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 published: 2004-02-27

Derribar muros, construir puentes de paz y de amor

Cuaresma 2004 - Un llamado al heroísmo del amor

Jesús no levantó muros, se dejó levantar él en la cruz para "atraernos" a todos y hacernos una familia, la familia del Padre de su amor.

Jesús did not erect walls, but let himself be nailed to the cross to attract all and make us a family, the family of his love

Jesus hat nicht hohe Mauen errichtet, sondern sich am Kreuz erhöhen lassen, um uns alle an sich zu ziehen und zu seiner Familie, zur Familie des Vaters seiner Liebe zu machen.

 
 

Lo que necesitamos es "el heroísmo del amor".

What we need is the heroism of love

Was wir brauchen, ist der Heroismus der Liebe.

 
 

María, en la cumbre del dolor, no sólo no levantó muros de separación afectiva, sino que abrió su corazón para acoger y sostener a la Iglesia que nacía.

On the peak of pain, Mary did not erect walls but opened her heart to give home to the church.

Auf dem Gipfel des Leids hat Maria nicht Mauern der gefühlsmäßigen Trennung errichtet, sondern ihr Herz geöffnet, um die werdende Kirche darin zu beheimaten.

Fotos: "Calvario" en Tandil, Prov. Buenos Aires, Argentina; © www.tandilnet.com

 

 

 
"En esto conocerán todos que sois discípulos míos, en el amor que os tengáis unos a otros". (Juan, 13,35)

P. Alberto Eronti. Hace unos días pude ver durante unos minutos un programa de la TV italiana sobre el conflicto palestino-israelí. Las filmaciones que iban pasando mostraban el horror de la violencia y la sangre derramada en "tierra de Jesús". Pareciera que el flujo de la sangre no se detuviera más. Hacia el final hizo su aparición en la pantalla el "nuevo muro". No es el "muro de los lamentos", lugar venerado por el pueblo judío, sino el muro de la división entre los dos pueblos. La larga y gris muralla de cemento corta en dos y divide ambos territorios. El que lo construye dice que quiere a toda costa protegerse del otro. Refiriéndose a esta realidad el Papa manifestaba su opinión a un diplomático árabe: "La paz se construye con puentes, no con muros", y tiene toda la razón.

Ante este drama de sangre, muerte y división, recordé las palabras de San Pablo a la iglesia de Éfeso:

"Más ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo.

Porque Él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad". (Efesios, 2,12-13).

¡Dios derribó el muro y los hombres lo reconstruimos!

¡Dios derribó el muro y los hombres lo reconstruimos! ¡Qué paradoja! Jesús "vino" para hacer de dos pueblos "uno", pero hay hombres que insisten en la desunión. En lugar de "hacerse prójimo", se "protege" dividiendo… He pensado largamente este misterio de iniquidad humana, política y económica (¡el muro de cemento es muy costoso y de ambas partes hay pobreza!), y he terminado en otra geografía, la del corazón humano. Hoy todavía millones de visitantes contemplan maravillados la llamada "muralla china", hace unos años asistíamos felices a la caída del llamado "muro de Berlín", hoy miramos consternados el muro en Tierra Santa. Pero, estos muros visibles, palpables, son sólo la manifestación de otros muros, los del corazón humano.

Muros invisibles

La Escritura hace referencia a algunos "poderes" del hombre. El "poder" de amar, de ser hijo de Dios, de ser prójimo del necesitado, de vender para seguir a Jesús…, pero hay también "otro poder", el de expulsar de los afectos a los otros, el de levantar muros interiores frente a las personas, de no querer ser "imagen" de Dios, vocación primordial de todo hombre. Este es el "poder" que estamos viendo cada vez de manera más dramática y en todos los ámbitos de la vida. Hay esposos que no se hablan, padres e hijos alejados, hermanos enemistados, vecinos que no se saludan, políticos que se insultan, empresarios que utilizan a su gente y la defraudan… ¿Será que en el mundo hay más "muros" de los que vemos realmente? ¡Pero, si "Alguien" ha derribado el muro! ¿Entonces?

El amor más grande es el que vence todo

Estamos al inicio de un nuevo tiempo de Cuaresma, oportunidad de cambio interior, de conversión del corazón, de aligerar las cargas del desamor. "¡Convertíos!", fue el primer anuncio de Jesús. Anuncio que él repite en y por su Iglesia en cada inicio de la Cuaresma. Se trata de una "conversión" al amor, de un "retorno" al amor, única manera de derribar muros y construir puentes. Para esto no basta con la buena voluntad ni esperanzadores propósitos, lo que necesitamos es "el heroísmo del amor", del que hablaba nuestro Padre y Fundador. Ese heroísmo que Jesús plantea cuando en el Sermón de la Montaña le enseña a la multitud el camino de la libertad y la dicha: "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra…" (Lucas. 6,27-28). ¡Qué formidable manera de decir: el amor más grande es el que vence todo! Vence sin herir, sin humillar, sin denigrar. Es a esto que hace referencia Jesús cuando dice: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". (Mateo.11, 29). ¡Aprended de mí!

En la escuela de Jesús

Creo que todos los que sentimos el llamado a una vida de mayor oración contemplativa y de adoración eucarística, estamos "en la escuela de Jesús". La adoración contemplativa nos lleva a "mirar al Señor" con ojos de discípulos. Como Juan, que en la Ultima Cena supo escuchar el latido del corazón del Maestro; o como María de Betania, que supo sentarse a los pies del Nazareno para beber su palabra y su vida. Al escribir esto no puedo sino pensar en María. Ella usó su "poder" de amor para no levantar muros interiores. No los levantó frente a la misteriosa voluntad de Dios que ofreció al Hijo. No los levantó frente a su pueblo, que gritó pidiendo la crucifixión, no los levantó frente a los apóstoles que habían abandonado a Jesús. María, en la cumbre del dolor, no sólo no levantó muros de separación afectiva, sino que abrió su corazón para acoger y sostener a la Iglesia que nacía.

La Cuaresma, destructora de muros, de los muros interiores

Jesús no levantó muros, se dejó levantar él en la cruz para "atraernos" a todos y hacernos una familia, la familia del Padre de su amor. Esta puede ser la Cuaresma destructora de muros, de los muros interiores. Puede ser la Cuaresma propicia para tender puentes. Tender puentes hacia aquellos que, por la debilidad de nuestro amor, hemos "expulsado" de nuestros afectos y de quienes tomamos distancia. Si levantamos nuestro dolor y lo sujetamos a la cruz de Jesús, todos los puentes son posibles…

Que en las horas silenciosas de adoración recordemos y repitamos: "Aprended de mí, aprended de mí…", y recitemos una y otra vez el "Mandamiento Nuevo", el que une nuestro amor al Amor y lo hace grande y capaz:

"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, os améis también los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros" (Juan.13, 34-35).

Estamos en el tiempo de la Cuaresma ¡ha llegado un tiempo de amor y para el amor! ¡Que así sea! Entonces la Pascua será feliz y la vida más plena, porque Jesús ha venido a derribar los muros y construir puentes.



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