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 published: 2004-02-20

Un peregrinar constante hacia el Padre

La Cruzada de María: una experiencia que marca toda la vida

En camino: Martín Palacios Fantilli, segundo de izquierda, autor del articulo

On the way: Martín Palacios Fantilli, second from left, author of the article

Unterwegs: Martín Palacios Fantilli, Autor des Artikels

 
 

La Mater siempre adelante

The MTA always at the top

Die MTA immer vorneweg

 
 

Dos semanas peregrinando

Two weeks of pilgrimage

Zwei Wochen unterwegs

 
 

Día 12: Santuario de Sta. Teresita de los Andes

Day 12: Shrine of St. Therese of the Andes

12. Tag: Heiligtum der hl. Therese der Anden

 
 

Día 16: caminando en Santiago de Chile

Day 16: walking in Santiago de Chile

16.Tag: letzte Etappe in Santiago de Chile

 

Cristo Redentor

Christ the Redeemer

Beim Cristo Redentor

 
 

Llegar a (l) Cristo…

Arriving at (the) Christ

Ankommen bei(m) Christus

 

Silencio, oración,encuentro con Dios

Silence, prayer, encounter with God

Schweigen, Gebet, Begegnung  mit Gott

 
 

En el Santuario de Bellavista

At the Shrine in Bellavista

Beim Heiligtum in Bellavista

Fotos: Cabral © 2004

 

 

 

PARAGUAY7ARGENTINA/CHILE, Juan Martín Palacios Fantilli. Volvieron a casa los 114 jóvenes de Paraguay, la Argentina y Chile que durante dos semanas cruzaron los Andes a pie, como peregrinos de la Alianza de Amor. "No éramos simples caminantes: teníamos una meta y con la ayuda de nuestra Madre, sabíamos que la alcanzaríamos. Esto nos hizo comprender el espíritu de la Cruzada, que es como la vida, durante nuestro transitar hacia Dios Padre, nos dejamos conducir por la Mater, en la fuerza de la Alianza, y de su mano llegamos hacia Él, hacia la felicidad y la plenitud", dice en su testimonio Juan Martín Palacios Fantilli, de Asunción, Paraguay.

Con el grito entusiasta y contagioso de "Cruzada de María, ¡EN MARCHA!, iniciamos la peregrinación en el Santuario de La Puntilla, en Mendoza hasta el Santuario de Bellavista, en Santiago de Chile. Éramos 114 jóvenes de la Argentina (provenientes de Córdoba, Mendoza, La Plata, Mar del Plata y Buenos Aires), Chile (Santiago de Chile, Viña del Mar, Valparaíso y otras ciudades), y de Paraguay (28 paraguayos en total, 23 de Asunción y 5 de Ciudad del Este), quienes empezamos el 16 de enero la Cruzada, movidos por tantos anhelos y sueños compartidos. Nos acompañaban los Padres Claudio Martínez, Francisco Rojas, Martín Gómez y Felipe Besanillo, y los seminaristas Beltrán Gómez (encargado del grupo de paraguayos y hermano del P. Martín), Andrés Rodríguez, Pastor Achával, Facundo Bernabei, de la Argentina, y Lorenzo Lütjens de España.

La primera hora de cada día, en silencio

Las levantadas eran entre las 3.00 y las 4.30 hs. aproximadamente durante los dieciséis días de peregrinación, para aprovechar el fresquito de las primeras horas del día y evitar el intenso calor del sol cercano al mediodía. Era muy sacrificada la levantada, pero al mismo tiempo uno es consciente que sólo sacrificándose se pueden lograr los propósitos y "hacer historia". Empezábamos a caminar desde muy temprano, cerca de las 4.30 hs. aproximadamente, con la poca luz que el cielo estrellado nos brindaba. Era un panorama imponente el que nos regalaba el Señor a cada paso que dábamos. Los tres primeros días caminamos con un ritmo de marcha de 50 minutos y 10 de descanso. A partir del cuarto día caminamos 1 hora y media, para descansar 20 minutos.

