Schönstatt - Begegnungen

Homilía del Cardenal Errázuriz, 17 de Marzo 2001

en la iglesia de peregrinos en Schoenstatt

Kardinal Errázuriz: Predigt in der Pilgerkirche

 
Foto: POS, Brehm © 2001

Queridos hermanas y hermanos,
querida Familia de Schoenstatt aquí presente:

Con profunda gratitud y emoción he entrado al pequeño Santuario de nuestra Madre y Reina tres veces Admirable de Sch. para consagrarle el servicio que el Santo Padre me ha pedido, asociándome como Cardenal de la Iglesia a su misión de Pastor de la Iglesia universal. Muchos gracias por las palabras del P.Matthias Rummel sac, Rector del Santuario original, y del P. Michael Marmann, Presidente del General Praesidium internacional de nuestra Familia de Schönstatt. Gracias a todos Uds. por su presencia en esta Eucaristía.

Al llegar acá a Schoenstatt siento que estoy en esa familia del gran Pueblo de Dios, que es la Iglesia que me es más hogareña, interiormente muy cercana y a la cual yo pertenezco. La presencia de todos Uds. me hace sentir la compañía, afecto y solidaridad de tantos en vista del nuevo encargo que he recibido. Muchas gracias por todas las oraciones y sacrificios, contribuciones el Capital de Gracias que Uds. depositan espiritualmente en nuestro Santuario para que el Señor me bendiga y así pueda responder al encargo que me ha confiado.

El Santo Padre también es consciente de la Familia espiritual de la cual procede cada uno de los nombrados

Cuando el Papa nombra a un Cardenal de la Iglesia, distingue con su confianza y asocia con un vínculo más estrecho a su propia misión pastoral, no sólo a la persona nombrada, sino también, y de modo especial, a la Iglesia particular de la cual uno es Pastor. Pero, sin duda, conocedor de las personas a quienes él llama, el Santo Padre también es consciente de la Familia espiritual de la cual procede cada uno de los nombrados, y cuyo carisma, de este modo, quiere tener más cerca en la conducción universal de la Iglesia. No me equivoco al pensar que en el corazón del Santo Padre hay un especial aprecio por nuestra Familia espiritual y por su fundador. Así me lo hizo sentir cuando colaboraba con él en Roma, al servicio de las comunidades de vida consagrada. Así lo ha expresado recientemente en su visita a nuestro Santuario de Schoenstatt en Roma, Cor ecclesiae, el 29 de diciembre último, y ahora mediante el nombramiento de Cardenal que ha hecho de un Padre de Schoenstatt.

Al llegar hoy día hasta este lugar de origen del Movimiento de Schoenstatt tengo muy presente las recientes palabras de Juan Pablo II: "los Movimiento eclesiales, siguen dando a la Iglesia una viveza que es don de Dios, constituyendo una auténtica primavera del Espíritu" (NMI 46). Nuestra Familia es parte de esa primavera del Espíritu.

El recuerdo de la Alianza de Amor

En mi caso, en el momento de acercarme al Santo Padre para recibir de él el encargo cardenalicio, espontáneamente afloró en mí el recuerdo de la Alianza de Amor, que en mi juventud me ligó para siempre a nuestro Santuario, al Padre fundador y a toda nuestra Familia. Sin tener plena conciencia de ello, en ese 18 de octubre de 1953 ingresé en una vigorosa escuela del discipulado de Jesús de Nazaret. Esta Alianza de Amor moldeó mi corazón de estudiante, más adelante de sacerdote y padre, y luego de Pastor, sucesor de los apóstoles. A los pies de los Andes, en Santiago, nuestro fundador consagró el Santuario de Schoenstatt ligado al misterio del Cenáculo, de la irrupción pentecostal. Al llegar al santuario de nuestro origen debo confesar que ese Espíritu me ha llevado por caminos nunca soñados en el seguimiento de Jesús y en el servicio a su Iglesia. En verdad, muchas veces he experimentado la conducción de Aquel que en su Providencia abre puertas inesperadas para realizar sus planes, e impulsa con el soplo de su Espíritu a pasar por ellas. Fue nuestro Fundador quien nos inculcó esa disponibilidad a El. Y quien nos dejó el recuerdo imborrable de la fecundidad de una vida que se deja guiar con docilidad por la sabiduría de Dios. Deseo contar con la oración de Uds. para seguir su ejemplo con la libertad de los hijos de Dios, que lo caracterizaba.

En el Santuario de Schoenstatt desde joven fueron penetrando en mi espíritu las palabras de Jesús en el Evangelio que acabamos de proclamar: "Mujer, he ahí a tu hijo" ... Y al discípulo: "he ahí a tu Madre". Y esa respuesta que nació del amor de Juan: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa "- la acogió como su propia madre, y como madre de toda la Iglesia. Con mucha alegría llevo como cruz pectoral el recuerdo de esa hora de gracias, y de la profunda unión de María con Jesús, prefigurando a la Iglesia, la esposa del Señor. En la solemnidad de esa revelación, Jesús nos manifestó el lugar y la misión que tendría su Madre en nuestra vida y en la vida de toda la Iglesia. María sería la madre de todos los discípulos, y así la educadora de su fidelidad al Señor. Todo discípulo podría aprender de ella su apertura a la palabra, y su seguimiento de Jesús. Y como discípulos de Jesús, asumiríamos su misión de unidad donde quiera que estemos presente en su nombre. Aquí radica también el corazón del Lebensgeheimnis Schoenstatts.

