Publicado el 2020-11-14 In José Kentenich, Temas - Opiniones

La imagen de mujer

Por María Rosario Zamora, Chile •

Cuando vuelvo a leer sobre las acusaciones de maltrato en contra de mujeres religiosas, surge en mí el conflicto acerca del modelo de mujer bajo el cual se crearon nuestras instituciones en contraposición a ese modelo igualitario que hoy se quiere construir. Estas formas de maltrato, que hoy las mujeres denuncian en todas partes del mundo, son resultado de una imagen que se tiene de la mujer, una imagen que no es ajena a la Iglesia Católica. Gracias a los movimientos feministas, hoy podemos cuestionarla y reflexionar sobre hechos del pasado y la actualidad.—

La mujer en el transcurso del tiempo

“Retrocedamos en la historia de la humanidad buscando la silueta de la mujer, en las diferentes edades de la Tierra. La encontraremos más humillada y más envilecida mientras más nos internemos en la antigüedad. Su engrandecimiento lleva la misma marcha de la civilización; mientras la luz del progreso irradia más poderosa sobre nuestro globo, ella, agobiada, va irguiéndose más y más.

Y, es que a medida que la luz se hace en las inteligencias, se va comprendiendo su misión y su valor y hoy ya no es esclava de ayer sino la compañera igual. Para su humillación primitiva, ha conquistado ya lo bastante, pero aún le queda mucho que explorar para entonar un canto de victoria”. Gabriela Mistral, 1906, La voz de Elqui.

Paradójicamente, el modelo de mujer que queremos cambiar ha provocado que nos sintamos discriminadas como un grupo minoritario, a pesar de que en realidad somos la mitad de la humanidad. Es en este contexto en el que entiendo la palabra “patriarcado” que se grita desde todos los confines del planeta para lograr su eliminación en todas sus expresiones de nuestra sociedad.

Debemos reflexionar con urgencia si acaso los cimientos de nuestras instituciones están equivocados, debido a la errada imagen de la mujer en la cual se fundaron. Esto nos lleva a analizar el trato que se les ha dado a las mujeres durante siglos en la Iglesia. Lamentablemente, comprobamos en los hechos que hemos sido relegadas a una segunda categoría. En la antigüedad, las mujeres eran entregadas como diezmo a la Iglesia por su propia familia (Santa Hildegard von Bingen, 1098-1179), casadas a la fuerza y subordinadas al hombre, y consideradas finalmente útiles sobre todo o únicamente para la procreación y los trabajos domésticos.

Ya lo dice Santa Teresa de Ávila:

No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas… que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habías de oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que -como son hijos de Adán y, en fin, todos varones- no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa” (Camino de Perfección, cap. 3).

El recelo contra Eva

Esta desconfianza y sospecha responde siempre a un miedo hacia la riqueza de la mujer, a su capacidad de pensar y reflexionar, que muchas veces se opone a la masculina, y también a su sexualidad, porque la mayoría de las formas de dominación hacia la mujer se manifiestan en ataques contra ella en este ámbito específico (abuso sexual, violación, etc.), y en caso de no hacerlo, al menos esconderla, ya que se la considera como  mala o perversa, lo cual se demuestra en la ropa o en el lugar que ocupan las mujeres frente a lo sagrado. Esto pone en evidencia una vivencia primitiva de sacralidad relacionada a la energía sexual; a las cosas o personas con tal energía es necesario situarlas, controlarlas, limitarlas. La explicación de ese temor estaría en la percepción de la mujer como la que tiene el poder de dar la vida (María Teresa Porcile Santiso, La mujer, espacio de Salvación. Misión de la mujer en la Iglesia, una perspectiva antropológica, 1991).

Este pensamiento se relaciona con la imagen de Eva, la primera mujer de la Biblia. En una de las acusaciones que hoy conocemos gracias a las investigaciones de Alexandra von Teuffenbach, la hermana Mariosa señala: “Cuando se dio cuenta de lo difícil que era para mí [acceder a lo que me pedía] y mientras aún estaba bajo la mesa, me destruyó moralmente: me insultó diciéndome lo sucia y depravada que yo era, que merecía ser pegada, que era una Eva horrible, que deberían encerrarme, y muchas otras cosas que ahora, treinta años después, no recuerdo con exactitud[1].

Despreciando en lo profundo esta actitud que deshumaniza y provoca rabia, me surge de nuevo una pregunta: ¿Porque se relaciona a la primera mujer Eva con característica negativas? ¿Por qué ella no es modelo de mujer? Recuerdo una anécdota de la juventud, cuando íbamos con otras jóvenes a campamento del movimiento y en una actividad se recortaron figuras de mujeres de unas revistas (todas modelos o actrices) a las que había que arrojarlas a una fogata con la consigna: “¡Mata a tu Eva!”.

Con esas palabras negativas “eres una Eva” se quería simbolizar una contradicción con la mujer ideal, y se daba a entender que sus características solo tienden al pecado, reduciendo así a la mujer “corriente” a un ser malo y despreciable.

Creo que debiéramos replantear esa idea, valorizando a esa supuesta primera mujer que vivió plenamente las alegrías y dificultades de la vida, que se equivocó y sufrió, pero que se enfrentó a la tribulación y debió vivir plenamente en la tierra, con todo lo que ello significa. Reconocer a esa mujer disminuye nuestras expectativas de perfección y nos enfrenta con nuestra realidad que transita entre aciertos y fallas.