La primera hora de caminata la hacíamos en silencio, era un momento propicio para meditar sobre diversos temas y responder a tantos cuestionamientos. En este momento uno reflexionaba sobre su ideal personal: ¿cómo estoy?; ¿hacia dónde voy?; ¿hacia dónde cada uno de nosotros es conducido por la Mater?; ¿adónde quiero llegar?; ¿qué quiere Dios de mí, como instrumento suyo?; ¿cuál es su voluntad? Asimismo, era el momento oportuno en que cada uno ofrecía la Cruzada por algo, cada uno estaba movido por algún agradecimiento, pedido u ofrecimiento particular. ¡Los cruzados llevábamos nuestras mochilas cargadas por los pedidos de tantas personas que nos pidieron que rezáramos por ellas! En mi caso particular, lo ofrecía en acción de gracias por tantas bendiciones recibidas a partir de la Cruzada del 99, por todas las obras realizadas a partir de esa vivencia Fue un empuje importante en nuestras vidas, porque sus frutos se vieron a cada paso que dimos. La otra razón que me motivó a jugarme y a formar parte de esta hermosa experiencia de vida es por el paso importantísimo que voy a dar en mi vida: me voy a casar en mayo y ofrecí la Cruzada para que el Señor nos bendiga a Lore y a mí, para recibir de Él todas sus gracias, formar una familia con aspiraciones hacia la santidad y entregarnos por entero a Su obra. Así, cada uno tenía un ofrecimiento particular: por el colegio o por la facultad, por el trabajo, por los familiares, por los seres queridos, por las novias, para descubrir su vocación en la vida, a qué está llamado uno, para conquistar el ideal personal, y por tantos otros motivos que fueron descubiertos a lo largo de los días.

Una noche debajo de un puente

El primer día de peregrinación tuvimos como punto de llegada el Puente de las Avispas, luego de recorrer 27 kms. Al llegar al lugar ninguno de nosotros podía creer que nos quedaríamos a descansar debajo de un puente, los vehículos pasaban encima de nosotros a gran velocidad. La generosidad de Dios se manifestó: era el único lugar con sombra en la zona, no teníamos otra opción. Sin tener ningún tipo de comodidad, ni agua corriente, ni electricidad, nos fuimos a descansar sobre las piedras. Al ver a los muchachos así tendidos, descansando como si estuvieran sobre el somnier más cómodo del mundo, uno se pone a valorar todo lo que tenemos y que somos bendecidos al tener un techo, un hogar, cama, televisor, teléfono, Internet, celular y por supuesto, una familia en quien sostenernos. ¡Pensar que hay tantas personas en el mundo que pasan toda su vida debajo de un puente!

El espíritu de comunidad

Fueron pasando los días y nos fuimos integrando entre nosotros, así como con los argentinos y chilenos. Luego de la primera hora de peregrinación rezábamos el rosario, que nos daba la fuerza necesaria para llegar a completar ese agotador primer tramo de recorrido diario. Empezamos a compartir anécdotas entre los muchachos, historias, chistes, fueron surgiendo apodos en el grupo, hablábamos de las actividades propias de cada uno y tantos otros temas que fueron surgiendo a lo largo de la peregrinación. Las canciones del Movimiento no estaban ausentes durante la peregrinación y se cantaban con mucho ímpetu, fue algo que nos unió con más fuerza aún. Cuando alguno de nosotros estaba cansado o fatigado, cuando no podía más por alguna ampolla o algún dolor que se hacía sentir, se sentía la unión del grupo, el espíritu de cuerpo que le hacía continuar la peregrinación aún cuando se sintiera mal. Cuando el agua se acababa en el grupo, uno renunciaba a la última gota de agua por el que la necesitaba. El ka’i ladrillo (literalmente: "ladrillo de mono" en guaraní. Es una tableta hecha con maní tostado y miel de caña, un dulce típico de Paraguay.) era el alimento ideal como energizante para recargar las baterías en las horas de descanso. Nuestra vianda, el almuerzo diario consistía en: una papa, un tomate, un huevo y un pan, acompañado de alguna fruta como una naranja o un durazno. De repente variaba un poco y había alguna novedad como alguna batata o alguna zanahoria. Cualquiera diría que es poquísimo, pero con ello ya nos sentíamos satisfechos, aparte de esto, lo primero que queríamos hacer cuando culminábamos el día de peregrinación era descansar para reponernos. "Lo justo y necesario", era el principio rector del cruzado para caminar bien, ligeros de carga y sin sobresaltos. La cena si era algo más consistente: arroz con salsa, fideos o alguna sopa muy buena. La preparación de la comida siempre estaba a cargo de cada una de las comunidades. Luego el descanso en nuestras bolsas de dormir, en carpas o en un agradable colchón, las noches en que pasamos en cuarteles del ejército argentino y chileno.

