Publicado el 2020-04-10 In Alianza de Amor Solidaria en tiempos de Coronavirus, Temas - Opiniones

Viernes Santo – el precio de la reconciliación

MEDITACIÓN PARA EL VIERNES SANTO 2020, P. Elmar Busse •

Muchos de ustedes compraron juegos antes de que las tiendas cerraran, para que el tiempo en casa con los niños fuera más agradable. Algunos también buscaron en el estante las cajas con los rompecabezas gigantes de 1.500 o más piezas, para los cuales uno nunca se había tomado tiempo. Rompecabezas: lo típico. Pero no sólo estamos concentrados con los rompecabezas cuando armamos las piezas con dibujos. Porque somos buscadores de sentidos; y es que hay en cada uno de nosotros un anhelo de armar un gran todo con sentido a partir de las muchas pequeñas experiencias de los rompecabezas de cada día. La desventaja estratégica es que no tenemos una imagen global de lo que se podría armar a partir de las partes individuales. Nos basamos en la intuición, en las corazonadas. También en el Viernes Santo de 2020. Como cada Viernes Santo, cuando preguntamos: ¿Qué sentido tuvo la agonizante muerte de Jesús? —

Las generaciones mayores todavía están familiarizadas con la clave del significado del sacrificio o la expiación. Pero estas claves de significado tienen un desastroso efecto secundario: poner a Dios Padre bajo una imagen negativa: ¿Necesitaba él una cosa así? El padre Kentenich, que era un gran amante de la libertad, aceptó estas claves tradicionales de significado, pero vio en el hecho del Viernes Santo la compatibilidad entre el respeto de Dios por la libertad que le había dado al hombre y su omnipotencia, que puso a disposición a través de su amor infinitamente misericordioso.

„¡No dejaré que nadie arruine mi amor por ti, ni siquiera tu mismo!»

“¡No dejaré que nadie arruine mi amor por ti, ni siquiera tu mismo!”. Así le gritó una mujer a su esposo. Ninguno de ellos podía recordar de qué se trataba y cuál fue la razón de esa creciente disputa.

¿No es una declaración maravillosa la que esta mujer le lanzó a su marido? Lo que había salido tan espontáneamente de su boca, demostraba una libertad e independencia interior. En la fase del enamoramiento, ambos habían reaccionado a las virtudes: a las reales y a las supuestamente existentes, porque todos soñaban con haber encontrado al príncipe o a la princesa de cuento de hadas. La chispa proverbial se había encendido. Pero ambos ya se habían dado cuenta antes de su boda que el amor es algo diferente a un primer enamoramiento. Este último se contenta con reaccionar, pero el amor maduro tiene algo que ver con la decisión. “Te amaré, te honraré y te respetaré». Eso es lo que querían prometerse en el altar. Y en el Grupo Bíblico Juvenil, la palabra de Jesús sobre el amor a los enemigos los había impresionado profundamente: “Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mateo 5, 44-48)

Así que no quedarse atascado en reaccionar, sino ser proactivo. Esta era la nueva palabra que se había convertido en una palabra de moda en su peña de jóvenes.

¿Amar al enemigo dentro de tus propias cuatro paredes?

Luego vino el curso de preparación para el matrimonio. Afirmar interiormente que el matrimonio debe ser el campo de entrenamiento diario para el amor a los enemigos – al principio, eso los dejó a ambos sin palabras. Al mismo tiempo también fue fácil de entender: la persona que está más cerca de mí también será la que más a menudo me haga daño y tal vez más profundamente. Es el precio que se paga por la cercanía física y emocional.

Es como en las lecciones de baile: se pisan los pies del otro cuando se baila en pareja – no por estar enfadado y querer hacerle daño al otro, sino que por torpeza, por falta de flexibilidad y por falta de coordinación de los pies y las piernas.

Quien se refugia inmediatamente en el papel de víctima, tras una herida causada por su pareja y saca provecho moral de serlo, le resulta más difícil perdonar al otro y pulsar el botón de reinicio de la relación, por así decirlo.

El perdón es más fácil si se confía en los poderes de autocuración del alma. Porque ella los tiene, al igual que el cuerpo. De niño, si me lastimaba la rodilla, la herida se desinfectaba y, dependiendo de su tamaño, se trataba con un parche o un vendaje. Cuando me quitaban el parche después de unos días, para mí era muy tentador raspar la costra de la herida. Luego la herida comenzaba a sangrar de nuevo. Si me pillaban haciendo eso, me increpaban: “¡Deja eso! ¡O se te infectará la herida con tus uñas sucias!». De hecho, después de algún tiempo la rodilla sanó. Confiar en los poderes de autocuración del alma y no atascarse en la autocompasión y abrir una y otra vez la vieja herida por un sentido de justicia herido o lo que sea.

