Publicado el 2016-07-18 In Temas - Opiniones

Independencia

Por P. Guillermo Carmona, Director Nacional del Movimiento de Schoenstatt en Argentina •

En estos días, en que celebramos (en Argentina) el Bicentenario de la independencia, los invito a reflexionar sobre el concepto independencia, más allá de su significado e implicancia en la historia política. Podemos, en este sentido, preguntarnos acerca de nuestro ser independiente y cómo vivimos positivamente ese atributo en nuestra vida diaria.

La independencia se relaciona con la libertad y la autonomía. Llegar a ser ese hombre nuevo que Schoenstatt propone, implica ser un hombre libre y autónomo, un hombre con una personalidad independiente.

Aceptación de sí mismo

La autonomía comienza con una aceptación de sí mismo orientada a la valoración y al compromiso consigo mismo. Quien se acepta como es, con sus cualidades y carencias, no corre el riesgo de mimetizarse con otros perdiendo su identidad y perfil propio. Esto no significa que debemos conformarnos y convertirnos en seres pasivos. Al contrario, deberíamos poder vivir buscando ese equilibrio entre lo que soy y lo que debo cambiar para ser más pleno, para ser mejor persona. Cada día se nos presenta esa posibilidad de ser lo que soy y a la vez de realizar algún cambio aunque sea pequeño.

Independencia de la opinión de los otros

La autonomía implica obrar según nuestro criterio, con independencia de la opinión de los otros. Quienes nos rodean no deben manipular nuestro actuar. Es bueno dejarse inspirar por modelos humanos, pero una cosa es valorar a alguien y otra, muy distinta, idolatrar. La autonomía no invalida que escuchemos a quienes están a nuestro alrededor. Sus juicios pueden ser indicativos pero no deberían ser determinantes. Independiente es aquél que no depende de los otros para decidir que debe hacer pero, a la vez, mira, escucha y analiza lo que otros pueden tener para decirnos.

Independencia emocional

Una de las independencias más difíciles es la emocional. Depender en demasía del beneplácito, de la cercanía o lejanía, del aplauso o la crítica de quienes amamos, no ayuda. No son los otros quienes determinan el nivel de felicidad: ella depende de cada uno y de la actitud con la cual enfrentamos nuestra vida.

Desprendimiento

El camino de la independencia transita también estaciones de desprendimiento: la partida de un hijo o de un amigo íntimo, un trabajo del que nos despiden, alguien con quien nos enojamos y dejamos de vernos, el abandono de alguien a quien amábamos. Ser libre no es fácil, implica asumir los fracasos y las injusticias. Es mantenerse firme en el camino, si nuestra conciencia moral nos apoya, ante quien no comparte mis valores, mi sinceridad, mi honestidad o mi forma de vivir.

Quizás también el camino nos detenga en estaciones de soledad. No tengamos miedo y descendamos. Si se saben aprovechar, las épocas en solitario pueden ser sumamente fructíferas y pueden fortalecer nuestra personalidad independiente.

Autonomía – central en la pedagogía del Padre Kentenich

Esta autonomía es central en la pedagogía y espiritualidad del Padre José Kentenich. Se fundamenta en el amor original del Padre y en la alianza con María. Ellos nos invitan a encarnar lo mejor de uno, el ideal personal, tan único, que no hay dos, como no hay dos huellas digitales iguales. Esta conciencia saca la mejor versión de uno mismo.

Jesús y María cuidan de nuestro corazón en este invierno, para que luzca como un jardín en primavera. Es el corazón que goza de lo que San Pablo llamaba en la Carta a los Romanos: “La plena libertad de los hijos de Dios”.

Deseo que la misericordia del Padre, que siempre sale a nuestro encuentro nos permita festejar hoy no sólo el Bicentenario sino también nuestra propia independencia.

Con mi saludo cordial y bendición,                                       
 
P. Guillermo Carmona

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