Y ésta es nuestra primera tarea, cuando recibimos nuevas responsabilidades en el Reino de Dios: ser, con mayor apertura, con mayor disponibilidad y generosidad, discípulos de Jesús. Es asombroso el eco que despiertan las enseñanzas de Jesús, cuando se les escucha desde el corazón de María, como discípulos, a la manera de Juan. Nos resolvemos a amarlo más, a seguirlo con sencillez y admiración, a escuchar con más atención su palabra vivificante, transformadora y sabia, de Maestro y Señor, y a ponerla realmente por obra, imitando la apertura de espíritu, la fe, la confianza y la generosidad de la Sma. Virgen. Este discipulado mariano dinamiza y vivifica nuestra existencia a lo largo de toda la vida y nos une profundamente a todos: a los laicos , a los miembros de los institutos de vida consagrada, a los pastores y a los sacerdotes.

Instrumentes de unidad

Y como discípulos del Señor e hijos de María, juntos hemos de construir la unidad, de manera que seamos imagen y semejanza de la Sma. Trinidad. Queremos construir espacios de comunión, el "cor unum in patre", allí donde el Señor nos ha colocado. En su reciente carta apostólica, el Santo Padre, al iniciar el nuevo milenio nos pide que seamos instrumentos de unidad en todas partes "con una llamada a la confianza y apertura que responde plenamente a la dignidad y a la responsabilidad de cada miembro del pueblo de Dios." (NMI 45). A los nuevos Cardenales nos exhortaba a ser "signos elocuentes de comunión", y "promotores de comunión". A comprometernos, en lo que de nosotros dependa, "a hacer que la espiritualidad de la comunión crezca", y a estar "abiertos al diálogo con toda persona y con toda instancia social, a fin de dar a cada uno razón de la esperanza que llevamos en el corazón". Estas palabras resuenan como un eco de las intenciones más profundas de San Vicente Pallotti para la promoción de la unidad y del trabajo común de las fuerzas apostólicas en la Iglesia. Esta intención también movió profundamente a nuestro Fundador: hacer de la alianza de amor, en todas sus dimensiones, el espacio interior de nuestra vida y el sello de todas nuestras relaciones, el principio educativo y la misión de todos los miembros de la Familia.

Embargado por una gran confianza, el Papa nos expresó en el Consistorio: "en el ‘inmenso océano’ que se abre ante la barca de la Iglesia, cuento con Uds. para orientar su camino en la verdad y en el amor, a fin de que, superando las tempestades del mundo, llegue a ser cada vez más eficazmente signo e instrumento de unidad para todo el género humano". Y refiriéndose a esta labor conjunta, nos llamó a colaborar con todas nuestras fuerzas con el Espíritu Santo. Retomando la metáfora de la barca nos decía: "Juntos queremos desplegar las velas al viento del Espíritu, escudriñando los signos de los tiempos e interpretándolos a la luz del Evangelio, para responder a los perennes interrogantes de los hombres".

Hermosa tarea que propuso a los nuevos Cardenales, y nos une como Familia: "desplegar la velas al viento del Espíritu". Desplegar las velas, en alianza con Dios y con los hermanos, ya en las células más pequeñas de nuestras familias naturales y religiosas; desplegarlas como lo hizo la Inmaculada, en oración y con ilimitada generosidad; desplegarlas con la energía que nos da el Pan de la Eucaristía; desplegarlas abriendo con auténtico espíritu misionero el espacio interior de nuestras comunidades, dando cabida a todos y. Desplegar las velas "al soplo del Espíritu", que nos invita a escudriñar en nuestros países y en la globalidad del mundo los signos de los tiempos, meditando la Palabra de Dios, y descubriendo las iniciativas y los dones de su Espíritu. Desplegarlas, para que sepamos responder a los desafíos que exigen de nosotros mucho más esfuerzo para construir un mundo más cercano a Dios y más fraterno, más respetuoso ante la vida, ante la creación y la verdad. Un mundo construido en la paz de la Nueva Alianza. Un mundo solidario que haga palpable la bondad de Dios a los pueblos más pobres y lejanos, como también a los seres humanos más desvalidos.

Pedagogía de la santidad

Abundan las declaraciones de buenas intenciones, nos dice el Santo Padre sin embargo, a nombre de muchas de ellas, aún religiosas, hasta se desencadenan guerras. Está claro, sólo hombres movidos por este "viento del Espíritu" podrán entonar el "Heimatlied" de nuestro Fundador, en el espíritu de las bienaventuranzas del Señor. Se trata de exigencias que sólo son realizables a impulsos de nuestra vocación a la santidad. El Santo Padre apela a los Movimientos para que ofrezcan una "pedagogía de la santidad". Es un contrasentido intentarlo "con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial"(NMI 31). ¿No nos recuerda esto la gran propuesta del Fundador, la "Werktagsheiligkeit"?

Como hijos de María, espiritualmente en nuestro pequeño Santuario y en el gran Santuario de esta Eucaristía, pidámosle a Ella, Madre y Educadora de todo discípulo de Jesús, que nos de la apertura, la pasión, sabiduría y generosidad para realizar en nuestra Familia, en la Iglesia y en el mundo de hoy los verdaderos planes del Espíritu. Pídanlo también para mi, para que junto con el Santo Padre y todo mis hermanos Obispos pueda alentar la peregrinación de todos los cristianos, para que esta pueda ocurrir con fortaleza, con espíritu abierto, intrépido y solidario.

Amén.



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