Publicado el 2019-10-20 In Vida en alianza

Nuestro rumbo futuro dependía del resultado de unos exámenes médicos

PARAGUAY, Aurora Zapattini de Velásquez •

Diariamente, durante el verano, comparto clase de hidrogimnasia con varias señoras en un club de la ciudad. Además de ser un excelente ejercicio físico, también le llamamos “terapia de risas”, porque el ambiente se presta a la genuina camaradería. La jefa de la Rama Familiar de Schoenstatt, de nuestro santuario Terruño, que es mi compañerita de la hidrogimnasia, se me acercó un día y amorosamente me pidió que conversara con mi esposo, porque la Mater nos necesitaba y que consideráramos aceptar una tarea específica de jefatura dentro de la rama (nuestras actividades estaban más centrados en la Federación). Le respondí que no necesitaba hablarlo con él pues, conociéndolo, sabía de antemano que, si es para la Mater, su respuesta y la mía, es y será siempre “sí”.   Solo existía un detalle que determinaría que pudiéramos o no entregarnos a la tarea solicitada: en ese momento nuestro rumbo futuro dependía, literalmente, del resultado de unos exámenes médicos. —

En los primeros días de enero de 2019 mi esposo empezó a padecer fuertes dolores en la rodilla izquierda.  Acostumbrado a convivir con el dolor de columna a causa de 3 hernias de disco, me decía: “Este dolor es diferente, es más profundo, como si doliera la entraña misma”. En la consulta médica, después de varios exámenes, se detectó que el problema estaba en realidad en el hueso de la pierna, y que tenía un gran porcentaje afectado. Todas las características indicaban que existían serias posibilidades de que fuera un cáncer de hueso. Si se confirmaba, el procedimiento a seguir podría ser, en el último y peor de los casos la amputación, dependiendo de la particularidad.

Inmediatamente pudimos abocarnos a la labor que nos había solicitado

Con humilde filialidad, confiados en que todo lo que nos sucede está en el plan de Dios, nos entregamos por entero en sus manos y en las de nuestra amada Madre Tres Veces Admirable. Experimentamos que, a pesar de nuestra debilidad, nuestra Mater nos infundía serenidad frente al panorama de obscura adversidad. Nuestros hermanos del Terruño nos acompañaban con oraciones y adoraciones al Santísimo.

Durante este proceso, una de nuestras “hijas de Schoenstatt”, de un grupo que habíamos dirigido en la rama de matrimonios y de profesión microbióloga, por su propia iniciativa le extrajo una muestra de sangre a mi esposo, su “tío-papá”, para ampliar el espectro de análisis en el laboratorio y no quedarnos solo con lo habitual. Así, sin que la orden de análisis fuera pedida por ningún médico, detectó un extraño aumento en el suero de una enzima, la fosfatasa alcalina.

Por otro lado, con la sospecha de cáncer y a la espera de los resultados de la biopsia, nuestra hija de sangre seria y confiadamente me dijo: «¡Mamá, no va a ser cáncer! ¡Papá es un hijo tan querido de la Mater! ¡Ella obrará milagros, una vez más!» Y efectivamente, el 13 de febrero, antes de lo previsto, llegó el resultado del examen. Diagnóstico: Enfermedad de Paget, de tipo artrítica. ¡Aunque se presentaba asintomática, lo confirmaba ese exagerado aumento de la fosfatasa alcalina! Todo alivio era poco, ya que siguiendo un tratamiento específico se podría convivir sin mayores dramas con esta inusual afección. ¡La Mater una vez más salía triunfante y victoriosa! Por supuesto, inmediatamente pudimos abocarnos a la labor que nos había solicitado. ¡Un pequeño grano de arena como capital de gracias, ante tanta bendición recibida!

El cetro de la Reina

El 20 de agosto de 1949 el padre Kentenich coronó a la Mater y le entregó un cetro en el santuario Tabor, de Santa María, Brasil, confiando a su corazón de madre toda la situación difícil que la Obra estaba atravesando. Pasaba por una visitación apostólica y El P. Kentenich sabía que podrían venir pruebas difíciles para la Obra, que de hecho llegaron. Le pidió entonces a la Mater que fuera la Reina de la filialidad heroica. La historia nos muestra que, luego de haber sido exiliado durante 14 años por la Iglesia, nuestro amado fundador fue finalmente rehabilitado por el Papa Pablo VI.

