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 published: 2003-07-08

Homilía en conmemoración del 40 aniversario de la ordenación sacerdotal del P. Michael Johannes Marmann

Iglesia de la Adoración - Monte Schoenstatt – 6 de junio de 2003: Mons. Dr. Peter Wolf

DOCUMENTACION

Querido Padre Marmann,
queridos familiares e invitados de nuestro homenajeado, querida Familia de Schoenstatt, queridos hermanos y hermanas:

Quien lee las novelas sobre sacerdotes publicadas en los últimos años llegará a la conclusión de que en realidad desde hace décadas no se puede contar con una versión exitosa de esta profesión. En la literatura moderna, el sacerdote aparece tan sólo como una figura fracasada o trágica, que tiene que hacer lo imposible en medio de un mundo olvidado por Dios y de estructuras discrepantes. Tanto más, me parece digno y justo que hoy, con sincera alegría, nos reunamos con el P. Michael Marmann y que, llenos de gratitud, celebremos el cuarenta aniversario de su ordenación sacerdotal. Con placer he recibido la invitación para pronunciar en este día la homilía conmemorativa durante la liturgia. No deberá ser una laudatoria sobre su persona, sino una reflexión bíblica de lo que ha marcado su vida de sacerdote. Lo haré basándome en textos bíblicos que él y sus cohermanos han elegido y que nosotros acabamos de escuchar.  

Sacerdocio vinculado al servicio de los Profetas

Puede sorprender que primero se haya elegido un texto de un profeta. Es un fragmento del profeta Jeremías, cuya actividad transcurre 600 años antes del nacimiento de Cristo. Él intervino, valoró y exigió la alianza con Dios en un tiempo muy agitado, en el que fuertes influencias paganas amenazaban en Israel la fe en Dios y donde no pocos habían olvidado la alianza con Yahvé. Profetas no son en primer lugar gente que predice el futuro, sino quienes llaman de parte de Dios. Son los grandes buscadores de huellas, que deben ayudar al pueblo elegido a encontrar a Dios y a permanecer en la huella de la alianza. Son los sismógrafos que señalan las desviaciones del camino de Dios y amonestan. Tienen la tarea de interpretar la historia del pueblo. Deben contribuir a que el pueblo elegido permanezca en la huella que comenzó y preparó la voluntad salvífica de Dios. Jesús y la joven Iglesia se fundan en esta tradición. Jesús está en la tradición de los profetas y no en la de los sumos sacerdotes. Él está en una línea con Juan Bautista, con Elías y Jeremías, o con cualquier otro profeta. El conocido profesor de Antiguo Testamento Alfons Deissler (Friburgo), siendo nosotros estudiantes de teología, nos puso una y otra vez convincentemente ante los ojos esta orientación fundamental bíblica del sacerdocio del Nuevo Testamento.

Hace años participé en las bodas de oro sacerdotales de un conocido sacerdote del Movimiento Litúrgico. Él predicó lleno de alegría por ser un liturgista. Él comprendía su ser sacerdote totalmente desde este enfoque de la liturgia. Yo pensé espontáneamente que nuestro Padre y Fundador no predicaría de ese modo acerca de su ser sacerdote. No cabe la menor duda: Él celebró la liturgia todos los días. Nos la dio a conocer con gran amor. Pero, si tengo presente su ser sacerdote, no pienso primero en la Eucaristía que celebró todos los días de madrugada, sino en su obrar como hombre de la palabra, en sus conferencias, en sus ejercicios espirituales, en sus conversaciones en el acompañamiento espiritual de cada uno y de la comunidad. Él está como Jesús totalmente en la línea profética y no en la tradición del culto y de la liturgia de sacrificio.

