Publicado el 2009-12-20 In Temas - Opiniones

El Adviento del Arcángel San Gabriel

AdvientoEn el cielo no existe el tiempo, allí es eternamente Navidad, eternamente Pascua, eterna la visión de Dios. Realmente es así, pero también es cierto que existió un tiempo en el que el Arcángel Gabriel vivió su Adviento personal. Fue también el tiempo en el que el mundo vivió el verdadero Adviento.

 

 


Esto sucedió cuando Dios, viendo que ya era momento de enviar a su Hijo al mundo, llamó al Arcángel Gabriel. Al fin y al cabo, el arcángel Gabriel habría de tener un lugar destacado en el Adviento del mundo, de modo que Dios quiso que pudiera prepararse también.

Adviento

«Gabriel» le anunció, «Voy a enviar a mi Hijo al mundo, ese mundo que se ha hecho tan pobre y frío que ya no puede creer en la calidez y el amor de Dios, ese mundo donde los hombres mismos, a la vez, van tornándose fríos y duros. Por eso quiero enviarles a mi Hijo, para que puedan sentir el amor y la calidez de Dios».

Por un buen rato Gabriel no dijo nada. Recién después de un largo silencio, preguntó: «Si entendí bien, quieres enviar a tu Hijo al mundo… ¿a ese mundo que hasta ahora se rió de todos los profetas, que los echó de su tierra o les hizo cosas aún peores?». «Gabriel», dijo Dios, «se trata de mi Hijo, todo será distinto cuando llegue Él: sólo Él puede reconciliar de nuevo el mundo conmigo, sólo Él puede ofrecer el eterno Sacrificio, sólo Él puede hacer que los hombres se abran nuevamente a mi amor».

Gabriel lo entendió: todo sería diferente esta vez. ¡Estos hombres! – pensó Gabriel en silencio – finalmente terminaron por agotar la eterna paciencia del Buen Dios. Pero cuando Dios envíe a su hijo, entonces los hombres seguramente comprenderán; su fuerza, su señorío, su omnipotencia seguramente harán que los hombres se conviertan. Gabriel agradeció a Dios y fue hacia los coros angélicos, es decir, la milicia celestial. Les dirigió un entusiasta discurso: se precisa ahora de todos (absolutamente todos) los coros angélicos.

Y Gabriel asignó las tareas: los primeros miles de ángeles de los coros celestiales marcharían delante del Señor, cubriendo el suelo con sus alas para que ninguna piedra de esta indigna tierra rozara los pies del Hijo de Dios.

A los siguientes miles de ángeles los haría cantar y cantar, llenos de amor y alegría, para lo cual no cejó hasta que el «¡Gloria a Dios en las alturas!» sonó cristalino y majestuoso.

A los siguientes miles de ángeles les haría poner un arco iris sobre las nubes, que rodeara toda la tierra. Otros miles de ángeles aprenderían a mover las estrellas del cielo para que durante el día, y especialmente durante la noche, pudiera leerse esta frase en el firmamento: «Hosanna, hosanna en las alturas».

Gabriel ensayó incansablemente con los coros angélicos, y día a día le surgía una nueva idea, nacida del amor a Dios, del profundo deseo de cumplir su voluntad y de preparar el cielo en la tierra para su Hijo tan querido. Y cuando a Gabriel se le acababan las ideas, entonces aparecían los ángeles y los arcángeles, los tronos y las dominaciones, con nuevas ideas y nuevas demostraciones de amor.

Justamente cuando Gabriel probaba con los siguientes miles de ángeles la última idea que le sopló el más joven de los ángeles – que involucraba a los animales, de modo tal que ellos descubran también la majestad de Dios – el mismo Dios le pregunta: «Gabriel, ¿qué es esto?».

Y Gabriel contó, contó y contó… «Gabriel», dijo Dios, «te he dicho que envío a mi Hijo al mundo, no que quiero llenar la tierra de coros angélicos… Mi Hijo irá a ese mundo como un Niño pequeño. Quiero que los hombres se conmuevan, quiero que me amen, no que queden impresionados nada más…».

Gabriel se quedó sin palabras, al menos por un ratito. «Señor, ¡no hablas en serio!», dejó caer al pasar. Dios sonrió y respondió: «Gabriel». Más no podía decir. Gabriel lo miró un largo rato, pensando para sí: un Niño pequeño… en ese mundo… «Oh, Dios», dijo desde lo más hondo de su corazón, «Tú sí que eres grande, y cuán grande es tu Amor».

