De Maria Fischer •
Una factura limpiamente manuscrita en 1939. Un apunte o una anotación para una charla, con letra casi descolorida sobre un papel quebradizo y amarillento; tan amarillento como las hojas del libro, que tengo en las manos y que perteneció, en tiempos, a un capellán Conrad, de Aquisgrán.
“Ascética orgánica“, dice; la obra emblemática del Schoenstatt joven, uno de los primeros libros sobre la pedagogía de Schoenstatt, que hasta los años 50 no faltaba en la estantería de un schoenstattiano, que quisiera entender y aplicar la pedagogía del P. Kentenich.
Pero yo no tenía el libro. Mi difunto padre y otros schoenstattianos de su generación (en cuya estantería, naturalmente, estaba) hablaban tanto de él, que una tarde cualquiera, lo busqué en Amazon y lo encontré.
¿Quién era el capellán Conrad, que el 27 de marzo de 1939, compró en la librería Meyers-Wostry, de Aquisgrán la “Ascética orgánica” y escribió con lápiz en cuatro páginas lo que había aprendido sobre los “puntos de contacto naturales con lo religioso para el hombre y para la mujer” y lo guardaba en este libro, junto con la factura? ¿Un sacerdote de Schoenstatt? ¿Alguien que conoció Schoenstatt durante los ejercicios para sacerdotes?
Más de 75 años después, hojeo un libro, que le perteneció. En schoenstatt.org describimos nuestra tarea como “Schoenstattianos en red”. Schoenstatt no existe. Sólo existen schoenstattianos. Y con uno de ellos me conecto yo justo ahora, con una historia de Alianza, que quizá nadie conoce, de la que solamente hablan su libro y dos cuartillas amarillentas, pero que es una parte de nuestro Schoenstatt.
Quizá yo viva de un aporte al capital de gracias, que regaló hace más de 75 años el capellán Conrad, el mismo año, en el que mi padre conoció Schoenstatt.
Original: Alemán. Traducción: Paz Leiva, Madrid, España