También nuestro homenajeado tiene de nuestro Padre tal equilibrio interior de su servicio sacerdotal. Él no es sólo sacerdote durante la celebración de la liturgia, sino durante todo el día y todos los años de su actividad. Esto incluye: los años de su trabajo en la asistencia pastoral en la parroquia, el tiempo del doctorado, el tiempo como Director del Movimiento y como Superior General de nuestra Comunidad de Padres. Quiero recordar especialmente los esfuerzos hechos durante muchos años por la Alianza de Amor para nuestro pueblo que selló en 1984 el Movimiento de Schoenstatt de Alemania. Eso fue en el fondo un compromiso profético, por completo, en la línea de la actualización profética de la voluntad de Dios de sellar una alianza. Lo que recién escuchamos del profeta Jeremías sobre el anuncio de una nueva alianza, en estos años encontró eco cuando el P. Michael Marmann era nuestro Director del Movimiento en Schoenstatt. Con gratitud y alegría, hoy también podemos recordar que esa actividad profética no quedó sin dar frutos. No pocos vieron dentro de este contexto, con fe en la Divina Providencia y agradecimiento, el hecho de que poco después de esta Alianza de Amor cayese el muro [de Berlín]. Para comprender el sacerdocio en la línea profética, encaja también que el P. Marmann haya vivido y hecho realidad su sacerdocio y su vida totalmente en unión a nuestro Fundador. Al fenómeno de la profecía en el Antiguo Testamento pertenece que en torno a los grandes profetas se hayan reunido alumnos. Éstos se hacían dependientes y querían cooperar a que el mensaje profético de su profeta fuese escuchado por el pueblo. Querían ponerse abnegadamente al servicio de un profeta y su mensaje. En este sentido, el P. Marmann se sabe obligado al carisma de nuestro Padre y Fundador. Para ello invirtió mucho años de su vida y aportó con abnegación su talento y sus capacidades. El servicio en la dirección de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt tiene también que ser comprendido en esta línea. En breve se cumplirán doce años desde que a nuestro homenajeado le fue confiado este cargo por el Capítulo General de los Padres de Schoenstatt.

En la certeza paulina de que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.

La segunda lectura para el aniversario sacerdotal de hoy es de la Epístola de San Pablo a los Romanos. Son palabras de la experiencia de la vida del apóstol. Él expresa la creciente certeza: "Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman." Es una perspectiva que Pablo le quiere ofrecer a cada cristiano. Vale para todo aquel que ha sido llamado, seamos o no sacerdotes. Según Pablo, Dios cuando llama tiene preparados muchos dones de la gracia y diferentes misiones. Pero, según su parecer, lo más grande es siempre el amor. Esta es y sigue siendo la medida con la que tenemos que medir nuestra vida y nuestra vocación. En este contexto nuestro Fundador dice: "Nuestra vocación es el amor." Quien ama a Dios no precisa preocuparse angustiosamente de la realización de su vida. No tiene que girar alrededor de sí mismo ni dedicarse sólo a hacer carrera. Puede abandonarse con toda confianza a Dios y a su conducción. El P. Marmann hizo también suya esta manera de vivir y pensar. Es la postura orientada hacia la vida de la fe en la Providencia que hemos aprendido de nuestro Padre y Fundador. A esto también apostó él en las fases más oscuras de una larga y agitada historia de fundación. Nuestro homenajeado hace 40 años también eligió una frase que habla de amor. El lema de su ordenación sacerdotal es una frase que una vez le escribió Juan de la Cruz a Teresa de Ávila: "...¡Y donde no hay amor, poned amor, y vais a ganar amor!" Puede ser que sea como una clave para la confianza múltiple que se le dispensó a nuestro Padre Marmann en los años pasados. Aquí él buscó una y otra vez el diálogo y a muchos que se encontraron con él les profesó cariño. Nuestro "estar juntos" y nuestras comunidades viven de esto. El lema de ordenación es también como una clave para el servicio de la reconciliación y del a menudo oculto servicio a la unidad que surgió de él en estos años como Presidente de nuestro Consejo Internacional.

