Publicado el 2015-11-15 In schoenstattianos

Camino de Santiago

Por Rafael Gualberto Ortiz Moreno, Paraguay •

Cuando uno de los médicos que me atendió, en ocasión de encontrarme internado en hospital, gravemente enfermo, me dijo: “naciste de nuevo; el 90% de las personas que tienen ese problema que tuviste no sobreviven;tienes que festejar otro cumpleaños; haz, en lo posible, todo lo que tenías planeado hacer”, inmediatamente me vino a la mente el Camino de Santiago, el Apóstol (también conocido como Santiago el Mayor o Jacobo, hijo de Zebedeo), que culmina en Compostela, Capital de la Comunidad Autónoma de Galicia, España.

Hace muchos años venía pensando en hacer algún día, aunque sea una parte del Camino.Tengo un amigo que con su esposa hizo el Camino Francés desde Saint Jean Pied de Port, con 780 km. Me había contado su experiencia y pensé conmigo mismo: “algún día también yo voy a hacer ese Camino”.

De vuelta a la vida

Fue el año pasado que tuve un problema de salud muy grave. Estuve internado durante 34 días, de los cuales 21 en terapia intensiva intubado y sedado. En un determinado momento los mismos médicos estaban desesperanzados y creían que yo ya no me recuperaría.

Hubo muchas oraciones dentro del Movimiento de Schoenstatt, principalmente de Ciudad del Este, y también de personas que no pertenecen al Movimiento y que ni siquiera me conocían. Fueron muchas oraciones a Dios y a la Mater. ¡Y surtieron efecto! Comencé a recuperarme contra cualquier pronóstico. Fui despertándome de a poco de vuelta a la vida, y recuerdo que una noche una amiga de la rama de profesionales me llevó una Mater Peregrina que estuvo conmigo durante cinco días, y estaba ubicada en un lugar estratégico de modo que cuando me dormía lo hacía mirándola y cuando me despertaba, lo que primero buscaba era su mirada y ahí estaba la Mater cuidándome, hasta que una noche la vinieron a buscar, me dijo la portadora que yo ya estaba bastante bien y que había otra persona que estaba más necesitada que yo, claro que la explicación no me convenció y yo quería quedarme con la Mater, pero pensé que si estuvo cinco días conmigo no podía ser tan egoísta y con mucha pena la dejé ir. Y dos días después, el 14 de mayo, el médico me dio de alta.

El resto de mi recuperación lo hice en casa y en una clínica de fisioterapia, y mientras me recuperaba iba madurando el proyecto de hacer el Camino. Y un día se lo propuse a Lena, mi esposa, que lo aceptó sin titubear.

Hacia Madrid

A partir de ahí comenzamos a informarnos sobre el Camino: los diferentes caminos, los albergues, tipos de calzados, tipos de mochilas, qué llevar en las mochilas, etc., etc. Contactamos, pues, con personas que ya habían hecho dicho Camino. El Padre José María García nos puso en contacto con el Padre Carlos Padilla de Madrid que tiene vasta experiencia en el Camino, y con el Padre Bernardo Parra, maestro de los novicios en Tupãrenda, cuyas sugerencias y consejos nos fueron de suma utilidad.

En abril hicimos las reservas de los albergues donde íbamos a hospedarnos cada día al final de nuestro caminar,además de comprar, desde luego, los pasajes hasta Madrid.

Nos sugirieron realizar entrenamientos con las mochilas cargadas, y eso lo hicimos. Algunos fines de semanas, elegíamos un determinado circuito y marcábamos la distancia y el tiempo, y nos parecía que no estábamos tan mal.

Mi deseo era que en Madrid nos pudiera hospedar alguna familia de la Federación Apostólica de España, ya que nosotros también pertenecemos a la Federación de Familias del Paraguay para lo cual contactamos nuevamente con el Padre José María, y por supuesto, rápidamente nos puso en contacto con una familia del primer curso de la Federación de Madrid.

