Publicado el 2020-09-01 In Vida en alianza

Tras los pasos de san Pedro

ARGENTINA, P. Tomás D. de la Riva •

A días de la ordenación episcopal del P. Jorge González, miembro de nuestra comunidad, como Región Padres del Plata de la Federación de Presbíteros de Schoenstatt queremos presentar nuestra imagen de san Pedro (todavía en proceso de elaboración), hecha para el santuario de la región. —

La idea de realizar esta imagen surgió en la jornada anual de región de 2017, con el propósito de conquistar para la comunidad el san Pedro, a partir de la figura del Papa Francisco como sucesor de Pedro y del descubrir el valor de la libertad y obediencia profética del P. Kentenich respecto de la Iglesia, Iglesia a la que supo amar.

Inspirados en las palabras del autor, el P. Marcos Sarmiento, y una meditación del P. Alejandro Blanco A., expresamos todo el simbolismo que hay detrás de esta imagen.

Mirando hacia arriba

En primer lugar, lo encontramos en la misma posición que los «san Pedro» de todos los santuarios: mirando hacia arriba. Esta posición nos indica que “todo su ser se orienta a María y a su Hijo. La actitud de Pedro es adorativa. Evoca la escena de la Transfiguración. Es la de un súbdito deslumbrado ante el esplendor de su Reina. La Reina del Plata” nos dice el P. Alejandro.

Como nos cuenta el P. Marcos, “encontramos a san Pedro firme en el suelo, pero con la mirada hacia arriba. Esto quiere decir que está con los pies bien puestos en la realidad donde está el pastor, pero en movimiento, en tensión, mirando al cielo, mirando a la Mater.”

Pero, a diferencia de los otros Pedros, está descalzo, lo que nos quiere decir es que está en contacto directo con la realidad, con el pueblo, sin ninguna interferencia. Es lo que dice el Papa Francisco, «un pastor con olor a oveja», un pastor que se mete en el rebaño y tiene contacto real, concreto con este.

Hacia la nueva orilla

El movimiento que tiene hacía arriba es el mismo que lo impulsa hacia adelante. Esto lo vemos en el detalle de los pies (también se percibe en el manto): el pie izquierdo está en movimiento, saliendo de la antigua orilla, mientras que el pie derecho está firme, llegando a la nueva orilla.

Entre las dos orillas, encontramos la barca de la Iglesia, guiada por Pedro, con rumbo firme en medio de la tempestad, hacia la nueva orilla del tiempo. A partir de la sugerencia de otro miembro de la comunidad, el P. Adrián Martínez, encontramos otras barcas en el fondo: quiere representar a Schoenstatt en la Iglesia (como una comunidad de barcas), avanzando en medio del mar, hacia la nueva orilla.

Una nueva forma de la libertad

El P. Marcos nos relata que “al lado de cada pie vemos unas cadenas, pero son cadenas rotas, totalmente caídas. Están inspiradas en el Cántico de Gratitud del libro Hacia el Padre, que comienza «¡Cayeron las cadenas!». Buscan ser signo de la liberación total del P. Kentenich por la Iglesia, anhelada por todo el Movimiento”.

También nos detalla el P. Alejandro: “es PETRUS EX VINCULA DIMISIT, cuya libertad se vuelve profética: anuncia con su vida una nueva forma de libertad. Liberado de (ex) las ataduras de la antigua orilla que lo anclaban en la ley, en jerarquías, ritos y costumbres que, naturalizadas, acabaron atrofiando el sentido para la percepción fina del Misterio divino; reemplazado, finalmente, por vacas multicolores. Liberado desde (ex) una forma recuperada de manifestarse del Misterio eterno: el deus absconditus, que se devela en el vínculo desde la intimidad insondable de la voz del alma, sin el tutelaje de normas externas. Ese deus absconditus hundido en el corazón para el cual el hombre del nuevo tiempo parece haber desarrollado una nueva sensibilidad”.

Sabemos bien que, en el mundo de Schoenstatt, es vital, en primer lugar, la libertad en sí, y, junto con ella, la libertad profética, la cual muchas veces no es comprendida en el momento histórico. Así sucedió con el P. Kentenich, quien vivió una forma nueva de santidad caracterizada por la libertad y obediencia profética.

Un poder sinodal

En su mano izquierda tiene la llave, signo del poder petrino. Esta llave está prácticamente horizontal, porque el poder que esperamos de Pedro no es un poder verticalista, al modo de la política y el autoritarismo, sino que es un poder universal y fraternal, sinodal. Esto no le quita autoridad, sino que, al contrario, se la aumenta.

