P. Enrique Grez •
El Museo Thyssen-Bornemisza nos ofrece una retrospectiva del pintor belga René Magritte. La muestra se parece a un concierto de acertijos. Aun cuando se trate de una pintura limpia y ordenada, apolínea, el autor nos somete a un bombardeo de interrogaciones que ponen en remojo nuestras certezas. Se trata de un ejercicio deconstructivo que produce desconcierto, pero que al mismo tiempo nos permite apreciar la fragilidad de las categorías con las que solemos juzgar el mundo. —

René Magritte – The Treachery of Images (This is Not a Pipe), 1929, photo: CC BY-NC 2.0 by Thomas Hawk; en https://publicdelivery.org/magritte-not-a-pipe/]
Cuando niño me encantaba tomar los libros de arte que mi madre tenía en su anaquel. El de Magritte era uno de mis favoritos y se lo solía mostrar a mis amigos cuando venían a casa. Cada ilustración era como una adivinanza. En una primera mirada los cuadros me parecían muy normales y legibles, diferentes del resto del arte contemporáneo, desordenado y lleno de manchas. En Magritte una pipa era una pipa, un cerro era un cerro y un hombre con sombrero, eso, un hombre con sombrero. Sin embargo detrás de la estética casi realista se escondían enigmas estupendos: resulta que bajo la pipa decía: esto no es una pipa, las rocas más altas del cerro escondían la cabeza de un águila, y el hombre con sombrero miraba el fondo del cuadro desde la misma posición que nosotros, los espectadores.
Ya mayor sigo disfrutando de la obra de Magritte. Pero he descubierto que no se trata sólo de entretenimientos ingeniosos. En sus tonos pastel, su línea clara y su aparente frontalidad tenemos verdaderos tratados de filosofía y semiótica. Sus cuadros ponen en cuestión el significado de asuntos tan delicados como el autor, el objeto pintado y el marco; hace crujir temas centrales: la observación, la representación, el ser y su negación. Lo peor es que plantea estos dilemas sin pestañear, como si no importara echar por tierra propuestas comunicativas milenarias. Si bien este camino de controversia lo habían iniciado sutilmente artistas tan relevantes como Velázquez y Bernini, la práctica pictórica de Magritte alcanza niveles de subversión inauditos.
¿Estás seguro de que el cuadro muestra aquello que tú te imaginas?
La muestra del Thyssen es generosa. Contiene más de 90 obras en un abanico temático amplio. Tenemos en sala algunas de los óleos más famosos del autor como “La llave de los campos”, la “Tentativa de lo imposible” y una versión en tinta china de “La traición de las imágenes”. La visita a la exposición es intensa: somos interpelados una y otra vez por las incógnitas de Magritte. Apenas descansamos la vista en una de sus ordenadas composiciones, de esas con cielos celestes moteados de nubes infantiles, recibimos la arremetida deconstructiva de sus exámenes: ¿Estás seguro de que el cuadro muestra aquello que tú te imaginas? ¿Es la realidad tal como decimos que ella es? ¿Qué es una imagen? ¿Qué es imaginar?
Sus preguntas son inquietantes y se instalan profundamente en nuestro intelecto mientras recorremos la exposición o al hojear un libro monográfico de Magritte. Desconcertado, un lector de esta página devocional podría preguntarse ¿por qué este curita trata de confundirnos con estas temáticas tan extrañas? Esta misma columna parece convertirse, palabra tras palabra, en una especie de cuadro surrealista. Pero mi respuesta es que este asunto es de la máxima importancia.
La peste, las crisis económico-sociales y las batallas culturales nos inquietan. Recurrimos, entonces, a nuestra batería de doctrinas invariables para defendernos de la inseguridad. En tiempos donde impera el miedo y el odio, tiempos como los de Magritte o el nuestro, nos llenamos de certezas. Lo hacemos instintivamente, sin mala voluntad. Pero no nos hace bien; si no lo dominamos, el pavor y las verdades incuestionables nos pueden llevar a cometer errores, crímenes incluso. A los cristianos también. No sería la primera vez. Puede que Magritte, y tantos otros artistas, nos hagan un favor al platearnos con amabilidad una serie de acertijos deconstructivos que bien pudieran ser el vade-retro de algunas posturas rígidas que abrazamos con un poco de fanatismo.
En la edad media el grifo, animal mitológico con cabeza y alas de águila y cuerpo de león, representaba la potencia de Dios, ante quien quedamos desarmados. Los logo-grifos de Magritte son, quizá, algo similar: artefactos que demuestran el poder del misterio. Son como enigmas que nos desarman para volver a mirar el mundo con un poco de humildad.
Ficha Técnica
TÍTULO: | La Máquina Magritte |
LUGAR: | Museo Thyssen Bornemisza, Madrid. España |
DURACIÓN: | del 14 septiembre de 2021 al 30 de enero de 2022 |
COMISARIO: | Guillermo Solana |
DESCRIPCIÓN: | Exposición con obras plásticas surrealistas |
ENLACE: | https://www.museothyssen.org/exposiciones/maquina-magritte |
INFORMACIÓN: La presente columna trata sobre una muestra de arte que se lleva a cabo en una ciudad en particular. Se entiende que no todos los lectores pueden visitarla. Para que la distancia no sea un impedimento al goce, se sugiere la visita a la página web del museo, donde se pueden admirar algunas de las obras más destacadas. Asimismo la columna es una invitación a la contemplación de obras de arte afines que estén más a mano.