ALEMANIA, Pedro M. Dillinger •
Cada primer domingo de mes por la tarde nos reunimos para la “Männerwerkstatt” (Taller de Hombres). Así será también en marzo de 2023 para la tercera y última parte de la trilogía en línea sobre el libro del franciscano estadounidense Richard Rohr: «El hombre salvaje. Espiritualidad sobre la liberación masculina”, publicado en español en 1997. —
En esta reunión, el autor nos enfrentó a la cuestión del encuentro entre padre e hijo en nuestras vidas.
Sin presentación, esta pregunta se planteó en la sala. Silencio, reflexión, sorpresa…
«Esto es algo en lo que todavía no había pensado. El Padre en mí y su encuentro con el Hijo en mí: primero tengo que pensar en ello».
Nuestros encuentros con el padre nos ayudaron a entrar en conversación con los demás.
Me dio confianza, seguridad…
- Su bendición paternal me animó a mirar positivamente hacia adelante.
- En las distintas etapas de mi vida, tuve la suerte de vivir las más variadas experiencias con mi padre: Cercanía, estímulo, distanciamiento, decepción… Hacia el final de su vida pude reencontrarme con él. Ahora, tras su muerte, estoy deseando que nos encontremos en el Cielo… allí tendremos mucho tiempo para hablar.
- Experiencias límite como padre… impaciencia, deseos de cambio, decepciones sobre los demás… En el encuentro con mi padre espiritual, se me regaló una experiencia de sentido. Una frase fue suficiente: «Dios siempre viene hacia ti» – Él me dio claridad y serenidad, paciencia conmigo mismo y con los demás.
- No a través de grandes palabras, sino simplemente porque él estaba allí, experimenté su bondad y generosidad, su confianza.
Se había encontrado el punto de entrada. El intenso intercambio nos llevó a la segunda pregunta: ¿En la relación en la que padre e hijo se aceptan mutuamente, surge …?
- Puedo asumir la responsabilidad porque confías en mí, me das fuerza. Recibo la gratitud como un regalo.
- Mi enfermedad es muy difícil para mí. En las conversaciones con mis hijos adultos se produjo una «inversión de papeles». Me ayudaron a darme cuenta de que no debía seguir manejando debido a mi discapacidad. Aceptar su consejo no fue fácil para mí. De este modo, me convertí en hijo y ellos en padre y madre para mí.
- Como hijo, me convertí en padre cuando mi padre empezó a necesitar ayuda y cuidados. Cuando pude ayudarle a ducharse, cuando conversé con él con paciencia y empatía, cuando le abracé con ternura, se convirtió en un hijo para mí. Lleno de gratitud, crecí en mi nuevo papel de padre hacia él».
Hacia el final de nuestro intercambio, Richard Rohr nos habló de nuestras «experiencias de encuentros padre-hijo».
«En la relación en la que ambas partes se aceptan mutuamente, hay un desbordamiento de poder, un resplandor que llamamos «Espíritu Santo».
Cuando sabemos esto, entonces podemos correr riesgos, entonces también podemos luchar, discutir y forcejear con Dios. Si eso está claro, entonces podemos equivocarnos, ser testarudos, ir por otros caminos y también fracasar. Este es el núcleo de la «espiritualidad masculina» que sigo intentando describir.
Nos permite asumir riesgos. Dios nos dice con Jesús: «Camina conmigo por la senda del amor solidario, pero ten también el valor de fracasar conmigo». Sólo un hijo puede permitirse fracasar. Un esclavo no puede. El hijo sabe que en el principio hay unidad (del Padre y del Hijo) y que esta unidad es indisoluble.
Desde esta experiencia de unidad podemos llegar a ser grandes padres que confían en la vida».
Texto retraducido desde la versión alemana, no conseguimos una copia de la edición en español del año 1997.
Original: alemán Traducción: Juan Eduardo Villarraza- Paraná, Argentina