Siguiendo con la llave, nos cuenta el P. Marcos: “En la cabeza de la llave hay una representación del Isipo¹. Lo que sería la paleta es también un Isipo con cuatro santuarios, señalando los cuatro puntos cardinales: es el deseo de llegar a todo el mundo. Quiere significar el poder liberador que tiene la Iglesia para toda la tierra, queriendo ser Schoenstatt punta de lanza. Como diría el P. Kentenich, a la sombra del santuario se codecidirán los destinos de la Iglesia”.

En su mano derecha se encuentra el libro que, en primer lugar, es la Palabra, pero también significa la vida. Es desde ahí de donde surge una esfera, que representa al mundo de Schoenstatt: la integridad del mundo de Schoenstatt, como Dios lo creó, como Dios lo concibió, a través del padre fundador. Esta esfera está inspirada en la Imagen de san Pedro del santuario de Belmonte-Roma, que hasta ahora era el único con esfera, pero ya no.

Esta esfera, con su aura dorada, también representa “el tiempo cósmico con la que el Niño divino jugará placenteramente: Todo el tiempo (Aión), la sucesión de los universos (Chronos), y nuestro propio tiempo, el tiempo nuevo en que vivimos hoy (Kairós). Pedro mantiene la esfera en delicado equilibrio sobre el libro. De esa forma la Palabra busca preñarse del tiempo nuevo en un encuentro íntimo, sin confundirse, para reservar espacio a otros universos para la Palabra”, como nos describe el P. Alejandro.

Un san Pedro sacerdotal, un pastor

Luego, a diferencia de todos los «san Pedros» de Schoenstatt, Pedro tiene la casulla, es decir, es un San Pedro sacerdotal. Esta vestidura sacerdotal evoca su vocación de instrumento: él no es la luz, es el candil. También tiene el palio, hecho de lana. Es símbolo del pastoreo y recordatorio de que debemos cargar a las ovejas sobre nuestros hombros, como el pastor lo hizo en la parábola de la oveja perdida.

Vale la pena resaltar dos detalles de este palio. Por un lado, tiene las puntas negras, que significan las patas de la oveja perdida. Por otro lado, hay varias cruces negras, en forma de Isipo, “para remarcar con insistencia su clara misión: servir con el Evangelio al corazón del tiempo nuevo, ofreciendo su propio corazón, como Roque y sus compañeros, como Mamá Antula, Pedernera, Longueville, Murias, Angelelli, Romero, y todos los valientes herederos de los primeros padres evangelizadores del Plata” según nos recuerda el P. Alejandro.

Para llegar a todo este simbolismo, el artista, el P. Marcos, con los aportes de los hermanos de la región e inspirado por Dios y la Mater, hizo el primer diseño. Este fue presentado en la Jornada Anual Regional de 2018, donde se le dio unánimemente el visto bueno, agregando comunitariamente algunos otros gestos y signos.

En esta hora de la historia, confiamos a san Pedro la vida de nuestra comunidad, el ministerio episcopal de Jorge y la situación actual que nos toca atravesar como movimiento.

 

 

 

¹La leyenda del Isipó.

Cuenta la leyenda que, en la época del extrañamiento de los Jesuitas de las colonias españolas por mandato del rey Carlos III, el último miembro de la Compañía que debió abandonar las misiones del Paraguay y del norte argentino, afligido al verse separado de aquello que tan entrañablemente amaba, viendo que la obra habría de derrumbarse y que sus hermanos los indios quedarían indefensos frente al acoso de los traficantes de esclavos portugueses, lloró de rodillas a los pies de un Ysypó.

En ese momento, la cruz que llevaba en su hábito se desprendió del pecho sin que el jesuita lo advirtiera y cayó junto al árbol donde quedó olvidada. Las raíces del Ysypó, buscando alimentarse de aquella tierra húmeda, absorbieron las lágrimas del último jesuita y con ellos, se llevaron su cruz.

Es por eso, que, desde entonces, cada vez que se corta transversalmente un Ysypó, puede verse grabada en el corazón del tallo, la imagen de la cruz.

La leyenda expresa, con las bellas imágenes propias de la poesía popular, lo que quiso ser el proyecto evangelizador de las Misiones jesuíticas. Servicio a la vida cultural de la nación guaraní y de los pueblos amerindios. No se trataba de aplastar una cultura y de fundarla de nuevo, sino de regar sus raíces, a fin de hacer florecer el máximo de su potencia vital.

Este hermoso sueño jesuita de acercarse a un pueblo con el Evangelio del respeto y de la dignidad, a pesar de haber sido sesgado por los intereses mezquinos de la política europea de aquella época, se ofrece hoy a nosotros como un verdadero antecedente de lo que la Iglesia llama Inculturación de la Palabra de Dios.

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