Confiando en la oración sacerdotal de Jesús

La preocupación por la unidad se refleja también en la elección del Evangelio de hoy que se refiere al discurso de despedida de Jesús. Es la oración sacerdotal del Señor por los suyos al final de su vida. En el sitio donde los otros evangelistas informan sobre la institución de la Eucaristía, el Evangelio según San Juan da a conocer la oración de Jesús por la unidad de los suyos. En esta elección suena otra vez el deseo de unidad que para el Padre Marmann a llegado a ser cada vez más importante. El servicio como Presidente del Consejo Internacional es en primer término un servicio a la unidad de la Familia y esto con la impotencia que nuestro Padre pensó para el presidente de este gremio de nuestro Movimiento Internacional. También en lo referente a un "estar juntos" con otros movimientos y comunidades espirituales la unidad va a estar siempre ligada a un servicio abnegado y no va a poder basarse en derechos y exigencias. Es bueno saber que el esforzarse por la unidad está contenido en la propia comunidad y en la Iglesia por la oración del Señor. Me alegro de que el desarrollo de los últimos años haya traído una creciente cercanía y una característica común entre nuestro movimiento y otras comunidades espirituales. Para no pocos fundadores, fundadoras y personas dirigentes de órdenes y otros movimientos espirituales nuestro Padre Marmann figura, con su nombre y su persona, para Schoenstatt y un desarrollado "estar juntos". Hasta en el ámbito de las comunidades espirituales dentro de la Iglesia evangélica no pocos vinculan con su persona, el anhelo del Señor por la unidad de lo suyos. Me alegro por este desarrollo, que tiene su origen en la oración de Pentecostés del Santo Padre en la Plaza de San Pedro en el año 1998 y en la visita posterior de Chiara Lubich y Andrea Riccardi aquí en Schoenstatt. Desde entonces hemos sido admitidos en una corriente más grande para la unidad de la Iglesia y para el compromiso por ella en el espíritu de la Confederación Apostólica Universal, tal cual la asumió nuestro Fundador, como visión de San Vicente Pallotti.

Para concluir, permítanme todavía relacionar la oración sacerdotal en un segundo sentido con la ordenación sacerdotal de la que en este momento celebramos juntos su 40 aniversario. El Nuevo Testamento no nos entrega ninguna liturgia de ordenación. La joven Iglesia precisó tiempo hasta que pudo poner en claro qué cargos y estructuras necesitaría para emprender el camino hacia un gran futuro. Aún no está decidido qué es lo que en la Iglesia venidera diferenciará el cargo de un obispo, de un sacerdote y de un diácono. Pero algo se perfila prematuramente y se refleja en la oración sacerdotal del Evangelio de hoy. Es la certeza de que el Señor ora por aquellos que deben asumir la responsabilidad de la proclamación. Y es la idea de la misión, de la que nos hace partícipes Jesús, tal como Él mismo tuvo participación en la misión de su Padre.

A este Padre le rezó Jesús: "Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí." Antaño me agradaba preparar a mis estudiantes para la ordenación con esta frase de la oración sacerdotal, tratando de que descubriesen el significado que tiene para mí la ordenación. Es la grata certeza de que el Señor ha orado por mí. Hasta en la actualidad, la ordenación es administrada por la oración y la imposición de manos. En este gesto del obispo ordena, el candidato a ordenarse debe experimentar muy personalmente: El Señor ha rogado por ti y por aquellos que, por medio de tu palabra, creerán en Él. O como dice refiriéndose a Pedro en el Evangelio según San Lucas: "Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos." La ordenación sacerdotal es en el fondo la oración del Señor para aquellos que Él envía. Gracias por haber pronunciado hace 40 años su Adsum [¡aquí estoy!]. Y gracias porque Jesús, el Sumo Sacerdote, rezó por usted. Hoy lo felicitamos por eso, llenos de gratitud junto con todos los que evidentemente se alegran y tienen interés de que usted sea sacerdote. Amén

Traducción: P. Pablo Peláez, Hans y Pitty Reiche – Vallendar / Alemania



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Last Update: 08.07.2003 Mail: Editor /Webmaster
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