La caminata como reflejo del peregrinar de la vida

Fuimos acercándonos hacia el Cristo Redentor, que se encuentra a 4200 mts. de altura sobre el nivel del mar. El frío se sentía, los picos nevados de las altas cumbres andinas nos deleitaban con todo su esplendor. El Señor nos regaló ese marco imponente de la naturaleza. En el grupo se palpaba el anhelo de llegar hasta Él, que nos esperaba con los brazos abiertos para abrazarnos como Padre, transmitirnos su espíritu y decirnos "bajen, que su Madre los espera en su Santuario".

El camino que va atravesando el peregrino es variado, al costado de la ruta, subidas y bajadas... el terreno varía entre arenoso, pedregoso, hasta llegamos a caminar sobre las vías del tren; el clima también era cambiante entre el frío y el calor más intensos. No tuvimos días de lluvia: no suele llover en esa zona, ya que los Andes son una barrera para el aire húmedo de Pacífico. Tan variados son los caminos que debe recorrer el peregrino, tantas situaciones totalmente adversas las que debe superar. Todo esto nos deja como enseñanza que la vida es así, la vida del creyente no es fácil, es un peregrinar constante hacia el Padre, lleno de dificultades, donde uno va superando los obstáculos y atravesando por diversos caminos. No es fácil nuestro transitar, pero somos los escogidos por el Señor, podemos cumplir nuestra misión con la segura ayuda de la Mater. Ella, nuestra Aliada, nos alcanza las gracias necesarias para poder alcanzar todo lo que nos proponemos.

Como peregrinos sabíamos que teníamos que recorrer un tramo en el día, un punto de partida y uno de llegada, no caminábamos sin rumbo fijo, el camino estaba marcado por la cruz (báculo de Mario Hiriart) y la Mater, quien nos guió, acompañó y protegió durante toda la peregrinación. No éramos simples caminantes, teníamos una meta y con la ayuda de nuestra Madre, sabíamos que la alcanzaríamos. Esto nos hizo comprender el espíritu de la Cruzada: es como la vida, durante nuestro transitar hacia Dios Padre nos dejamos conducir por la Mater, en la fuerza de la Alianza, y de su mano llegamos hacia Él, hacia la felicidad y la plenitud.

Misas en las alturas

Las Misas diarias hacían que el grupo estuviera cada vez más integrado y los vínculos consolidados. El violín de Juanma Talavera hizo que esas Misas tuvieran un significado especial. Las homilías fueron marcando el espíritu vivido de la Cruzada.

Antes de llegar a Santiago, paramos en el Santuario de Santa Teresita de los Andes. Todos sentimos algo muy especial en ese lugar santo. Las paredes estaban llenas de frases de la primera santa chilena, una de ellas decía: "Haré todas las cosas lo mejor que pueda por agradar a Dios. Amaré a las criaturas por Dios. En el Amor está la santidad".

