Publicado el 2020-03-13 In Vida en alianza

La Iglesia soy yo – Historia de una foto

 COSTA RICA, Michelle Ramírez – Claudia Echenique •

Después del almuerzo, en la Jornada de Dirigentes de Schoenstatt en Costa Rica, Fabián González tuvo la genial iniciativa que contó con la complicidad de Angelo Del Vecchio y su dron. Les dijo a todos los participantes que iban a hacer una dinámica para “despertarnos un poco y ver qué tan ágiles eran”.  Les entregaron cartulinas de diversos colores, cortadas en forma de listón y se les pidió que salieran al jardín.—

La propuesta era armar con las personas, las letras del lema “La Iglesia soy Yo”.

En el parque, se preguntaban “¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Cómo hacemos las letras? ¿Quién pertenece a cada letra?”. Ahí fueron surgiendo los liderazgos, especialmente de la juventud. Se levantó una joven y dijo: “Ya tenemos nuestro color y letra de las mesas de las dinámicas. Si somos tantas personas, lo dividimos por la cantidad de letras…”. Así lo fue organizando todo y cada participante supo en qué letra de la frase le tocaba estar.

Algunos todavía dudaban

Fueron caminando hasta el lugar más abierto del jardín, mientras reían y gozaban con la originalidad de la dinámica propuesta. Pero al igual que en el Evangelio, cuando Jesús aparece resucitado a los discípulos (Mt 28, 17), “algunos todavía dudaban” si se lograría.

Entre todo el grupo de líderes, surgieron los que tenían más iniciativas y dones para organizar a las personas, y las fueron ubicando en la posición de cada letra. El espacio se fue llenando y alcanzó la longitud del parque para formar toda la frase.

Cuando todo estuvo listo, comenzó a subir el dron para tomar las fotos y videos de ese momento. Mientras tanto, abajo entre las personas se vivió con muchas risas y alegría pues todos iban siguiendo las indicaciones: “¡Arriba!, ¡Abajo!, ¡Suban las cartulinas!”. También se preguntaban si realmente se vería bien la imagen desde el dron.

Si uno falta, la palabra no se forma

Todo salió perfecto y fue una vivencia muy enriquecedora para los participantes de la jornada. Cada persona no sabía bien lo que estaba haciendo. Le decían “Ponte aquí y tú ponte más allá”. Sin embargo, todos lo aceptaban y lo hacían pues confiaban en quien llevaba el timón de la barca. “Y cuando ves el resultado, vaya, ¡te das cuenta que lo lograste!”, expresaron al final.

A veces, eso también ocurre con los apostolados en la Iglesia. Muchas veces uno se pregunta: ¿Será que la obra que estoy haciendo valdrá la pena, aunque mi presencia tal vez ni se note? Luego, uno toma conciencia de que una sola persona es como una gotita de agua. Cada gota, cada apostolado, cada persona, integrada al esfuerzo de la Iglesia, todos suman para lograr que se forme el mar.

En este caso, si una sola persona hubiera faltado en el jardín de esta jornada, no hubieran salido bien las letras y no se hubiera formado esta bella frase.

 

Amo a la Iglesia – La Iglesia soy Yo

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