|
|
Dios es Amor: Trono de Gracia,
Santuario Sión del Plata, Florencio Varela, Argentina
God is Love: Throne of Grace, Sion del Plata Shrine,
Florencio Varela, Argentina
Gott ist die Liebe: "Gnadenthron", Sion del Plata-Heiligtum,
Florencio Varela, Argentina |
|
|
|
Dios es Padre, siempre.
God is Father, always
Gott ist Vater - immer |
|
Fotos: Schoenstatt Argentina
© 2003 |
|
ROMA, P. Alberto Eronti. Los inspectores de la ONU recibieron el aviso
de salir de Irak. Las embajadas cierran. Todo señala una guerra
inminente. Miles y miles de personas salieron a las calles para pedir
por la paz - y miles y miles rezan, rezan por los niños y sus padres,
por líderes y soldados, rezan para que la Reina de Paz muestre
su poder... El domingo 16 de marzo, el Papa ha vuelto a hablar a la cristiandad
y al mundo. Hacia el final de su mensaje del "Angelus", dejó de
leer el texto e improvisó un dramático llamado a la paz
con el testimonio de su vida: "He vivido la segunda guerra mundial", sé
qué es una guerra, sé del horror de la guerra. "Todavía
hay tiempo para la paz". ¡Qué así sea!
Los vientos de guerra se aceleraron, el Papa estuvo de retiro espiritual,
el tema fue: "Dios es Amor". Cuando se despidió de nosotros
el domingo pasado en el "Angelus" dijo: "Voy a recluirme a orar, a orar
por la paz". Sin que sus colaboradores dejaran de trabajar por evitar
la guerra, el Papa fue fiel a las palabras de Jesús: "Hay demonios
que sólo se expulsan con la oración y el ayuno" (Mc. 9,29).
El "Vigía de la paz" se hizo "Vigía orante y penitente".
Entregó su desvalimiento y puso al mundo y su futuro en las manos
de Dios, como diciéndole: "Padre, perdónales, -no todos-
no saben lo que hacen" (Lc. 23,34).
Acompañar a Juan Pablo II en su retiro
Cada final del día, Mons Angelo Comastri, predicador de los ejercicios,
hacía algunas declaraciones a Radio Vaticana contando de lo que
había hablado al Papa y a sus colaboradores. En este "acompañar"
a Juan Pablo II, ya que él lo pidió, he ido escuchando en
la radio y leyendo en la Agencia "ZENIT" lo que se informaba. Me han tocado
profundamente dos temas: el nombre de Dios y María en "la hora"
de Jesús.
Mons Comastri recuerda el diálogo de Dios y Moisés en el
desierto. Ahí Dios revela su Nombre: "Yahveh", que significa literalmente:
"Yo soy el que soy". Nosotros los occidentales no poseemos un pensar simbólico
natural, por educación y mentalidad somos más bien "esencialistas",
tendemos a dar definiciones. Por esto, al escuchar el Nombre de Dios,
nos quedamos pasmados sin entender su significado o interpretamos que
se define a sí mismo como el Ser Absoluto. El predicador papal
nos recuerda que el pensar hebreo, y por ende su lenguaje, es simbólico.
El hebreo no es esencialista, no es en primer lugar filósofo, es
un ser habituado a vivir y experimentar. Por ello su lenguaje está
pleno de imágenes y símbolos. Así, por ejemplo, cuando
San Juan escribe "Dios es amor" (1 Jn. 4,8), no está queriendo
definir a Dios, sino que está comunicando su experiencia. Relata
cómo él vive y experimenta a Dios.
El nombre de Dios: "Yo soy el que está a tu lado"
Así, cuando Dios le revela su Nombre a Moisés, lo que el
caudillo entiende es: "Yo soy el que está a tu lado".