Corriendo al Santuario

El 31 de enero llegamos al Santuario de Bellavista. El último tramo lo hicimos corriendo, queríamos llegar lo antes posible para abrazarla y agradecerle a la Mater. Lo que María nos da, lo que hace por nosotros es mucho mayor que todo lo que nosotros podemos hacer por Ella. Lo sentimos en carne propia cada uno de nosotros, al ser sostenidos por Ella en los momentos de fatiga, de cansancio y de dolor. Ella nos saca de los profundos pozos en los que solemos encontrarnos en nuestras vidas, nos permite, con la fuerza de la Alianza, atravesar los lugares más peligrosos y las oscuridades que nos atemorizan.

¿Estamos locos? Sí ¡locos de amor!

Durante la Cruzada en varias oportunidades se escuchó la palabra loco o locura. "Solamente estando loco se puede hacer algo así o movido por alguna locura", se escuchaba con frecuencia. Era algo que venía rondando por mi cabeza, desde hacía ya un tiempo. Es que realmente se debe estar loco para hacer esta Cruzada y "reloco" para repetirla, como en mi caso, que ya la había hecho en el 99. Esta locura que te hace renunciar a tantas cosas, que te hace salir de lo cotidiano, supone un sacrificio, un esfuerzo personal que te hace trascender. Pero "loco de amor", sabiendo que esta locura nos lleva a aspirar siempre a lo más alto, a proyectarnos hacia el logro de todos nuestros sueños y aspiraciones, sabiendo que sólo los locos hacen historia. Sólo aquel que se juega por sus ideales deja huellas que nunca podrán ser borradas.

Los Andes que ahora nos convocan: construir un nuevo orden social en nuestras patrias

Siendo Cruzados, nos sentimos orgullosos de haber cruzado caminando la Cordillera de los Andes, de repetir lo que había logrado hace 187 años el ejército libertador del Gral. José de San Martín, con el objetivo de conseguir la libertad de los pueblos latinoamericanos. Un compatriota nuestro, el Cnel. José Félix Bogado formó parte de aquella Cruzada libertadora. Nosotros, movidos por otros impulsos, quisimos volver a cruzar esta Cordillera, sabiendo que aunque somos como David ante el Goliat de Los Andes, queremos ser constructores de un nuevo orden social, luchar para que en nuestras patrias imperen la justicia, la paz, la verdad y el amor.

La Cruzada de María es un ejercicio espiritual, es el acto mediante el cual todo el esfuerzo que hacemos lo ofrecemos con amor a todos los nuestros. No basta con lo material, no debemos ser conformistas, ni dejarnos dominar por las comodidades o superficialidades de nuestra época: debemos darnos por entero en el anhelo de alcanzar nuestros ideales, jugándonos con todas nuestras fuerzas por los demás.

Todos sentimos que en nuestras vidas existe un antes y un después de la Cruzada de María.

Cada uno de nosotros está llamado a lo más grande. Con la intercesión de la Mater, no sólo podemos aspirar a los más altos ideales, como nosotros alcanzamos las más altas cumbres con Ella, sino que podremos alcanzar todos nuestros proyectos de vida. Así como en la Cruzada se nos presentaron diversos caminos, distintos climas, obstáculos, piedras, puentes, todo camino es fácil con la compañía de la Mater, quien siempre nos conduce de la mano hacia Dios Padre y hacia el logro de todas nuestras metas. Cada paso que uno da en la vida va sintiendo eso. En todo, en el trabajo, con la novia, con los hermanos y padres, con todos nuestros seres queridos. Somos instrumentos del Padre, debemos estar siempre dispuestos a escuchar su voluntad y obrar en consecuencia. Si la Mater está con nosotros, todo es mucho más fácil.

Todos sentimos que en nuestras vidas existe un antes y un después de la Cruzada de María. Hoy en día el espíritu de la Cruzada nos hace aspirar a seguir viviendo con la misma plenitud experimentada en esos días. No es fácil, hemos vuelto a lo cotidiano y es ahora cuando debemos jugarnos por entero por alcanzar nuestros sueños e ideales.

Movidos por una firme convicción, nos conducimos, guiados por la Mater, en el anhelo de construir un mundo mejor.

"La experiencia de Cruzado es algo que marca con fuego e la vida de cada uno. Debemos vivir esa experiencia en lo cotidiano".

 



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