consejo de la cultura es el que se ocupa del tema en Roma; a comienzo de marzo, organizó un congreso sobre el increencia y la indiferencia religiosa.

El martes 30 de marzo, tuve una hermosa experiencia en el "Pontificio Consejo de la cultura". El motivo de la visita fue un encargo recibido de un hermano de Comunidad, que pidió información sobre "El Congreso mundial sobre el increencia y la indiferencia religiosa", realizado en la primera semana de marzo.

"Hay que evangelizar las culturas"

Fui recibido muy amablemente y antes de que pudiera explicar el motivo de mi visita, me preguntaron si conocía el Consejo y su función. Al decir que era la primera vez que iba y que no era mucho lo que conocía del mismo, lo primero que hicieron fue informarme de su quehacer dentro del gobierno de la Iglesia. El tema de "las culturas", planteado ya en algunos textos del Concilio y potenciado por el Papa Pablo VI en la "Evangelii Nuntiandi", tuvo un impulso fortísimo en América Latina después de la Asamblea de Medellín y, sobre todo, de Puebla. El tema, tratado por el Padre Kentenich en varias oportunidades, fue motivo de una particular profundización con motivo de las celebraciones del centenario de su nacimiento. El simposio sobre el tema: "Integración, clave para el tercer milenio", dio notables aportes a la temática que, en el pensamiento kentenichiano, ya estaba presente al menos desde 1912. De aquí mi interés por la visita y el diálogo. Resumo lo intercambiado, aunque para muchos no sea nuevo.

El Concilio Vaticano II subraya la importancia capital de la cultura para el desenvolvimiento integral del hombre. Entiende por "cultura" todo el conjunto de usos, costumbres y tradiciones por las cuales se expresa el alma de un pueblo o de una comunidad. La cultura puede ser sustentada en valores o anti-valores. Los primeros son constructores del hombre y la sociedad, los segundos destruyen o debilitan la identidad de los pueblos o comunidades. De aquí surge la expresión "hay que evangelizar las culturas" y, a la vez, recrear en ellas los valores más auténticos. Destaca con particular interés este texto rector de Pablo VI: "El Evangelio y la evangelización no son necesariamente incompatibles con las culturas, sino capaces de impregnarlas todas sin someter a ninguna".

El Pontificio Consejo de la cultura, su historia, estructura y tarea

El Consejo fue fundado por el Papa Juan Pablo II en 1982. Una de las primeras funciones del mismo es intensificar el diálogo de la Iglesia con todos los componentes de las culturas de la época: arte, ciencia y técnica, ciencias humanas y religiones. Su función es hacer de nexo entre la Santa Sede y el mundo de la cultura. Presidido normalmente por un Cardenal de la Iglesia, el Consejo está constituido por unos treinta miembros nombrados por el Santo Padre por un período de cinco años. A los miembros hay que sumarles los llamados Consultores, que son especialistas en diversas disciplinas y suman unos veinte. El actual presidente del Consejo es el Cardenal Paul Poupard.

La indiferencia religiosa

Justamente el tema del Congreso arriba citado toca el nervio de la actividad del Consejo con las culturas. La llamada "cultura adveniente", manifiesta una tensión fortísima entre el pasado, el presente y el futuro de la fe. Realidad que, para el Consejo, significa no sólo el "fenómeno" de la fe, sino concretamente de la fe en Jesucristo. Tras la segunda guerra mundial, un gran número de intelectuales llamados de "izquierda", impulsa la ideología del ateísmo que ya venía abriéndose camino desde fines del siglo XIX. Por años la Iglesia debió enfrentar el hecho intelectual y práctico de la "negación de Dios". Hoy el fenómeno es muy diferente y, en cierto sentido, uno se pregunta si no es de consecuencias más dañinas para la humanidad: estamos ante el fenómeno de el increencia y de la indiferencia ante el hecho religioso, lo que se presenta como el gran desafío de la fe cristiana en la aurora del nuevo milenio. Pero, sostiene el Cardenal Poupard, es sobre todo un fenómeno del mundo occidental. Al decir esto, el Prelado hace referencia a la "herida abierta" en un "costado" de la Iglesia: Europa. Sí, es en la cuna de la cultura occidental donde el impacto del increencia y la indiferencia alcanzan su cota más alta. Esto explica los esfuerzos inmensos de Juan Pablo II por recordarle a Europa las fuerzas que le dieron origen.

El hombre religioso se aleja de las estructuras eclesiales

Pero hay más, lo alarmante no es en primer lugar la disminución de personas que participan en las celebraciones religiosas de la Iglesia, ya que de por sí no significa necesariamente falta de fe. Lo que se da realmente es un cambio de las prácticas religiosas y de la manera de creer. Se trata del fenómeno de las "des-confesionali-zación" del hombre religioso que se aleja de las estructuras que lo sostuvieron por siglos. Hoy por hoy la crisis alcanza sobre todo a las llamadas "religiones cristianas" de Europa, a lo que se suma un impacto importante del Islam.

"Solo cuando la fe es fuerte, podemos compartirla y hacerla creíble a los demás"

¿Qué hacer? Mi acompañante se entusiasma y dice: "Tiene razón nuestro hermano vietnamita cuando expresa que: "Solo cuando la fe es fuerte, podemos compartirla y hacerla creíble a los demás". A lo que agregó el aporte del Cardenal en el cierre del Congreso y que queda como tarea a realizar:

  • Testimoniar con alegría la fe, como fruto de ser amado y amar a Dios.
  • Dar cuenta con respeto y delicada firmeza de nuestra esperanza.
  • Aceptar el desafío de llegar al hombre de la ciudad con un mensaje que atraiga e interrogue.
  • No ser un "anti" frente al secularismo, el escepticismo disolvente, el liberalismo intolerante, el pluralismo que aplasta. Nuestra reacción ha de ser el Evangelio, vivido y ofrecido alegre y creativamente".

Una alternativa más atrayente y plena

Tras la despedida fueron muchas las ideas que me daban vueltas. Recordé algunas palabras del Padre Fundador y las pude localizar, son de 1937 y dice así:

"No creamos que esta confrontación se produce recién luego de la guerra (la de 1914-18). No; sus inicios se remontan al tiempo anterior a la guerra. Ya en 1911 había aparecido el libro ‘La crisis del hombre moderno’. En él se advertía el intento de reimplantar y socavar los símbolos del cristianismo. Entretanto el proceso ha seguido desarrollándose hasta desembocar en la situación actual, a la que asistimos a una confrontación de ambas fuerzas en todos los ambientes. Por eso afirmamos que estamos en presencia de una deseuropeización del cristianismo también en la misma Europa". ("El hombre heroico", primera plática)

El Profeta supo "ver" en los acontecimientos del tiempo el peligro latente. No se paralizó, preparó a la Familia para la lucha y él mismo fue a la primera línea de combate, Dachau y el 31 de mayo de 1949, porque a lo destructor no se lo vence argumentando en primer lugar, sino viviendo una alternativa más atrayente y plena.

Torno a recordar las palabras de Juan Pablo II a los jóvenes de Francia en su primera visita a aquel país: "Sean un interrogante irresistible. Vivan de tal manera que quiénes los vean se pregunten por qué viven con tanta alegría y esperanza".



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