Publicado el 2019-10-20 In Vida en alianza

Ha de ser hombre de Dios quien tiene que predicar a Dios

PARAGUAY, Javier Cabral •

Monseñor Guillermo Steckling, obispo de Ciudad del Este, presidió la Eucaristía el 01.10.2019, por el 19° aniversario de la bendición del Santuario del Terruño. Concelebraron los padres Alfredo Pereira, Santiago Ferrero y Pablo Mullín, y estuvieron presentes los novicios de Schoenstatt. —

Recordamos 19 años de bendiciones. Fue una verdadera fiesta, con un gran ambiente de familia, lleno de alegría y emociones. Pero todo aniversario es también un compromiso para el futuro. Por ello, si además de la emoción, que pasa con el tiempo, tuviéramos que tomar un propósito, uno solo, para vivir lo cotidiano en este año que nos separa del 20° aniversario, quizás nuestro propósito sea: «Tejer relaciones que generan vida».

En su homilía, Monseñor Steckling nos dijo:

Hermanos y hermanas, querido P. Alfredo, los otros sacerdotes que nos acompañan y sé que hay de muchas ramas, muchas expresiones del carisma schoenstattiano; aquí están también, los novicios con su maestro.

Ciudad del Este, tierra de misión

La iglesia entra hoy en el mes extraordinario de la misión, que ha proclamado el Santo Padre. Él siente esa inquietud misionera y es bueno recordar que la Iglesia fue fundada con un propósito para la misión, para anunciar a Jesucristo. Nuestro lema dice: «Bautizados y enviados, la Iglesia de Cristo en misión en el mundo» y creo que todos sabemos que aquí, en Ciudad del Este, hay mucha tierra de misión, mucha gente que no conoce aún a Jesucristo, o lo conoce muy superficialmente, mucha necesidad de evangelización.

Al mismo tiempo, estamos entrando en el mes del rosario, un mes mariano. La Virgen María siempre parece decirnos, nos dice a través de portavoces: «Recen el rosario», es una forma de oración; hay otras, pero es como una lectio divina, de parte de la palabra de Dios.

Hoy celebramos el 19° aniversario de esta casa que quiere ser fuente de bendición, a través de la Virgen María, que es nuestra medianera de todas las gracias.

Misión y oración… lo primero es la oración

Misión y oración. ¿Y cómo van juntas estas dos cosas? ¿No se puede decir, más bien, que se contradicen misión y oración? Cuando hacemos misión recorremos; a veces somos bien recibidos, a veces no tanto; como los apóstoles del evangelio, nos distraemos, hay muchas conversaciones, a veces entra un poco de chisme… hay que tener mucho cuidado.

¿Y cómo va esto con la oración? Cuando nos concentramos, cuando buscamos la paz, en un lugar como éste, tan bonito, que nos invita a elevar el alma a Dios y tenemos que admitir, que aquí tenemos una tensión constante, es la lucha de cualquier cristiano, de cualquier misionero: Busca sentir el amor de Dios y, al mismo tiempo, cumplir en las obras lo que pide la caridad, especialmente la transmisión del Evangelio a una nueva generación, a gente nueva.

Me atrevo a decir, sin embargo, que en esta tensión lo primero es la oración. Es lo primero y también en orden de importancia. Necesitamos más fuerza, más de lo que solemos dar. Lo expresa así el mensaje del Santo Padre para este mes extraordinario de la misión: «Una iglesia en salida, hasta los últimos confines, exige una conversión misionera constante y permanente porque ha de ser hombre de Dios quién a Dios tiene que predicar».

¡Qué frase tan feliz! «Ha de ser hombre de Dios quien tiene que predicar a Dios».

Esto lo necesitamos y así podemos incluso interpretar las dos lecturas que hemos escuchado hoy.

Lo primero es estar con Dios.

Ahí está el profeta Zacarías (Za 8,20-23), que en su visión ve como diez hombres de diferentes naciones, de todas las lenguas, que tomarán a un judío por el borde de su vestidura y le dirán: «Queremos ir con ustedes porque hemos oído que Dios está con ustedes».

Así se hace la misión, cuando ya escuchan que Dios está con nosotros, cuando ya se nos ve como hombres y mujeres de Dios. A lo mejor nos agarran también del borde del manto, y nos dicen: «Con ustedes queremos irnos, porque sentimos que Dios está con ustedes», que Dios está con los de Schoenstatt, con los de este movimiento… vamos a ir con ustedes.

Ahí vemos que lo primero es estar con Dios. La misión viene casi automáticamente. O después en el evangelio, Lc (9,51-56), que es un poco la parte del otro lado, el reverso. Pedro y Juan están en una misión, pero parece que se olvidaron de algunas cosas que les habían dicho de parte de Jesús. Y cuando no los reciben bien, y a lo mejor no cenaron este día, entonces dicen a Jesús: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos»?

¡Qué fanatismo!, ¿verdad? ¡Qué falta de Espíritu Santo! Y Jesús se dio vuelta y los reprendió.

Eso necesitamos a veces, también una buena reprensión de Jesús, no tengamos miedo a eso, nos tiene que retar. Pero Jesús no mandó a casa a Santiago y Juan. Siguió con ellos, con mucha paciencia y los mantuvo entre los tres primeros de los apóstoles.

Los grandes misioneros, los mejores misioneros son los santos, lo dice la encíclica misionera Redemptoris Missio. En primer lugar, María Santísima es la gran misionera de Jesús, ya cuando lleva a Jesús en su persona y con Él corriendo a visitar a Santa Isabel.

En las Bodas de Caná, cuando está tan atenta a la voluntad de Jesús: «Hagan lo que Él les diga». Bajo la cruz y después en la sala de Pentecostés, ahí está Ella.

Los Santos y la Santísima Virgen son los que propagan el Evangelio hasta hoy. Hasta hoy Ella nos habla a voces.

Hoy también celebramos la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús.

Santa Teresita se llama la única comunidad indígena que, en su visita al Paraguay, visitó San Juan Pablo II. Yo estuve allá, cerca de Mariscal Estigarribia, en el Chaco. ¡Qué hermoso fue eso!

Santa Teresita, que quiere estar en el corazón de la Iglesia, que es el corazón que arde de amor para influenciar en la misión; porque sin ese amor, ningún apóstol va predicar el Evangelio y ningún misionero va a derramar su sangre.

Tejer relaciones que generan vida

Voy a concluir nuevamente con este mensaje del Papa Francisco para este mes de la misión, que dice: «Es un mandato que nos toca de cerca. Yo soy siempre una misión. Tú eres siempre una misión, todo bautizado y bautizada es una misión».

Somos todos una palabra salida de la boca de Dios, una palabra dirigida a alguien, somos una misión. Y después continúa el Papa: «Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro, teje relaciones que generan vida». Y esto, supongo que también cada uno de ustedes quiere hacerlo en este Año Jubilar que se inicia hasta al vigésimo aniversario: «Tejer relaciones que generan vida».

¡Qué así sea!

Transcripción: Glaucia de Ramírez

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