Dice Mons Comastri, "para un semita, una persona sólo existe
si está a su lado". Esta experiencia de Dios tiene un desarrollo
prodigioso. Isaías lo anunciará como "Emmanuel", "Dios
con nosotros". Claro, en la perspectiva de lo que significa
el nombre "Yahveh", uno entiende que el profeta designara así al
futuro Mesías, También se nos ilumina la expresión
de San Juan: "El Verbo se hizo carne y plantó su tienda entre
nosotros" (Jn. 1,14). Es decir, "se hizo vecino" del hombre "se hizo
su prójimo". Por esto la categoría fundamental de la Biblia,
nos recuerda el Padre Kentenich, es la de Alianza. Dios, para "estar
al lado" del hombre y para que el hombre se le asemeje y aprenda a "estar
al lado de Dios" y "al lado de sus hermanos", le propone una Alianza,
una Alianza de Amor. Por esto toda la historia de Salvación
se funda en la Alianza, en la tensión vital de la Alianza. Mons
Comastri nos dice que Dios ofrece esta Alianza a toda la humanidad, "pero
esta humanidad es una esposa extravagante, una esposa caprichosa", dada
a la tentación de la infidelidad. Pero, agrega: "Dios permanece
fiel, misericordiosamente fiel". Es como si Dios dijera a la humanidad,
"yo sigo amándote, sigo desafiándote con mi amor fiel".
Amor para siempre
¡He aquí como exige Dios al hombre! Le exige amor dándole
amor, amor fiel, inalterable, incorruptible. Como el padre del hijo pródigo,
Dios "espera" siempre al hombre y en el hombre. Lo espera no sólo
en los atardeceres (Lc.15,20-24), sino en todas las horas y en todos los
instantes. El hombre de este tiempo anhela amor, amor fiel, amor "para
siempre". Pero su experiencia es a menudo dramáticamente inversa:
el amor humano puede desaparecer, puede corromperse, incluso morir mientras
el hombre vive. Es que no es el hombre la garantía de su amor,
es Dios. Si no se funda en Dios el amor del hombre tiene raíces
de fragilidad. Sólo Dios es eterno y en El, el amor del hombre
puede alcanzar las categorías de fidelidad, de "para siempre".
Sólo Dios sabe lo que es "Soy el que está a tu lado" y sólo
de El - y sus transparentes - aprende el hombre a "ser al lado de los
otros, del otro" y de Dios.
María en la hora de Jesús
La "hora" de Jesús se da en el Calvario. María oyó
hablar por primera vez a Jesús de su "hora" en las bodas de Caná
de Galilea. Cuando Ella le dice, con una "profunda exposición de
pobreza": "Hijo, ya no tienen vino"; El le responde : "Mujer, todavía
no ha llegado mi hora". Aquí - agrega Mons Comastri - Jesús
le está diciendo a la Virgen: "Mira, Madre, yo haré el milagro
- de hecho lo hará -, pero ese milagro revela otro, hace referencia
a mi ‘hora’. El verdadero milagro, la auténtica transformación
del agua en vino, lo haré en aquel momento…".
Más tarde, el Evangelista San Juan, va a comenzar el capítulo
13 de su Evangelio de esta manera: "Sabiendo Jesús que había
llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo"(Jn. 13,1).
"¿Cuál es el punto en el que no se puede amar más?", pregunta
el predicador. "En la hora de la muerte", de ahí las palabras del
Señor: "Todo está cumplido" (Jn.19,30). "Es la palabra síntesis
de toda la vida de Jesús, la última palabra". Es la definitiva
afirmación de amor, el del final. Es un grito cara a la humanidad,
una declaración última y definitiva: "¡Os amo!".
Es aquí donde queda involucrada María en la "hora" de Jesús.
La Madre está junto a la cruz, entregándolo y entregándose
y es esta sintonía con el Dios-Amor, la que le da a María
una nueva y sorprendente maternidad: "Mujer, ahí tienes a tu hijo"
(Jn.20,26). Jesús viene a decirle: "Madre, esta es mi ‘hora’, en
la que tú entregas conmigo la vida, por eso recuperas una fecundidad
inmensa, te conviertes en Madre de mis discípulos. Por eso, no
pienses en mí; piensa en ellos". Y le dice a Juan: "Ahí
tienes a tu Madre" (Jn. 20,27). Es la "hora" del amor supremo y extremo,
lo "entrega" todo, le da a los hombres lo último que le queda en
la tierra: su Madre. Y la cruz se hace canto, canto al amor más
grande y más bello, al amor más fuerte que la muerte. María,
es en la "hora" de Jesús, el último don del "Emmanuel" a
los hombres, luego se entrega a su Padre.
He querido compartir con ustedes algo de lo vivido esta semana primera
de Cuaresma, acompañando al Juan Pablo II en sus ejercicios espirituales,
tal vez estas notas ayuden a alguno a ahondar este tiempo litúrgico
como el tiempo de crecer hacia el amor más grande y "ser más
al lado de los otros".
|