El 5 de julio llegamos a Madrid con un calor de 38°C,y ahí estaban Bárbara y Eduardo aguardándonos tan amablemente. Esa misma tarde conocimos el Santuario de Pozuelo de Alarcón y luego fuimos a misa en el Santuario de Serrano. Para sorpresa nuestra el celebrante era el Padre José María. Luego de la misa charlamos un rato con él y con otros matrimonios de la Federación que nos presentaron, y así fue terminando nuestro primer día en Madrid.

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En Madrid, en el Santuario de Serrano, con el P. José María

Saliendo

El 7 de julio por la mañana tomamos el tren que nos llevaría a Sarria, en la provincia de Lugo, lugar desde donde íbamos a iniciar nuestra peregrinación. Tras seis horas de viaje llegamos a nuestro destino y, luego de localizar nuestro albergue, fuimos a conocer un poco la ciudad, la calle principal, una pequeña costanera y la iglesia. Lo que encontramos fue una ciudad llena de peregrinos, algunos iniciando el Camino desde allí como nosotros, y otros que ya estaban en camino.

Al día siguiente, 8 de julio, luego de un reparador descanso iniciamos nuestra peregrinación, aproximadamente a las 07:30h y, a medida que caminábamos atravesando la ciudad, primeramente, y luego saliendo de la ciudad, encontramos a muchos peregrinos de todas las edades, y de diferentes nacionalidades, algunos caminando solos, otros en parejas y otros en grupos bastante grandes, como un grupo de chicos de catequesis y otro de scouts que pudimos ver.

Seis días, 115 km

Al culminar una etapa, primeramente nos dirigíamos al albergue, descansábamos un poco, luego almorzábamos y, luego a conocer un poco el pueblo, veíamos el horario de la misa de peregrinos que generalmente era a las 19:30h.

Así fueron nuestras seis jornadas de caminatas (115 Km), atravesando bosques, campos cultivados, pequeños poblados, tambos con sus vacas siendo ordeñadas, experimentando las comidas de la región y, al final de cada jornada, participando de la eucaristía en la misa del peregrino.

El 13 de julio a medio día llegamos a Santiago de Compostela, felices y contentos, pero por sobre todo, muy agradecidos por el regalo de haber realizado El Camino del Apóstol de forma serena, sin tropiezo alguno y con un tiempo maravilloso durante el cual pudimos meditar, orar y agradecer. Esa tarde/noche asistimos a la misa de peregrinos en la Catedral de Santiago, cuya construcción se inició en el año 1075 y concluyó en 1211. Así iba concluyendo nuestro día, pero lo mejor estaba reservado para el día siguiente.

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En Santiago de Compostela

image007El día 14 fuimos a conocer los alrededores de la Catedral y luego entramos a la misma, pues queríamos conocer con más detalles, y para nuestra sorpresa estaba repleta, todos los bancos tomados, algunos peregrinos cargando con sus mochilas todavía, y averiguando nos enteramos que después de la misa de medio día habría la ceremonia del “botafumeiro” que es un gran turíbulo o incensario gigante de la Catedral de Compostela, colgado del techo, y que con ocho personas se hamaca de forma tal que hasta casi llega al techo y que llena de humo de incienso todo el ambiente, acompañado por los acordes de dos enormes órganos. Todo un espectáculo.

Al día siguiente, temprano nos dirigimos a la estación para tomar el tren de regreso a Madrid. Demás está decir que el 90% de los pasajeros eran peregrinos y durante el viaje ya íbamos haciendo planes para volver a hacer otra vez El Camino, quizás un trecho más largo u otro de los tantos Caminos que llevan a Santiago, y es que el Camino cautiva, Santiago invita.

Sólo nos resta exclamar con exultante admiración:

“Gracias,Señor, gracias Mater, por vuestra bondad”

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