Gabriel quiso llenarse totalmente de ese Amor… No pasó mucho tiempo en despertársele muchas más ideas que antes todavía, con la intención de corresponder al amor de Dios, aún cuando ni un solo hombre sobre la faz de la tierra tuviese la menor noción de lo que habría de suceder allí…

Después de haber meditado y planificado todas las cosas minuciosamente, envió a todos los coros angélicos con esta consigna: «Busquen hombres de corazón puro, busquen hombres que tengan sed de Dios y lo amen, busquen hombres capaces de abrirle su corazón a Dios, busquen… ¡por el amor de Dios!, busquen (y esto va muy en serio, le comentó a uno de los Ángeles más pequeños, que se rió con esta expresión de Gabriel)… y los coros angélicos partieron a recorrer el mundo…

Muchos volvieron desilusionados. No habían encontrado a nadie que reuniera todas las condiciones impuestas por Gabriel. Otros habían encontrado apenas un par de hombres así. Especialmente el ángel más pequeño, aquel que se sonrió mientras Gabriel hablaba, contó entusiasmado sobre una joven mujer de Nazaret, pero Gabriel, con su mano, hizo señas que no. «¡Allí están aún los romanos! Cómo se te ocurre que podemos tener en cuenta una zona tan conflictiva. Ya sabes cómo son los romanos, hacen papilla a todos los que no les siguen el ritmo, y si hay algo de lo que estoy totalmente seguro, es que Dios nunca – pero nunca jamás – va a bailar al son de los romanos, ¡jamás!».

Con el corazón entristecido Gabriel revisó los informes: pocos hombres de corazón puro, poca sed de Dios en el mundo, casi ningún lugar que reuniera las cualidades necesarias: o era demasiado peligroso, o impío, o poco cálido, o inseguro… Justamente cuando Gabriel estaba a punto de enviar por segunda vez a los coros angélicos para proclamar la verdad, para insuflar en los hombres y en los lugares algo de fuego celestial, instruyendo a los Ángeles y Arcángeles con las palabras de los profetas recitadas literalmente: «Allanad los senderos en el desierto, preparad el camino del Señor, todo (¡pero todo!) valle será rellenado, los tullidos caminarán y decid a todos: ha llegado un año de gracias del Señor….», se escuchó de nuevo la misma pregunta: «Gabriel ¿qué es esto?».

Ya con un poco más de prudencia, contó Gabriel sobre el resultado de la tarea encomendada a los coros celestiales. «No funciona, Señor, los hombres primero deben poner algo de su parte también». Gabriel pensó que verdaderamente a él también le quedaba mucho por hacer, pero ya conocía a su Dios…

«Gabriel», dijo Dios, «tú ya has escuchado hablar de ella… la niña de Nazaret, ella será la Madre de mi Hijo». «No» dijo Gabriel, «¡No, Señor!».

«Gabriel», dijo Dios, «ella dirá que sí. En el momento en que tú le preguntes si quiere ser la Madre de mi Hijo». «Señor», respondió Gabriel, «no puedes exigir eso». En realidad quiso decir: no puedes exigirme esto. Pero como Dios conocía bien a su Arcángel, simplemente añadió: «Yo sé lo que puedo exigirle a ella, y ante lo que sea, Ella dirá que sí». «Pero ¿y los romanos?», balbuceó Gabriel. «Sí», dijo Dios, «es una situación difícil, sumamente difícil, ¡pero así es y así habrá de ser!».

Gabriel reflexionó brevemente y asintió. Así ha de ser. Con un poco de suerte, pensó… e instintivamente se acordó del Arcángel Miguel, ¡a fuego y espada! Eso podría funcionar, reflexionó Gabriel, si Miguel se entrenara un poquito más y nosotros lo ayudamos…

«Gabriel, ¿qué es esto?». Y una vez más, cuando Dios le aclaró a Gabriel cuál era su intención y lo que habría de ocurrir exactamente, Gabriel se quedó nuevamente sin palabras.

Los otros ángeles, tronos y dominaciones, pronto comenzaron a preocuparse por Gabriel. Éste andaba por el cielo con la mirada ausente, murmurando algo sobre «los romanos», «no sólo un hombre, tan luego un bebé», y por momentos sólo atinaba a decir «¡Dios mío!». Y esta vez a nadie se le ocurrió reírse. Pero Gabriel no solamente amaba a Dios sino que creía firmemente en Él; a esta altura ya no comprendía absolutamente más nada, y para peor, se le habían agotado ya todas sus ideas. Pero si Dios afirmó que ella diría que sí, entonces así sería. Y, en silencio, se puso a rezar por esta joven.

Finalmente llegó la hora: Dios miró a su Arcángel, lleno de amor y de alegría, y le dijo: «Llegó la hora. Ve hacia Ella, pregúntale y aclárale todo».

Y, de inmediato, Gabriel partió: fue a Nazaret y saludó a la joven con estas palabras: «¡Dios te salve, llena de gracias!». Y ese fue el momento estelar de nuestra Redención, de la salvación del mundo, pero también el momento estelar de Gabriel.

Nunca pudo decir, más tarde, cómo regresó al cielo, pero ninguno de los Ángeles y arcángeles lo habían visto jamás flotar así por los aires . Ni bien llegó al cielo, fue directamente adonde estaba Dios y le preguntó: «¿Por qué, Señor? ¿Por qué hiciste esperar tanto a la tierra y al cielo si existía una persona así?».

Y, resplandeciente, Gabriel anunciaba a todos: «¡A ella se le puede confiar la salvación del mundo!». Naturalmente tenía todavía algo de miedo y angustia, no sólo por el Hijo de Dios, sino también por María, su Madre. Los romanos, los hombres, la frialdad del mundo, seguían allí todavía. Pero también estaba ella.