Quien confía en los poderes de autocuración de su alma puede experimentar que las heridas sanan.

Tomar la iniciativa

“Si alguien te golpea la mejilla derecha, pon la otra mejilla.” o “Si uno te obliga a ir una milla con él, ve dos con él.” Jesús no dice: “Aguanta siempre todo», pero Jesús dice en ese momento que hay situaciones en las que uno está claramente en la posición de víctima o siente claramente su propia impotencia y no puede atacar o huir.

Esta impotencia corroe tu autoestima y te preguntas cómo puedes salir de esta situación. Sólo existe una posibilidad: tomar la iniciativa; es decir, la iniciativa pasa del agresor a la víctima. Sólo tienes la posibilidad de hacer más en la dirección de donde viene la presión, pero no en el sentido opuesto. Si haces más por sentirte obligado, la iniciativa recae en ti.

Gereon Goldmann, el hombre que recogía trapos de desechos en Tokio, a menudo llevaba una alcancía a un rincón del puerto para recoger dinero. Una vez alguien le escupió. Se quedó tranquilo y dijo: “¡Eso era para mí, y ahora quiero algo para mis pobres!» El otro quedó tan atónito que en realidad donó algo. Eso no es debilidad, sino que es poseer una gran fuerza para poder reaccionar de esta manera.

O en el juicio de Jesús: “Si he dicho algo malo, demuéstramelo. Pero, si lo que dije es correcto, ¿por qué me golpeas?” No podemos interpretar el sufrimiento de Jesús como alguien que siempre lo aguantó todo. De lo contrario no habría podido evitarlo en el pasado, que es lo que hizo; o llevó a la gente por la pendiente resbaladiza mediante preguntas ingeniosas.

“El proyecto redención ha fracasado. Son demasiado estúpidos para eso».

El gran conflicto que tuvo Jesús fue: “¿Qué hago ahora como Hijo de Dios, como Redentor, cuando la gente me rechaza?” Pudo haber dicho – esto es sólo una interpretación – el Jueves Santo: “El proyecto redención ha fracasado. Ustedes son demasiado estúpidos para eso. Ahora celebraré con ustedes una cena de despedida y luego me iré directamente al cielo. Solucionen ustedes solos su mugre…”

Eso podría haber sucedido. Pero entonces la estupidez y la maldad de los hombres habría sido más fuerte que el SÍ de Dios a los hombres, su voluntad de redimirlos. En ese momento Cristo no tuvo otra opción si quería mantener su plan de salvación. Quería demostrar: ¡Mi amor es más grande que su estupidez y su maldad! Pero al mismo tiempo mantiene el respeto por la libertad humana. Dios se comprometió a esto cuando les dio la libertad a los seres humanos en la mañana de la creación. Entonces debe respetarlos.

Bajo estas circunstancias, Cristo no tuvo otra opción que aceptar que sería destruido físicamente. Ustedes me pueden rechazar, me pueden matar, pero hay una cosa que no pueden hacer: no pueden hacer que les diga NO a ustedes. Este es el significado profundo. El SÍ de Dios es más fuerte que la maldad y la estupidez de los hombres.

No puede evitar decir SÍ a los humanos. Este SÍ de Dios al mismo tiempo respeta con gran reverencia la libertad que Dios le ha dado al hombre.

En el momento en que el hombre pecador rechaza a Dios, Jesús no deja jugar su omnipotencia y revela su gloria. Así es como les hubiera gustado a los fariseos: “Baja de la cruz, y con gusto creeremos en ti». Hazlo lo más simple posible. ¡Manipúlanos! Jesús no hace eso, y con eso nos ha redimido.

