Cristo

Publicado el 2023-03-05 In Vida en alianza

¿Qué hubiera hecho Conchita?

ESPAÑA, Luis Enrique Zamarro •

El liderazgo en la Federación se plasma en el servicio. Si son (somos) un cuerpo de élite es en la lucha diaria por la santidad; y por la entrega generosa al otro. —

Hace unos tres meses me trasladaron de lugar de trabajo. Desde el aparcamiento hasta la oficina hay una iglesia que a las siete y media de la mañana (al menos) ya está abierta. Desde entonces entro todas las mañanas y he recuperado el rezo de Laudes que tanto me ha gustado siempre; es una maravillosa manera de empezar el día alabando a Dios con los salmos.

Al salir, justo al lado de la puerta, hay colocada una talla de Cristo crucificado de tamaño natural. Los pies, atravesados por un clavo, están situados a una altura que permiten ser besados o tocados. Al principio ni siquiera me percaté de él. De a poco entré en contacto visual con la imagen y la contemplaba fugazmente. Salvando mi natural contención he terminado por detenerme un momento y tocar los pies (Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mi). Después, salgo a la calle a enfrentarme al día.

En la acera de la iglesia suelo encontrarme con un hombre pidiendo una ayuda. Es relativamente bajo, de hombros estrechos, barba y aspecto de haber superado ligeramente los cuarenta años. En esta época lleva un gorro de color indeterminado y un abrigo de entretiempo de color rojo intenso con claras muestras de no haber sido lavado en mucho tiempo. Nunca llevo dinero en efectivo, nunca. Así que suelo pasar ante este hombre con cierta premura, saludando fugazmente, con algún gesto de disculpa por no poder ayudarle; casi sin mirarle a los ojos. Si no podía darle dinero, que es lo que evidentemente necesitaba, no sabía bien qué más podía hacer.

Pero no puedes tocar los pies de Cristo y salir corriendo

El jueves pasado, como todos los días, volví a entrar en la iglesia, volví a rezar Laudes y, al salir, volví como todos los días a tocar los pies del Cristo crucificado de la imagen. En la puerta de la iglesia me encontré de frente con este hombre. No había escapatoria. Le di los buenos días y balbuceé una disculpa por no poder darle dinero. No siendo nada evidente en mí, inicié una conversación, comentándole el frío que hacía. Él contestó que sí, que hacía mucho frío y me pidió directamente si podía comprarle un café caliente.

A unas decenas de metros hay una cafetería que ofrece café para llevar. Paseamos hacia allí; abre a las ocho de la mañana y llegamos un par de minutos antes. La conversación fluyó natural. Me contó que tenía cuatro hijos, que era de Rumanía, que vivía en una casa en muy malas condiciones y que aquí no tenía trabajo por no tener papeles. Que se iría pronto a Italia a trabajar en la patata. La conversación se interrumpió al abrir el establecimiento. Compré los cafés y me despedí.

Camino de la oficina, como una inspiración del Espíritu Santo, un pensamiento espontáneo llenó mi mente:

  • ¿Qué hubiera hecho Conchita?
  • Le hubiera preguntado su nombre.

En efecto, Conchita le hubiera preguntado su nombre, el nombre de sus hijos, y al despedirse de él le hubiera dicho que rezaría por él para que le fuera bien en Italia y pueda ganar dinero para llevar una vida mejor. Sí, eso hubiera hecho Conchita….

mendigo

Escuchar la voz de Dios en el otro, en el hermano

Cuando alguien nos pregunta cuales son los rasgos más característicos de la Federación, hablamos del espíritu comunitario y el liderazgo de sus miembros.

La comunidad, que en la Federación se plasma en la comunidad libre y la oficial (objeto de esa tensión creadora tan nuestra), es el lugar en el que nos formamos y nos educamos.

El curso, la comunidad libre, nos permite desplegar nuestra personalidad con más libertad, abriéndonos al otro en un espíritu de hermanos. La comunidad oficial sería el lugar de trabajo, pero también para el encuentro entre generaciones y experiencias vitales.

Mi grupo oficial es una bendición de Dios. Me ha permitido descubrir personas brillantes y entregadas. Sus talentos me iluminan, me mejoran, me inspiran. Y lo que soporto menos de ellos, me confronta con mi propia personalidad, con lo que veo de mí en ellos, con lo que tengo que mejorar y corregir. Me educan en la medida en que me siento amado por ellos, en ese amor de donación (ágape) de sí mismos.

Porque el liderazgo en la Federación se plasma en el servicio. Si son (somos) un cuerpo de élite es en la lucha diaria por la santidad; y por la entrega generosa al otro. Son líderes en los frentes en los que tienen que luchar: en el mundo educativo, en las prisiones, con los más necesitados, a los pies de los enfermos, humanizando la ciencia y, literalmente, en el campo de batalla.

Son, en tantas ocasiones para mí, un transparente de Dios. Vivir la experiencia de la Fe Práctica en la Divina Providencia es abrirse a escuchar la voz de Dios en el otro, en el hermano.

Por eso, si alguien se pregunta por qué pensé: ¿Qué habría hecho Conchita?, y no, ¿qué habría hecho Cristo?, la respuesta es sencilla: para mí, es lo mismo…


Publicado en federacionfamilias.schoenstatt.es

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4 Responses

  1. Ma. Piedad Medina M. dice:

    Qué alegría experimentar cómo el anhelo por ver a Jesús en el hermano, nos lleva a actuar de manera sencilla y al mismo tempo profunda. Ese es nuestro Capital de Gracias para ir llevando el mensaje de la Alianza a todo el mundo. Felicitaciones Familia del Salvador por su unión familiar y apostolado!

  2. Juan Oliveros dice:

    La próxima vez que pase por delante de un mendigo, lse que me va a surgir una pregunta…. ¿que habría hecho Luis Enrique?
    Gracias por el artículo y por ser un ejemplo de federado.

  3. Paz Leiva dice:

    Querido Luis Enrique: precioso articulo. Da que pensar. Cada uno de nuestros hermanos es Conchita, todos nos complementan y nos enseñan.
    A partir de ahora me dejaré sorprender por Conchita, por todas nuestras Conchitas. Gracias, hermano.

  4. Narbara dice:

    Gracias Luis Enrique! Qué hermoso ejemplo de cómo con solo tocarle los pies helados a la talla de Cristo, El nos calienta el corazón con ese cafecito compartido. Y a veces solo hace falta eso, y sí, Conchita nos enseña…..!!!!

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