Admiro entonces a esas mujeres reales, a esas mujeres que, a pesar de todos los perjuicios y dolores, y de haber sobrellevado una experiencia de despreciable maltrato y abuso, lograron ser fieles a su conciencia y vocación, señalando claramente el error de quien se hacía llamar “Padre”. Valoro entonces esa gallardía y espíritu de lucha de quienes, siendo fieles a sus convicciones, fundaron una comunidad religiosa y sirvieron en ella hasta el final de sus días.

Que surja una nueva imagen de mujer

Vuelvo a preguntarme: ¿Sobre qué modelo de mujer se funda este movimiento? Es triste revisar los casos que últimamente hemos conocido. Por eso no nos podemos quedar en el pensamiento del siglo XX. Por el contrario, debemos avanzar. Es necesario preguntarnos cuál es el modo en que vamos a tratar a la mujer frente a lo que estamos conociendo hoy, ya que cuando existe una sumisión habitualmente aceptada como el “destino de la mujer” o como “voluntad de Dios”, esto termina manifestándose en la aceptación de abusos sexuales y de poder, y en la obediencia ciega.

Con esta mirada que hemos naturalizado a lo largo de nuestra vida, nos hemos juzgado como inferiores al hombre, sin reconocer nuestras posibilidades ni valores y, por lo tanto, sin asumir nuestra responsabilidad en la construcción de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia. Adoptamos así, inconscientemente, actitudes infantiles como “pedir permisos”; sufrimos el temor a ser abandonadas, golpeadas, a quedar desprotegidas, sin apoyo. Nos sentimos inferiores, más débiles, y aceptamos, con fatalismo, los castigos físicos y psicológicos.

Hoy las mujeres levantan su voz y pensamiento en el mundo, negándose a todas estas formas de abuso. Como mujeres cristianas no podemos quedarnos calladas frente a esta realidad. Tenemos que pensar y revisar nuestro interior y preguntarnos si podemos presentar nuevas formas de ser mujer o si solo vamos a quedarnos en la crítica.

Creo que, en este momento, debemos buscar un modelo mariano actual, transitando desde el modelo de María del silencio al de María de la palabra, ya que el modelo mariano puede ser vehículo tanto de una visión subordinada de la mujer como de otra liberada y liberadora, según canonice determinadas actitudes femeninas. (Virginia Azcuy, Reencontrar a María como modelo. Interpelación feminista a la mariología actual, pág. 166).

De esta manera busquemos en el evangelio. En las Bodas de Caná (Jn 2, 1-12) es María quien presenta al Salvador, es ella la que ve la necesidad y la angustia que deben haber tenido quienes organizaban la fiesta y es capaz de empatizar con las dificultades de la vida más corriente. Le dice a su hijo “no tienen vino” y, a pesar de su negativa inicial, ella con fe llama a los sirvientes y les ordena “Haced lo que él os diga”, produciéndose finalmente el milagro que inicia la vida pública de Jesús. Ese es el modelo de mujer que nos identifica y nos anima a seguir adelante.

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María Rosario Zamora, chilena, abogada, profesora en la Facultad de Derecho, miembro de la Federación de Familias de Schoenstatt.

 

 

 

 

[1] http://magister.blogautore.espresso.repubblica.it/2020/11/02/%e2%80%9cme-decia-que-apoyara-mi-rostro-en-su-regazo%e2%80%9d-el-fundador-de-schonstatt-educaba-asi-a-sus-religiosas/

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2 Responses

  1. Víctor Juárez Honorio dice:

    Rosario gracias por tu aporte en un tema complejo, apropiado para nuestros tiempos, de desafío y donde se necesitan voces desde todo punto de vista
    Desearía aportar, algunos antecedentes históricos:
    1 Visitación a la obra de Schoenstatt 1949
    2 Visitación a la obra de Schoenstatt 1951 -1953
    3 Visitación a la obra de Schoenstatt 1963
    Para poner en contexto las fechas de las visitaciones apostólicas, y entender el entorno cultural de cada época, hay visitaciones no públicas de la Diócesis de Treveris.
    Si se tienen en cuenta las expresiones de Pablo VI al afirmar que María es algo totalmente distinto a una mujer de religiosidad alienante, 1 y de Juan Pablo II al postular que ella es, junto a su Hijo, la imagen más perfecta de la libertad y la liberación del cosmos y de la humanidad, 2 se hace evidente la inquietud eclesial de un redescubrimiento de la figura de María a la luz de los retos antropológicos y sociales de nuestra época. (REENCONTRAR A MARÍA COMO MODELO INTERPELACIÓN FEMINISTA A LA MARIOLOGÍA ACTUAL Virginia Raquel Azcuy Proyecto 39 (2001) 163-185)
    La autora que hace mención el artículo hace mención que la Iglesia esta cambiando la actitud frente al trato de la mujer frente al patriarcado existente, el proceso es lento, pero se van dando pasos.
    En el A.T. en Pr. 31,10-13,19-20,30-31 encontramos una exaltación de la mujer en su sensibilidad, ser solidaria, trabajadora, artesana en su época, acogedora.
    En el N.T. Lc 1, 46-56 en el Magnificat María exalta la dignidad, alegría, su opción por los humildes y los pobres, Dios viene a llenar, a complementar.
    Heráclito nos dice “no es posible descender al mismo río” hay que buscar la armonía en la contradicción, así como buscamos respuestas a hechos ocurridos en épocas distintas a la de hoy con mucho cambio cultural y llenos de información, en búsqueda de transparencia, recordemos que somos cimientos para una Iglesia nueva, cimientos que se asientan sobre cimientos antiguos que hay que reforzar, cerrar fisuras, con una mirada nueva acogedora e inclusiva, donde la verdad prevalezca, la cual nos hará libres.
    “…Donde , triunfa el amor y reinan siempre la justicia y la verdad” H.P. 30

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