Publicado el 2017-03-01 In Vida en alianza

En el día de la Alianza, Roma saluda a la Hermana Fátima y al Padre Alfredo

ITALIA, Federico Bauml •

Roma, 18 de Febrero de 2017. Casi doscientas personas. Miembros y amigos del Movimiento de Schoenstatt, se dieron cita en el Santuario Cor Ecclesiae para la fiesta de despedida de la Hermana Fátima y del Padre Alfredo, dos columnas del Movimiento en Italia.

Los saludos siempre tienen un velo de melancolía, sobre todo cuando al saludar se despide a quien ha dado tanto, y que ha llenado un espacio importante. Pero también es cierto que la melancolía de un saludo es siempre proporcional a la alegría de las experiencias compartidas. Y cada alegría debe ser una fiesta.

Y justamente esto tuvimos el sábado por la noche, en el día de la Alianza: una fiesta. Antes en la Misa, el momento más importante, y después con los testimonios, el video, la cena y – como en cualquier fiesta – con la torta. La concurrencia fue como la de las grandes ocasiones, casi doscientas personas, entre Hermanas, sacerdotes, familias y jóvenes, también una representación de los Guardias Suizos. Cada detalle fue muy cuidado, típico de quien desea hacer un lindo regalo para saludar a quien reviste una enorme importancia en su propia vida.

En esta mágica atmósfera se ha desarrollado la fiesta de despedida de la Hermana Fátima y el Padre Alfredo, Superiora de las Hermanas de María y Responsable de la Juventud del Movimiento, respectivamente. Después de años al servicio del Movimiento en Italia, tras las construcciones, conquistas y desafíos, ahora ambos parten para Sudamérica.

La Hermana Fátima y el Padre Alfredo, tan diferentes y tan semejantes.

Ella, elegante y sobria, con su acogida discreta y el deseo, enorme de que siempre más personas visiten el Santuario. Pocas, simples palabras, en las cuales se trasluce una insostenible emoción.

Él, con esa exuberancia latinoamericana y su sonrisa contagiosa, un chico en medio de sus chicos y una frase, “caminamos juntos”, como manifestación de una vocación. Una homilía con la voz quebrada y una invitación a volar, que suena como promesa de un futuro que será mejor y que está en nuestras manos.

Diferentes pero unidos por el amor al Movimiento y por nuestro país, y por una vocación misionera tan querida por el Padre Kentenich, pueden transformar una despedida en un momento de alegría.

¿Los extrañaremos? Seguramente. Pero cuando suceda, podremos refugiarnos en las enseñanzas de San Pablo:

«¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom 8,35.37-39).

Gracias por todo y hasta pronto.

Caminamos juntos.

 

Original: Italiano. Traducción: Rosita Ciola, Buenos Aires, Argentina

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