Publicado el 2016-10-15 In schoenstattianos

José Antonio Alvaredo: Siempre hacia lo más alto

ESPAÑA, Pilar de Beas •

El pasado 19 de mayo murió José Antonio Alvaredo, miembro de la Federación de Familias de España, el primero que ha partido al Schoenstatt eterno. Desde la Federación de Familias le pidieron a su esposa un testimonio sobre su vida y su compromiso con Schoenstatt. Aquí esta.

161015-alvaredo-02Hace muy pocos años, escribía José Antonio sobre nuestro matrimonio, sobre cómo conocimos Schoenstatt y como nos habíamos sentido interpelados por nuestra Madre para cumplir una misión.

Él se incorporó a Schoenstatt con 19 años y estuvo en la Juventud durante 6 años, hasta nuestra boda. Al principio un poco reacio, ya que la palabra “Schoenstatt” suena un poco “rara” al principio; pero poco a poco, se fue enamorando de nuestra Madre y del Santuario, hasta el punto de que allí nos casamos, allí fueron bautizados nuestros seis hijos; hicieron su Primera Comunión, se confirmaron varios y la mayor se casó también a la sombra del Santuario.

Una vez casados, participamos de los cursos prematrimoniales en Algete (Madrid), donde residíamos. A los tres años entramos en la Liga de Familias; posteriormente hicimos la Consagración como Militantes y al poco tiempo junto a otros matrimonios, fundamos la Federación de Familias en España.

Pero nuestra gran misión, la que a él le apasionaba, fue la fundación de Eduvida, la asociación a la que se dedicó en cuerpo y alma, a través de los cursos prematrimoniales y de planificación familiar, junto a otros matrimonios, madres y personas de otras comunidades, que enriquecen todos los proyectos. Estos fueron saliendo por voluntad del Señor y de nuestra Madre. Uno de ellos es el Proyecto Encuentro, que consiste en salir por las noches a acompañar a personas sin hogar. A él consagró buena parte de sus fuerzas – saliendo incluso ya enfermo por las calles de Madrid – a acompañar a personas solas y abandonadas a pesar del frío. Fue tal la huella que dejó,  que algunos  no dejaron de acudir a su funeral vestidos con sus mejores «galas».

Hoy desgraciadamente él no está aquí presente, porque el Señor se lo quiso llevar al Cielo este pasado mes de mayo.

Él fue un hombre muy “humano”: aventurero, inquieto, divertido, con una enorme fuerza de voluntad, alegre, auténtico, apasionado de la vida y de su mujer y de sus hijos. Una persona que luchaba por lo que creía y quería. Un padre que “estaba ahí” siempre que hacía falta, un esposo enamorado y un buen amigo, que sabía pedir perdón, cuando la ocasión lo requería, por su fuerte carácter. Él era fuerte y valiente y, al mismo tiempo, humilde y sencillo. A veces protestaba, pero detrás de cada protesta sabíamos que había un sí de corazón.

Muchas veces me he preguntado a lo largo de mi vida cómo sería el momento final: la llamada de Dios. Qué sentiría, cómo reaccionaría… Preguntas que estoy plenamente segura que muchos nos hemos hecho a lo largo de nuestra vida. La respuesta me la dio José Antonio en los últimos años de su vida o mejor dicho, en los últimos meses, en los que él ya estaba sintiendo que su misión en la Tierra estaba llegando a su fin.

Hacía cinco años que sufría una dura enfermedad: fibrosis pulmonar. Desde el primer minuto supimos de la gravedad del tema, ya que los médicos le dieron cuatro años de vida como máximo. El tiempo, en estos casos, pasa demasiado deprisa. Al cabo de tres años se nos abrió una puerta a la esperanza: un trasplante pulmonar.

Su salud se fue deteriorando paulatinamente, hasta que en diciembre pasado, tuvieron que ponerle oxígeno; primero por las noches y al poco tiempo durante todo el día – su “cadena de perro”- como él decía.

Ya desde ese momento José Antonio comenzó a sentir la llamada de Dios y es curioso, pero empezó a tener una paz que sólo deben tenerla las personas que van a ver pronto a Dios. Su vida cambió, de tal manera, que siendo una persona súper activa, apasionada con las cosas que hacía, con sus apostolados, sus estudios… no dejó de vibrar por todo ello, pero desde un “me queda poco” y poniendo todo su esfuerzo en que su familia, sus hijos y yo misma no le viésemos sufrir.

Cada vez que se “ahogaba” o le venía el golpe de tos, trataba de que no le viéramos e incluso cuando acudíamos, nos echaba para que no notáramos su sufrimiento y siempre nos recibía diciendo que estaba “fenomenal” con la sonrisa en los labios.

Nunca se quejó ni quiso preocuparnos y siempre vivió su enfermedad como “algo natural” dentro de la vida misma.

A principios de mayo se abrió la “puerta del trasplante” y entró en una lista de espera que nunca llegó. El día 11 de mayo ingresó en el hospital con una infección respiratoria de la que nunca salió. Entregó su alma el día 19, después de haber sufrido físicamente un gran calvario.

Han pasado ya cuatro meses y, en nuestra familia y entorno de amigos, ha dejado un gran vacío, un espacio que sólo el recuerdo y la seguridad de que está junto a Dios, logran serenar un poco la pena y el dolor de su ausencia.

Siempre nos quedará su sonrisa, su pasión por la vida, su fuerza de voluntad y su lema: SIEMPRE HACIA ARRIBA, A LO MÁS ALTO.

Así es como queremos seguir viviendo y sentimos profundamente que él está a nuestro lado: cuidándonos y confortándonos para que cuando llegue el día, podamos disfrutar juntos en el Cielo. Porque de eso sí que estamos seguros: de que él vive en mí y en cada uno de nuestros hijos y no deja cada día de demostrárnoslo de muchas maneras.

161015-alvaredo-01José Antonio Alvarado y Pilar de Beas, su esposa, en 2015 contestaron a las «Tres preguntas sobre el Schoenstatt del segundo siglo». Vale re-leerlo como una herencia para el Schoenstatt del segundo siglo.

 

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2 Responses

  1. Leonor dice:

    En nombre de todos las parejas que hemos pasado por vuestras manos en estos años te damos las gracias de corazón.
    Los dos nos habéis dado las reglas de juego para un matrimonio muy feliz.
    Proyecto Encuentro ha cambiado mi corazón para siempre y vuestra alegría nos ha llevado a la Federación como camino de vida, siguiendo vuestras huellas.
    Gracias por dejarme ser parte de algo tan grande.

  2. Manuel de la Barreda Mingot dice:

    Gracias José Antonio.

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