Publicado el 2016-08-05 In Misiones, schoenstattianos

“María me tomó de la mano”

Por Gilbert Sanabria Ravinovich •

Mi nombre es Gilbert Sanabria, tengo 20 años, soy misionero de las Misiones Universitarias Católicas (MUC) y miembro de la Juventud Mariana Vicentina (JUMAVI), me gustaría compartir el llamado de la Mater en mi vida.

En el año 2014 mi familia y yo tuvimos un tiempo de muchas pruebas. Mi padre se había enfermado gravemente y como siempre uno recuerda a Dios solamente en los momentos difíciles, comenzamos a implorar su ayuda con cadenas de oración a María bajo la advocación de Rosa Mística. Toda esa fe y confianza en Cristo y María seguían hasta que un día, en el mes de mayo, nos dieron la noticia de que mi padre tenía que ser sometido a una cirugía que implicaba el riesgo de amputarle la pierna. Cuando eso sucedió, toda esa fe y confianza se cayeron y comenzamos a flaquear y a perder la confianza en María.

Después de ese tiempo, mis hermanas y casi toda mi familia quedaron como con una rabia interior, un dolor disfrazado y el corazón herido por la situación en la cual nos encontrábamos, tan es así que en el año 2015 fui invitado a un campamento de CAVEVI (Camino, Verdad, Vida: pastoral de los preadolescentes católicos entre primera comunión y confirmación, una proyecto de Schoenstatt al servicio de la iglesia) por unas amigas que son catequistas en una Capilla en los alrededores de mi barrio. El campamento había salido muy bien, entonces era provechoso ir a Tupãrenda para agradecer.

Foto 2El día en que la MTA conquistó nuestros corazones

La visita al Santuario en Tupãrenda creo que fue el primer acercamiento que tuve con María de una manera muy especial. Después de esa visita mi vida cambió por completo: a los tres meses, aproximadamente, comencé a tener sueños con señales que venían de ella; así es como yo lo interpreté.

En el primer sueño me pareció visualizar el Santuario desde arriba y, de repente, una voz dulce y hermosa me repitió tres veces MTA (Madres Tres Veces Admirable) y el sueño llegaba a su fin. Luego de eso volví a tener otro sueño nuevamente en el cual ya estaba yo en compañía de una persona completamente vestida de blanco y resplandeciente. Ella llevaba un canasto con flores blancas, íbamos caminando hacia el Santuario y nuevamente la voz dulce que repetía MTA, tres veces y el sueño terminaba.

Luego de aquellos dos sueños comencé a cuestionarme ciertas cosas. Me decía a mí mismo que solo era producto de mi imaginación, aún estaba reacio a creer que ella me llamaba, pero mi corazón estaba con la firmeza de que tenía que ser fiel a su llamado.

En la semana siguiente se celebraba el cumpleaños de mi abuelo, y unos vecinos que se habían mudado hacía poco tiempo, se encariñaron con él y le obsequiaron un regalo con un significado muy especial: una imagen de la Mater. Para mí esa fue como una señal definitiva de que debía acercarme a ella porque me estaba buscando. Así fue que viajé a Tupãrenda como en el sueño, acompañado de mi Madre, y a partir de ahí nuestras vidas cambiaron por completo, nuestra luz de fe se encendió y en nuestros corazones volvió a renacer el amor maternal de María, y volvió nuestro acercamiento hacia ella y su hijo.

Como me había dicho una misionera: “Como una Madre sufre porque sus hijos se alejan de ella, ella se valió de vos como instrumento para conquistar el corazón de tu familia nuevamente”. Y fue así: el instrumento fui yo pero la obra fue de ella; nuestros corazones ahora están entregados a Cristo y María, el cambio que ellos hicieron en nuestras vidas fue grande, nos sacaron las vendas que hacían que no pudiéramos ver las pequeñas grandes obras que ellos nos regalaban día a día.

Hoy en día mi padre goza de buena salud gracias a ellos, y seguimos perseverando en la confianza y amor en Cristo y María.

Las Misiones

Así fue también que me animé a ser instrumento del amor de Cristo llevando a María a las Misiones. Me identifico con una frase de la Madre Teresa: “No estoy completamente segura de cómo será el cielo, pero sí sé que cuando llegue la hora en que Dios nos juzgue, Él no preguntará ¿cuántas cosas buenas has hecho en tu vida?, sino ¿cuánto amor pusiste en ello?”.

Esta frase describe perfectamente esta locura de amor que uno pueda experimentar en las misiones, llegar a compartir algo de lo que uno ha recibido con otros que no lo tienen… Ese pequeño aporte a los demás produce un eco en todo el mundo.

Nunca sabremos con cuánta alegría podemos llenar el corazón de otros si no lo intentamos. Expresar buenos deseos, brindar una sonrisa, regalar un abrazo y otras mil maneras de transmitir amor.

Yo me animé porque ellos cambiaron mi vida. A vos, que estás leyendo este artículo, ¡te animo a ser instrumento y portador del amor de Cristo y María!

VIDEO MISIONES

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1 Responses

  1. Ofelia Calderon dice:

    Que hermoso testimonio. Conoci Tuparenda con mi padre, alli el me dijo, que mi unica hija de 17 años,que se habia ido de casa a vivir con su pareja iba a volver. El fallecio 2 dias despues. Mi esposo fallecio en meses. Pasaron 6 años. Mi hija volvió y ahora vive con mi madre que quedo viuda. Jamas hubiese imaginado algo asi. Tengo que volver. Vivo en Buenos Aires. Gracias Madre de Dios! Aqui soy socia del centro calle Riobamba. Ofelia

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