Publicado el 2020-05-31 In Francisco - iniciativas y gestos, Iglesia - Francisco - Movimientos

Santuarios de todo el mundo junto con el Papa por el fin de la pandemia

PAPA FRANCISCO, redacción •

«Haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia, y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad». El Papa Francisco imploró, en nombre de toda la humanidad, a la Virgen su intercesión para acabar con el maldito coronavirus, proteger a los heridos, consolar a las víctimas, agradecer la labor de profesionales, voluntarios y religiosos, e instar a los líderes mundiales a aportar «soluciones económicas y solidarias de largo alcance y con un fuerte espíritu de solidaridad».  En la réplica de la gruta de Lourdes instalada en los Jardines Vaticanos –  donde nos reunimos como familia de Schoenstatt el 7 de septiembre de 2004 en la vigilia de la bendición del Santuario de Belmonte-   y ante medio centenar de fieles, Francisco asistió al rezo del rosario junto a medio centenar de santuarios de todo el mundo, desde Covadonga a Guadalupe (México), pasando por Czestokowa, Fátima, Lourdes, Maipú, Luján, Salta, Loreto, La Almudena (Madrid). Desde cientos de santuarios del hogar, estábamos, con el Papa y con toda la humanidad, a los pies de la Madre de todos nosotros. —

Antes del rezo, Francisco ofreció un ramo de flores a la Virgen, después rezó la primera parte de la oración mariana, escrita por él mismo antes de empezar el rezo del rosario.

“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza. A ti nos encomendamos, salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe”, comienza esta oración compuesta de forma especial por Francisco para el mes de mayo.

El rezo del rosario comenzó con la exposición de la intención: “Nos ponemos bajo el manto materno de la Virgen María para confiar al Señor, por medio de su intercesión, a la humanidad entera sometida duramente a prueba durante este período de pandemia”.

Cada uno de los misterios gloriosos se ofreció por los médicos, enfermeros y todo el personal sanitario; por los militares, fuerzas de seguridad, bomberos y voluntarios; por los sacerdotes y consagrados que han llevado los sacramentos y el consuelo cristiano a los enfermos; por los moribundos y los difuntos y sus familias; y por las personas que se encuentran necesitadas de fe y esperanza, en especial por los desempleados, los que están solos, y por los niños recién nacidos.

A lo largo del rosario, catorce personas diferentes dirigieron el rezo: un neumólogo del hospital San Felipe Neri de Roma, una enfermera, un voluntario de Protección Civil junto con su mujer y su hija, sobreviviente del coronavirus, el capellán del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas Lazzaro Spallanzani, la superiora general de las Hijas de San Camilo (también sobreviviente del virus), una farmacéutica, la hija de una víctima del virus, un periodista vaticanista, un matrimonio que tuvo un hijo durante la pandemia y su hija mayor.

Por último, Francisco rezó la segunda parte de la oración mariana que compuso para el mes de mayo antes de impartir la bendición final y concluir con el cántico del Ave María de Fátima.

Antes de despedirse, el Papa Francisco se dirigió en español a los santuarios de América Latina: “Me dicen que hay muchos santuarios de América Latina y quisiera dar un saludo en español: A todos ustedes, los santuarios de América Latina, veo Guadalupe, y tantos otros que están comunicados en la oración. En mi lengua materna los saludo y gracias por estar cerca de todos nosotros. Que nuestra Madre de Guadalupe nos acompañe”.

Oración a Maria

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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