Schönstatt - Begegnungen

Bioéticas y comienzo de la vida

El pensar orgánico al servicio de la cultura de la vida

Extracto de la conferencia de Académica Elena Lugo Ph.D.: "El pensar orgánico al servicio de la cultura de la vida", dictada con motivo del JUBILEO del SANTUARIO del PADRE, Florencio Varela,Argentina, 20 de enero de 2002

Autor: Académica Hna Elena Lugo. Ph.D. en Filosofía Moderna y Contemporánea, Georgetown University, U.S.A; Académica de la Pontificia Academia para la Vida; Miembro de la Academia del Plata de la Argentina; Fundadora y Directora del "Centro de Filosofía en su Función Interdisciplinaria", de la Universidad de Puerto Rico; Profesora Visitante de la Pontificia Univ. Católica Argentina; Miembro del Instituto Secular de Schoenstatt, Hermanas de María.

El enfoque mecanicista:

La bioética de mentalidad mecanicista reduce la vida a sus componentes biológicos, en particular a la genética según lo propone y promueve el Proyecto del Genoma Humano. Intenta asimismo determinar la estructura y dinámica de la vida según modelos funcionales y estadísticamente determinables. Si bien se concibe al embrión humano como vida humana o perteneciente a la especie humana, se le niega la condición de persona y su correspondiente dignidad. Por lo tanto se puede sacrificar su integridad a fin de beneficiar terapéuticamente a pacientes de Parkinson y Alzheimer. Se lo puede manipular por medio de la fecundación in vitro e inclusive clonar, en caso de ser técnicamente posible y relativamente seguro. En una palabra, la bioética secularista sustentada en una mentalidad mecanicista asume una perspectiva tecnocientífica del inicio de la vida humana, es decir, la interpreta como algo fragmentado y reducido a sus unidades biológico - genéticas, y la interviene sustituyendo la procreación natural con formas artificiales reproductivas.

El enfoque personalista orgánico:

Una bioética personalista organicista reconoce que la vida en general, y la humana en particular, constituye un bien o valor fundamental, y por lo tanto es base de todos los demás bienes o valores. Sin embargo ese valor no es absoluto, pues puede sacrificarse al servicio del Bien Supremo.

Esta evaluación se extiende a la vida prenatal, a la situación del discapacitado, del retrasado y del comatoso. Por ende se puede aseverar entonces que:

a) El embrión humano no es tan sólo vida humana potencialmente persona, sino ya persona actual en su ser, en el sentido esencial y sustancial del término persona, aún cuando no exhiba un funcionamiento de ser consciente, reflexivo e interactivo – comunicativo, depositario de interioridad y con capacidad de expresarse corporalmente.

b) El embrión humano es ya hijo de Dios. Esta realidad da fundamento a su verdadera dignidad y sacralidad. Por lo tanto su naturaleza humana es un bien que la razón reconoce y la fe afirma como don del amor providente de un Dios Padre.

c) Toda intervención técnica o biomédica en la vida del embrión ha de respetar su integridad corpórea y su orientación hacia la vida como bien natural y sobrenatural. De ahí que sólo se permita el examen genético y la terapia cuando supongan un bien sustancial para la vida y salud del embrión con el mínimo de riesgo para este. Por su parte la experimentación e investigación sólo se permite cuando no dañe de modo alguno su integridad y dignidad (la extracción de células multipotentes (matrix) destruye el embrión).

d) Existe una unidad orgánica inviolable entre la entrega amorosa matrimonial (radical, plena y permanente), la procreación natural y la familia como realidad que responde a los anhelos de la persona en cuanto ser que se vincula. De este modo se excluye toda intervención meramente técnico - artificial que pueda transformar la procreación natural en reproducción por diseño y manipulación.

e) Los contraceptivos disocian la unidad matrimonial entre amor y fecundidad. Al igual que el aborto, lesionan la dignidad e integridad del embrión humano y la responsabilidad maternal de la mujer. La planificación natural de la familia responde a los anhelos de los esposos de amarse con plena autenticidad y de regalarse mutuamente creatividad ante la vida. Y hacerlo abiertos a Dios como fuente permanente de creación y vida.

f) Una bioética personalista organicista reconoce a la familia como escuela de las virtudes cristianas, de las virtudes humanamente más nobles. El matrimonio es un sagrario de amor; la familia es un santuario en el cual la vida humana se realiza en un entramado de vinculaciones personalizantes. Dios transmite a los padres su sabiduría, poder, y bondad. Así Dios contribuye a la cultura de la vida desde el seno mismo de la vida; así en la familia se promueve el amor en sus diversas manifestaciones. En efecto, en la familia se educa en el amor filial y fraternal, lo cual constituye un oasis para la solidaridad humana y las relaciones fiduciarias como las que se precisa en el ámbito clínico.

Se trata de una familia patrocéntrica. Dios Padre es su centro y se refleja análogamente en el cabeza de familia humano.

En la familia se educa en el sacrificio orgánico. Dicha educación se ve facilitada por la presencia de María Santísima en el centro de la Familia, en su calidad de modelo para la mujer considerada como corazón de la familia. Vale decir, se educa en la renuncia por amor, a veces heroica; una renuncia orientada al crecimiento, a la purificación y a la generosidad comunitaria.



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Last Update: 18.01.2002 14:57 Mail: Editor /Webmaster
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