Por P. Oscár Iván Saldivar desde Tuparenda •
Nos encontramos ya en la víspera de nuestra gran fiesta del 18 de octubre, en la víspera de un día de gracias para todos los que creemos en el misterio de Schoenstatt; es decir, en la vinculación de María Santísima a este Santuario y en su acción fecunda en este lugar y desde este lugar, fruto de la Alianza de Amor que sellamos con Ella.[1]
En este día es bueno recordar las palabras que nuestro Padre Fundador dirigiera a la Familia en 1939, y aplicarlas a nosotros hoy, aquí y ahora: “Todo lo grande y valioso que hemos recibido durante este tiempo, en este santo lugar, está íntimamente ligado con la Madre, Reina y Señora de Schoenstatt. Simplemente Ella es el don que la sabiduría, bondad y omnipotencia divina ha querido regalar, de un modo especial, el 18 de octubre de 1914 a nuestra Familia y, por su intermedio, nuevamente al mundo entero.”[2]
Ella es el gran don
Sí, Ella es el gran don que se nos regala aquí en Tupãrenda como concreción de las palabras de Jesús a su discípulo: «Aquí tienes a tu madre» (Jn 19,27a). La Alianza de Amor con María hace concreta en nuestra historia personal esta palabra de Jesús.
Cada vez que sellamos Alianza de Amor con María, cada vez que renovamos conscientemente y con fe nuestra consagración a Ella hacemos nuestra la experiencia del discípulo amado: «Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como suya» (Jn 19,27b).
Por la Alianza de Amor nosotros le pertenecemos a Ella –Ella nos hace suyos-, Ella nos pertenece a nosotros –la hacemos nuestra-. En María, a quien en Tupãrenda experimentamos como persona viva, presente y actuante, recibimos el gran don de una aliada que es Madre, Reina y Educadora.
Recibimos sobre todo el gran don de su corazón maternal y de su mirada serena y misericordiosa. Sí, el corazón y la mirada de una persona viva, de un tú personal, al cual puedo entregarme sin temores ni reservas. A Ella puedo entregarle mis capacidades y límites, mi confianza y mis temores, mi fe y mis dudas, mis logros y fracasos, mi historia personal y familiar, mi arrepentimiento y mi anhelo… Ella todo lo recibe, todo lo guarda en su corazón y lo medita en presencia de Dios (cf. Lc 2,19) para así sanarnos, educarnos y enviarnos.
En sus manos y en su corazón toda nuestra vida adquiere sentido y plenitud, porque nuestra plenitud y felicidad se deciden en a quién le entregamos nuestro corazón.
Ella es el gran signo
La Sagrada Escritura presenta a la Santísima Virgen no solamente como el gran don que Jesús nos hace, sino también como el gran signo en el horizonte de la vida humana (cf. Ap 12,1).
En el lenguaje simbólico, propio del libro del Apocalipsis, la «Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12,1), representa a la Iglesia, al santo pueblo fiel de Dios, que con fe y fidelidad a Jesús se opone al otro signo presente en la vida de la humanidad: el «dragón rojo» (Ap 12,3), el adversario, el acusador de los hombres (cf. Ap 12,10). Sin embargo, la misma Iglesia reconoce en la «Mujer revestida del sol» a María Santísima, Madre del Salvador e imagen plena de la Iglesia.
Nuestra vida también se desarrolla en medio de la lucha del bien contra el mal… Lo experimentamos en nosotros mismos: ¡cuánto tenemos que luchar contra nuestro egoísmo y nuestro pecado! ¡Cuánto luchamos en nuestra auto-educación! Lo experimentamos en la vida de nuestra Iglesia y de nuestra patria: ¡necesitamos de una conversión pastoral en nuestra Iglesia! ¡Necesitamos decidirnos a luchar contra la corrupción en nuestra sociedad!
A veces podemos experimentar que el mal –el pecado, la indiferencia y la corrupción- se presenta como un gran dragón temible, capaz de arrastrar con su cola nuestros ideales y anhelos y precipitarlos sobre la tierra (cf. Ap 12,4). En esos momentos de angustia y oscuridad, nunca olvidemos que hay un signo aún más grande y potente que el dragón: María, la Mujer revestida del sol de Cristo; María, nuestra Madre y Aliada. Ella “brilla en nuestro camino como signo de consuelo y de firme esperanza.”[3]
Queridos hermanos y hermanas, en este día nos alegramos porque hemos recibido en María un gran don de la misericordia de Dios, y un gran signo de consuelo y esperanza. Por la Alianza de Amor, “como una verdadera madre, ella camina con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios.”[4]
Por eso renovamos con Ella nuestra Alianza de Amor, con la convicción de que este es nuestro camino para seguir a Jesucristo, con la convicción de que la Alianza de Amor con María nos hace más cristianos, nos hace más Cristo. Amén.
Estimado Oscar, buscando nuevamente el articulo que he leido la pasada semana sobre «Permanente e intima cercania de Jesus» sobre su Ascension, la busqueda me llevo a este: «Ella es un gran Don» (probablemente la Providencia del Señor, asi lo quiso). !
Soy schoenstattiano y colaboro con Maria Fischer en el «dream-team».
Estamos recien instalados en Seattle (USA) con mi Familia por ahora con un plazo de 3 años y luego … veremos.
Buscando emprender algun proyecto por aqui, intento ofrecer a una comunidad Hispanica parroquial de la region, las visitas Familiares de la VP, como para sembrar semillas de Schonestatt que puedan dar frutos.
Es muy directo y profundo el mensaje aqui escrito sobre nuestra Alianza de Amor y demas (herramientas para este proyecto), que me gustaria saber si puedo escribirte y mantener un contacto para que me ayudes a llevarlo a cabo.
Muchas Gracias !
En Alianza Solidaria desde Seattle !