Y de vez en cuando sucedía que otra vez volvían a surgirle todas sus antiguas ideas de antes, y entonces simplemente le aclaraba a los Tronos y Dominaciones y a todos los coros angélicos que Dios conduce al mundo con mucho más esplendor, mucho más cariño, mucho más excelsamente aún que todas las ideas y planes más brillantes que seamos capaces de imaginar. Algunas veces se sentía bastante pedante, al darse cuenta de que en algún momento había llegado a creer que sus ideas eran de lo mejor, fruto del amor, y tomar conciencia ahora de cuán grande era el amor de Dios hacia los hombres y cuán grande era el amor de Maria a Dios y al niño que llevaba en su seno.

Más allá de eso, Gabriel consideraba que algunas de sus ideas – aunque su fundamento no fuese correcto – quizás podrían haber resultado exitosas en su aplicación. Y fue así que entonces envió discretamente a un par de Ángeles de la «infantería» a mover los astros, y así surgió la estrella que guió a pastores y reyes magos al pesebre. Y envió además a otro par de ángeles de los coros celestiales a cantar «Gloria a Dios en las alturas», los que – llenos de amor por María y, a través de ella, llenos de amor por la humanidad entera – completaron la frase: «y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Con absoluta discreción, por último, envió Gabriel también un buey y un burro, según el esquema original del ángel más pequeño, para que al menos estos le aportaran algo de calidez y de ternura al establo de Belén.

Como nada hay de oculto para Dios ni en el cielo ni en la tierra… cada tanto vuelve a preguntarle a su inquieto Arcángel: «Gabriel, ¿qué es esto?». Y, cada vez, Gabriel apela a lo mismo: «Pero, Señor, ¿no te parece que ELLA se lo merece?». Ante lo cual, Dios le responde: «Sí, Gabriel, y es más, ¡por eso la alabarán todas las generaciones!».

Hildegard Fischer

María

4 Responses

  1. Maria Gabriella Nastari - Roma dice:

    Cuando el angel Gabriel anuncia a una agraciada creatura humana, de nombre Maria, que Dios mismo venga al mundo en Ella es el milagro màs extraordinario para la humanidad. Como nos dice esta bella narraciòn, el propio mensajero de Dios Eterno, duda y tiene miedo por esta elecciòn. Pero Maria, que es una de nosotras, simplemente dice Si al diseño divino. Es una respuesta màs allà de toda comprensiòn.Que en esta Navidad el angel Gabriel envie a todos los angelitos para anunciar la noticia a todas las personas que quieran abrir su corazòn.

  2. nila dice:

    Mil gracias por compartir este mensaje de Amor Real, jamas hbiese pensado que esto se desarrollaria asi: creo fue tal cual!!!
    Esta maravilla nos hace pensar en lo grandioso del Amor del Padre Celestial, que cada vez lo veo más grande: ya no cabe en mi mente.
    Gracias Dios mío por tánta Misericordia para con nosotros, que la merecemos…
    Gracias María por afrontar, por amor y sin condicionamientos, la prpuesta de Dios Padre: Que grande es Tu Amor!!!
    Gracias por ser mi Madre, quiero acompañarte con mi mano en Tu vientre, para sentir los latidos más hermosos que jamás haya escuchado: los de un Corazón puro, los latidos del Corazón de Jesús…Muy Feliz Nochebuena! y una Navidad llena de Amor, Esperanza y Caridad. Sinceramente. Nila.

  3. Marcel Gonzalo Unzueta - Roma dice:

    Para mi, Belèn en Navidad es el punto de encuentro que me conduce desde mi infancia para preparar el nacimiento del Niño Jesùs. Lo que pasa dentro del pesebre no es un romàntico cuadrito familiar, sino el inicio de un cambio total para la humanidad. De un Nuevo Orden planetario, como se usa decir en geopolitica, ma pleno de espiritualidad.
    Creo que este milenio es màs necesitado que nunca de la luz de Cristo.
    Un chiquilla de nombre Maria, su Madre, Jesùs y Josè, estaban alli…Solos, en un pobre pesebre. Un bebè que nace de una mujer, un hijo que Dios da a la humanidad es el màs maravillosos de los misterios. En esa forma humilde que escoge el Altisimo es el mensaje de redenciòn màs sublime que podemos esperar con fe.
    Hoy vemos como cae la nieve en toda Europa y hace frio. Cuando visitè el Santuario Original, por primera vez en 1993,el invierno comenzaba a sentirse mas o menos como ahora. Ayudemos a que el Niño no se sienta sòlo y su nacimiento nos done humildad y fe.

  4. Juan Barbosa - Córdoba - Argentina dice:

    ¡UNA BELLEZA!. Nunca se me había ocurrido pensar el Adviento desde el Arcángel San Gabriel, quien para mí a partir de hoy tiene un Alias que le pertenece: "El Segundo enamorado de María" ( el primero fue Dios…). ¡Feliz IV° domingo de Adviento y gracias por compartir esta delicia!

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