Más fuerte que la estupidez y la maldad de los hombres

Su SÍ hacia nosotros fue más fuerte que la estupidez y la maldad de los hombres. Con su perseverante SÍ construyó un puente sobre el abismo del NO, por el que nos sentimos fuertemente rodeados a veces más, a veces menos. “El yo, que ama de verdad, sale de sí mismo para vivir con Dios y con el prójimo, y sólo entonces se siente realmente en casa. Cuando esto sucede, hemos cruzado el puente de la tierra del egocentrismo a la tierra de la verdadera y plena generosidad” (Miroslav Volf) [i] Tales momentos también pertenecen al perdón. Perdonar también duele. Mantener el SÍ a quien me ha hecho daño no es para los debiluchos. ¡Eso duele! Pero tenemos que decirnos a nosotros mismos: “Puedo soportarlo. No dejaré que me pongas a la defensiva». Volvamos al grito del principio: “No dejaré que nadie destruya mi amor por ti, ¡ni siquera tu mismo!”

El Viernes Santo se nos permite realizar de nuevo con asombro y escalofrío, con qué radicalidad y con qué libertad interior Jesús lo hace realidad. En la epístola a los romanos, San Pablo formula drásticamente: “Pero, allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» ( Rom 5,20) Y para aquellos que no pueden perdonarse sus fracasos, San Juan escribe: “Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas”. (1 Juan 3:20)

No hay alternativa al perdón para que el futuro sea posible. Sólo el que puede perdonar puede ser fiel, es decir, es capaz de perseverar en su SÍ del comienzo.

La conmemoración del Viernes Santo está marcada por el alto precio que Dios estaba dispuesto a pagar para perseverar en su SÍ a nosotros los seres humanos.

Y el Viernes Santo nos alienta: con su apoyo, con su gracia, nosotros también somos capaces de perseverar en nuestro SÍ y renovarlo una y otra vez. “¡No te lo mereces, pero lo necesitas!». Este comentario acompañó al abrazo que una madre dio a su pequeño delincuente. Él no contaba con esto.

Una nueva cultura de misericordia

El teólogo Reinhold Bärenz cuenta una experiencia de su infancia: Cuando tenía ocho años, su madre lo envió a la tienda del pueblo para ir de compras. Mientras hacía la cola en la tienda, se paró junto a la cesta con pastelitos. No pudo resistir la tentación y guardó uno en el bolsillo de su pantalón. En casa puso su tesoro en la mesita de noche. Inesperadamente su madre entró y sus ojos se posaron en el pastel e inmediatamente surgió la pregunta: “¿De dónde has sacado esto?» – Así que no pudo evitar decirle la verdad. La madre respondió: “Debes devolverle inmediatamente esto a Paula” – ese era el nombre de la dueña de la tienda. El camino de vuelta a la tienda fue interminable. Esperó hasta que los últimos clientes salieron de la tienda. Luego entró en la tienda. De pie ante Paula, abrió su mano derecha con el pastelillo y se lo entregó. Sus ojos estaban fijos en el suelo. Luego miró a Paula para ver cómo ella reaccionaría. Paula salió de detrás de su mostrador, lo tomó de la mano izquierda y lo llevó en silencio al lugar de los hechos. Entonces ella misma tomó un segundo pastelillo, lo colocó en su mano izquierda, y juntó las dos manos del chico. Un gesto que le era muy familiar desde la época en que su madre le enseñó a rezar – Reinhold interpretó esta experiencia como una experiencia sorprendente que la gracia de Dios no conoce límites.[ii]

Kentenich describe tal experiencia como: “El punto de ruptura en la naturaleza se convierte en el punto de irrupción de la gracia.”

¡Así que dejémonos tocar y animar por el SÍ radical del Hijo de Dios, como se hizo visible en el Viernes Santo! El matrimonio es, en efecto, el espacio cotidiano de amor a los enemigos. El fruto de este entrenamiento es una mayor libertad interior, la superación de la autocompasión y una nueva cultura de la misericordia. Este microclima dentro de nuestras cuatro paredes es bueno para todos, para nosotros los que residen allí, pero también para los invitados, que esperamos que puedan visitarnos pronto.

Foto: Cathopic

[i] Miroslav Volf, Umsonst. Geben und Vergeben in einer gnadenlosen Kultur. Brunnen-Vlg Wetzlar 2012, S.64.
[ii] Reinhold Bärenz, Wann essen die Jünger? Die Kunst gelassener Seelsorge. Herder-Vlg. Freiburg 2008, S.12f.

 

Original: Alemán 09/04/2020. Traducción: Tita Andras, Viena, Austria/mar

 

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1 Responses

  1. Mechi dice:

    Muy buena reflexiòn en torno a la reconciliaciòn.
    Pràctica y con una mirada màs terrenal.
    Gracias!

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