Publicado el 2015-05-23 In Vida en alianza

Cincuenta años del Santuario de La Plata

ARGENTINA, La Plata, Ricardo Moro •

Durante este año, la Familia de la Arquidiócesis de La Plata tendrá un doble festejo: por un lado, celebraremos los primeros cincuenta años de la bendición de nuestro Santuario de la Liberación y, por el otro, los primeros cincuenta años de la liberación del Padre fundador de su exilio en Milwaukee. Un festejo que bien podría ser triple, porque fue el Arzobispo de La Plata de hace 50 años quien, además de construir y bendecir el Santuario, ordenó a los primeros Padres de Schoenstatt. Por eso queremos hoy compartir un poco de nuestra historia que es la historia de todos.

El único Santuario construido por un Obispo

El Santuario de La Plata es el único construido por un Obispo. Corría el año 1959. Por ese entonces, Florencio Varela pertenecía a la Arquidiócesis de La Plata y Monseñor Antonio Plaza decide visitar Nuevo Schoenstatt para conocer el Santuario. La Hermana Úrsula le habla a Monseñor sobre el Padre José Kentenich, que estaba en pleno exilio en Milwaukee. El Arzobispo, interesado en el tema -que desconocía-, le promete ocuparse de su rehabilitación cuando viaje a Roma para el Concilio Vaticano II. Durante los años 1962 y 1963, Monseñor Plaza trabaja en el Concilio junto a los Obispos schoenstattianos y en 1963, por pedido de la Hermana Úrsula, ordena sacerdote a Günther Boll. En este tiempo, Monseñor le confiesa a la Hermana su sueño: «Aquella noche, luego de que usted me contara que el Padre Kentenich estaba acusado ante el Santo Oficio, vi un Santuario en el jardín de mi Curia y muchas Hermanas de María que entraban y salían». Llegado el año 1965, Monseñor quiere ofrecer el Santuario a la Virgen como precio por la liberación del Padre: todos tenían la convicción de que cuando finalizara la construcción el Padre quedaría libre. El 20 de enero de ese año comienza la nivelación del terreno, y ese mismo día la comunidad de los Padres de Schoenstatt regala el cuadro de la Mater para el Santuario de La Plata. El 11 de marzo, en presencia de Monseñor Plaza y de todas las Hermanas de María, se comienzan a cavar los cimientos. Dos días después, en un acto emotivo y único, las Hermanas se hunden en los fundamentos excavados, formando una cadena y expresando con este gesto que deseaban ser hundidas en la tierra como precio del rescate por la liberación del Padre y por la fecundidad del Santuario.

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Foto: P. José Neuenhofer, P. Günther Boll, Hna. M. Ursula, Mons. Plaza (de izq.)

«Símbolo de la inserción de toda la Obra en la Iglesia»

El 30 de mayo las Hermanas peregrinan desde Buenos Aires llevando como piedra fundamental todos los aportes ofrecidos al Capital de Gracias. Entre los muros del Santuario que se estaba levantando, colocaron un documento y la oración que rezaron en ese momento ya marcaba la misión del futuro Santuario: «…Que este Santuario sea símbolo de una profunda inserción de toda la Obra en la Iglesia… Te pedimos no sólo el crecimiento espiritual de nuestra diócesis, sino también que la Obra de Schoenstatt florezca en La Plata y que traiga abundantes frutos a la sombra de la Catedral».

El 15 de agosto de 1965, a las 15.30 hs, Monseñor Plaza bendice e inaugura el Santuario, celebrando en él la primera Misa.

A la sombra de la Catedral

IMG_7914Nuestro Santuario tiene algunas originalidades que lo hacen único: no nace por voluntad o por vocación de la Familia, sino por decisión de un Obispo y además está construido en los jardines de la Curia platense. Pero lo que realmente lo hace único es que está a la «sombra de la Catedral», siendo sus cimientos tan profundos, que marcan la inserción de la Obra de Schoenstatt en el Corazón de la Iglesia.

Un mes más tarde, el 15 de septiembre, las Hermanas reciben un telegrama anunciando que el Padre había sido llamado a Roma. El 31 de octubre hacen una nueva peregrinación a pie desde Florencio Varela hasta la Catedral de La Plata, llevando en sus manos cadenas como símbolo de las cadenas que debían romperse para liberar al Padre y a la Obra. Al arribar al Santuario, ofrecen a la Mater el sacrificio de la marcha heroica. Al regreso a Nuevo Schoenstatt, la Hermana Úrsula recibe un telegrama en el que le dicen que el Padre había sido liberado.

Nos llena de alegría el poder festejar como Familia estos acontecimientos. Son, sin duda, el centro de todo el trabajo del año. Esto implica no solo festejar, sino también renovar nuestra misión, la de la Familia y la del Santuario, y proyectarnos hacia el futuro, hacia los próximos cincuenta años. Esta renovación significa asumir el compromiso de llevar a la vida la liberación del Padre, liberación que hacemos efectiva en nuestro actuar cotidiano, realizando «lo ordinario de manera extraordinaria». Esta es nuestra misión, y bien sabido es que «cuando uno tiene una misión debe cumplirla», sabiendo con absoluta certeza que «la Madre cuidará perfectamente».

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Fotos: Claudia Echenique

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2 Responses

  1. Cecilia dice:

    ¡Allí estaré si Dios y la Mater quieren!

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