Ese cetro obsequiado por el P. Kentenich a la Mater en el santuario Tabor de las Hermanas de María, quedó allí custodiado por ellas, junto con la corona. Como no tenían santuario nacional en Brasil, cuando las hermanas de María se dividieron en dos provincias: Santa María/RS y Atibaia/SP, también se repartieron los bienes y herencias de nuestro padre, entre ellas la corona y el cetro. Entonces, en un momento solemne que se concretó el 15 de septiembre de 2019, las hermanas de Santa María entregaron el cetro a la nueva provincia que estaba naciendo, Atibaia. Esto, claro, en carácter representativo, ya que como ellas mismas dicen, son guardianas y no dueñas de esas preciosas reliquias, que en realidad pertenecen a todos los hijos de Schoenstatt. Para conquistar espiritualmente este cetro, la Central Nacional de Asesores de Brasil decidió unánimemente que el cetro peregrinara por todos los santuarios de Schoenstatt en Brasil, para que la familia pudiera sentir a través de él la presencia del padre y fundador.  La peregrinación se inició como corriente de gracias en el Año del Padre Kentenich (2017/2018) hasta su nueva entronización en Atibaia, su lugar definitivo, este 15 de septiembre pasado.

Familia misionera: Construye la nueva tierra mariana

Por todo lo vivido a principio de año, y como ya habíamos coronado a la Mater años atrás, prometimos, en simbólico agradecimiento, regalarle un cetro en nuestro santuario hogar. No conseguíamos el cetro en Paraguay, por eso aprovechamos un viaje a Brasil, planeado desde el año anterior, para traerlo. La Mater, tan perfecta siempre, permitió, a puro motor de Fe Practica en la Divina Providencia, que primero se suspendiera el viaje y luego se cambiara de fecha a marzo (sin ningún costo), con lo pudimos, sin haberlo anticipado y aunque a otros ojos parezca increíble o casual, coincidir y estar presentes cuando el cetro peregrino visitó el santuario de Schoenstatt en Rio de Janeiro, donde no solo vimos el cetro tan significativo, sino que compramos el nuestro y también pudimos asistir a una jornada preparada para toda la romería de peregrinos, con el tema: “Familia misionera: Construye la nueva tierra mariana”. Ahí nos enseñaron a conquistar el cetro a través de las 4 C: Cuidar, Contribuir, Coronar y Colocar el cetro en las manos de la Madre de Dios, para dar testimonio de su poder y su fuerza.

En el Santuario Original, agosto de 2019

Concretamos uno de nuestros sueños más anhelados: ¡conocer por fin el Santuario Original!

Ya en agosto de 2019, después de 25 años de pertenecer al Movimiento de Schoenstatt, concretamos uno de nuestros sueños más anhelados: ¡conocer por fin el Santuario Original y visitar la tumba del P. Kentenich! Acompañando a la peregrinación que los federados de Paraguay organizaron a Alemania por los 100 años de Höerde, llevamos nuestro pequeño cetro también en peregrinación y recorrió Dachau, Metternich, Gymnich y la tumba de nuestro fundador, para finalmente tener la increíble gracia de ser bendecido por el P. Alfredo Pereira (Pope), en el mismísimo altar del Santuario Original, el 20 de agosto de 2019, a 100 años de Höerde y a 70 años del día en que nuestro padre lo hiciera en el santuario Tabor de Brasil. Significativa y coincidentemente, fue también la fecha de nuestro 31 aniversario de bodas.

En la Capilla de las Carmelitas en Dachau

¡Empuña en alto el cetro, reina, vence y triunfa!

Finalmente, el 29 de septiembre, en una sencilla ceremonia, acompañados de nuestras familias, la natural y la de Schoenstatt, con el P. Pope, entronizamos el pequeño cetro que humildemente le obsequiamos a nuestra Reina, en nuestro santuario hogar, diciéndole: “Madre querida, hace ya tiempo te entregamos el derecho de gobernar nuestras vidas. Hoy queremos hacerlo simbólicamente entregándote este cetro en señal de gratitud, aspirando como hijos pequeños a la filialidad heroica, confiando siempre en tu poder de Madre, especialmente en aquellos momentos de dolor y obscuridad y, como entonces, repetimos siempre: ¡El resultado está en tus manos, Madre querida! ¡Empuña en alto el cetro, reina, vence y triunfa!”

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