P. Tommy Nin Nitchell, superior Superior Regional, Región del Padre •
Desde el santuario Sion del Padre quiero unirme a ustedes en la despedida de un gran hombre, mi amigo y maestro, el P. Antonio. Lo hago como superior regional, en nombre de la Región del Padre, pero también y particularmente como alguien que se supo privilegiado por su amistad y sus enseñanzas. Doy gracias a Dios por su vida, su integridad, su alegría. Fue para mí y seguramente para todos ustedes un transparente del Jesús de la bondad y la misericordia. —
El jueves pasado pude estar con él, charlar y compartir el almuerzo. Me recibió como siempre con delicadeza y amabilidad, poniendo atención a lo que le contaba y alegrándose conmigo. Me pude despedir ese día con un fuerte abrazo y recibiendo de él la bendición. Nunca pensé que sería la última. Agradezco a Dios que me dio la oportunidad de encontrarme con el P. Antonio después de casi dos años.
El P. Antonio me recibió cuando entré a la comunidad en el año 95 y también en Paraguay cuando me trasladaron en el 2006, recién ordenado sacerdote. Fue un gran maestro. Aprendí de él cosas fundamentales que son un tesoro para mi sacerdocio: la amabilidad, la delicadeza, la paciencia. También su amor por Paraguay, por la Familia de Schoenstatt y el santuario de Tupãrenda.
En trece años, solo una vez lo vi enojado. Por el contrario, buscaba siempre calmar mis enojos con una mirada misericordiosa y comprensiva hacia mí y los demás. Me decía: Hay que minimizar y sobrellevar lo negativo del otro, y maximizar lo positivo a través del reconocimiento.
Aunque estoy triste por su partida, me alegro de que ya está en el Cielo, compartiendo su «buena onda», como le gustaba decir, con la Mater, con sus padres y muchos amigos. Espero yo también reencontrarme algún día con este gran sacerdote, gran padre y amigo, el P. Antonio.
