Publicado el 2014-12-18 In Temas - Opiniones

¿Espero a Jesús, mi Salvador?

P. Javier Arteaga. Al contemplar este antiguo cuadro del Nacimiento, vemos a Dios Padre que desde el Cielo se inclina para mirar a su Hijo en Belén; vemos unos pastores escuchando el anuncio de los ángeles; vemos al Niño Jesús junto al amor de María y José, al calor de unos animales y en la intemperie de la noche. Todo es tan pobre y simple y sin embargo todos, con amor tierno y fiel, se inclinan, se abajan para adorar al Niño Dios.

Hace unos días un grupo de gente hablaba sobre lo difícil que es para muchos festejar la Navidad. A algunos les trae el recuerdo de seres queridos que ya no están porque fallecieron o las circunstancias los han distanciado. A otros les incomoda el encontrarse con familiares con quienes ni quieren verse. Otros dicen que en realidad no saben por qué “festejar” si en este año no hay nada por qué alegrarse. Y nos preguntábamos, ¿qué está marcando nuestro espíritu en estos días previos a la Navidad? ¿Espero a Jesús, mi Salvador?

Celebrar a alguien que amamos es una buena oportunidad para recordarlo, agradecerle y renovar nuestro amor por él. ¿Qué significa entonces celebrar la Navidad del Señor?

Celebrar la Navidad es celebrar a Dios con nosotros.

Dios sale a nuestro encuentro, es el Salvador esperado, el Dios con nosotros (Is. 7, 13-15). Dios ha acortado la distancia que nos separaba de Él; se ha acercado hasta el extremo de hacerse hombre como nosotros sin dejar de ser Dios, y compartir toda nuestra existencia hasta el final. ¡Dios está con nosotros porque nos ama! Sin embargo hay muchos hombres que no conocen a este Dios tan cercano porque no tienen la experiencia del amor. Nuestro compromiso de Navidad es ser testigos del amor, del bien, la justicia y la verdad para que el hombre de hoy pueda creer en un Dios cercano, presente y actuante en su historia.

Celebrar la Navidad es celebrar al Dios del Amor.

“Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo único” (Jn. 3, 16). Dios quiso darse todo para salvarnos, para que tuviéramos Vida en su Amor. La Navidad es la fiesta del Dios de Amor que se entrega con total generosidad y sin merecimientos de nuestra parte. Esa es la causa de nuestra esperanza. No obstante para muchos hoy el amor es un cuento lejano. Nuestro compromiso de Navidad puede ser forjar vínculos más firmes, tender puentes de Alianza, crecer en el amor generoso y solidario con el hermano necesitado, compartiendo mi tiempo, pan y corazón. Salir al encuentro del otro, por amor, como Dios lo hizo y lo hace cada día con nosotros.

Celebrar la Navidad es celebrar al Dios de la Vida.

Cristo se manifestó a sí mismo como el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) y nos reveló la causa de su presencia entre nosotros: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Jesús ha salido al encuentro de los hombres, ha curado a enfermos y a los que sufren, ha liberado a endemoniados y resucitado a muertos. Se ha entregado a sí mismo en la cruz y ha resucitado, manifestándose de esta forma como el Señor de la vida: autor y fuente de la vida inmortal. Jesús ha venido para dar la respuesta definitiva al deseo de vida y de infinito que el Padre Dios, al crearnos, ha inscripto en nuestra alma. Pero hoy la vida cotiza en baja en la bolsa de valores en nuestra sociedad. El tercer compromiso de Navidad podría ser defender la vida del hombre y promover una vida digna, con amor, con un techo, trabajo, estudio y salud para cada uno. Porque Dios es el Dios de la Vida, que ama y está presente en cada vida humana.

Queridos hermanos, estamos a una semana de la Navidad. En este 18 de diciembre tan especial, en el año del centenario de la Alianza, al renovar la Alianza de Amor con María, pidámosle un regalo: tener un corazón como el de Ella, abierto a Dios, solidario con los hermanos y forjador de vínculos. ¡En Alianza, salgamos al encuentro!

Aprovecho esta oportunidad para despedirme de Uds. (como Director del Movimiento de Schoenstatt en Argentina) ya que Dios me llama a nuevas tareas. Quiero agradecerles que mes a mes, durante nueve años, hayan recibido esta Carta de Alianza que ha querido ser un puente, un vínculo de reflexión sobre las voces de Dios en nuestro quehacer cotidiano. Les agradezco el haber compartido este camino, por haber forjado lazos fuertes cargados de afecto, y por trabajar juntos construyendo con Cristo y María la cultura de Alianza.

Desde el Santuario les mando a cada uno y sus familias un cordial saludo y la bendición del Señor.

¡Feliz Navidad y bendecido año 2015!

P. José Javier Arteaga

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¿Espero a Jesús, mi Salvador?

P. Javier Arteaga. Al contemplar este antiguo cuadro del Nacimiento, vemos a Dios Padre que desde el Cielo se inclina para mirar a su Hijo en Belén; vemos unos pastores escuchando el anuncio de los ángeles; vemos al Niño Jesús junto al amor de María y José, al calor de unos animales y en la intemperie de la noche. Todo es tan pobre y simple y sin embargo todos, con amor tierno y fiel, se inclinan, se abajan para adorar al Niño Dios.

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