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 published: 2003-10-17

Hace 25 años que convoca el mismo hombre, la misma figura, la misma voz: Juan Pablo II.

25° aniversario del Pontificado de Juan Pablo II. - 16 de octubre de 2003

   
 

 

 
 

 

 
 

 

 
 

 

 
 

 

 

 

 

ROMA, P. Alberto Eronti. Plaza del San Pedro, jueves 16 de octubre. En el atardecer otoñal, con una temperatura agradable y un cielo limpio y luminoso,  cientos, miles de personas caminan en una dirección única: la plaza y la catedral del mundo, la Basílica de San Pedro. Desde temprano los peregrinos van colmando el inmenso espacio en un clima de celebración sereno, menos ruidoso que en otras ocasiones, como protegiendo un sentimiento, una vivencia interior. Hace 25 años que convoca el mismo hombre, la misma figura, la misma voz: Juan Pablo II.

Una hora antes del inicio de la Santa Misa, más de 50.000 personas tenían la mirada fija en un punto: el altar en la entrada de la Basílica. Los cantos del coro se intercalaban con la lectura de textos bíblicos y otros que hacían referencia a la persona o algunos de los principales documentos del Pontífice. Pronto comenzaron a entrar los sacerdotes revestidos para la concelebración, la mayoría clero de la Vicaría de Roma, luego más de 350 obispos y finalmente el Colegio Cardenalicio. La plaza ya desbordaba de fieles, más de 100.000.

Como una ola de amoroso protección

A la hora señalada se produjo ese instante mágico, el que se ha repetido miles de veces a lo largo de los últimos 25 años: ¡el Papa!. En su silla de ruedas, con la cabeza y la mitra inclinada, signos de su mal,  Juan Pablo II era llevado por sus ayudantes. En ese momento me di cuenta que los vivas y los gritos de saludo eran contenidos, como si una ola de amorosa protección se extendiera desde la plaza hacia el Obispo de Roma que avanzaba en su silla hacia el frente del altar. El Card. Ratzinger, Decano del Colegio de Cardenales, dirigió un saludo al Santo Padre con motivo de la fecha que celebrábamos. El Cardenal dijo palabras plenas de calidez, amistad y fraternidad. Nos resultó fácil sentirnos identificados con el contenido y el cariño que sus palabras expresaban. ¡Qué bien nos hace ver y escuchar lo profundamente humanos que son quienes se han sumergido en las profundidades de Dios!

Contemplar al Papa en su cumbre de paternidad

Luego la Misa. ¡Cómo le costaba a Juan Pablo II pronunciar las palabras!. Cuando los altavoces nos dejaban oír el jadeo de su voz, parecía que docientos mil pulmones lo querían sostener. La homilía fue impactante por eso mismo y por su contenido testimonial. El Papa leyó la primera y última parte, Mons Sandrí leyó la parte central de la misma. ¡Cómo nos sacudió el corazón oírle citar la pregunta de Jesús a Pedro, junto al lago de Genezaret: “¿Me amas?, ¿me amas más que éstos?”! (Jn.21,16). Y agregó: “¿Cómo podía, humanamente hablando, no temblar?…me alienta el repetir como Pedro: “Señor, tu lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn.21,17). Hacia el final ora con voz fatigada: “Con fe plena en tu misericordia, te presento aún hoy, aquellos que has confiado a mi cuidado pastoral. Consérvales en el amor, reúnelos en tu redil, toma sobre tus espaldas a los débiles, venda sus heridas; cuida a los fuertes, se tú su Pastor para que no se pierdan”. ¡Rezó por cada hombre y mujer!, los débiles y sus heridas necesitadas de cuidado, como también por los que se creen fuertes y pueden tropezar. Es, como lo dije en otra ocasión, contemplar al Papa en su cumbre de paternidad. La conmoción llegó cuando su voz, cada vez más vacilante dejó oír un pedido: “Aiutate il Papa!”. “¡Ayudad al Papa!” (...). Os pido, queridos, hermanos y hermanas, no interrumpáis esta gran obra de amor por el sucesor de Pedro”.      

El hermoso cansancio del pastor

Cuando la celebración llegaba a su fin y mientras el coro cantaba el Magníficat, las pantallas de TV. mostraban el rostro fatigado de Juan Pablo II que, con total naturalidad, bostezó. Un murmullo de cariño recorrió la multitud, a mi lado alguien dijo: “¡Que cansado, qué hermoso!”. Sí, el hermoso cansancio del pastor, de un buen pastor. El hermoso cansancio del que es padre porque da la vida, su vida hasta el fin.

Mientras los concelebrantes se iban retirando pensaba en los adjetivos calificativos que se le adjudicaron al Papa antes y durante la celebración: pastor, profeta y místico. Sin duda todos ciertos, plenamente ciertos. Sin embargo creo que los dos adjetivos más hermosos se los oí decir a una joven en el último Adviento: “Tú eres nuestro padre y maestro”. Fue así, que me vinieron a la memoria las palabras del apóstol Pablo: “Pues aunque halláis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no tenéis muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús” (1Cor.4,15).

 



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Last Update: 18.10.2003 Mail: Editor /Webmaster
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