Publicado el 2022-08-05 In José Kentenich

Kentenich y el carisma de Schoenstatt

P. Jaime Vivancos, España •

Soy schoenstattiano desde los 22 años, que es cuando me trasladé junto a mi familia a vivir a Madrid, desde Valladolid, ciudad donde nací. Al poco tiempo de llegar a Madrid, me integré en la juventud masculina universitaria que se reunía en el centro de Schoenstatt, en la calle Serrano, donde aún no había santuario. —

Desde entonces, he tenido una experiencia que no dudo de calificar como maravillosa y que me ha servido para renovar mi fe al punto de plantearme y encontrar mi vocación como sacerdote de Schoenstatt.

Así que primero como schoenstattiano, y después como Padre de Schoenstatt (fui ordenado como tal en junio de 2012), he vivido con sorpresa y dolor los acontecimientos del último tiempo en torno a la persona de nuestro padre fundador.

En particular, lo que se refiere a algunas prácticas dentro del acompañamiento espiritual con él, ya que algunas personas las experimentaron como abusivas, calificándolas de abuso espiritual o de autoridad y en algunos casos con cierto contenido sexual.

Lo complejo de la situación es que dichos testimonios son de personas que han fallecido en su gran mayoría, así como también José Kentenich. Por ello, se trata de contrastar cómo experimentaron hechos sucedidos en el pasado, personas que han muerto y que han dejado testimonios escritos al respecto.

Por lo cual, más allá del equilibrio psicológico o humano de dichas personas, cada una tiene su propia experiencia de cómo han vivido esos hechos y lo que han significado para sus vidas posteriormente.

¿Qué significa todo esto para mí?

Frente a todo esto, y tratando de ver a lo que la Providencia de Dios nos está invitando con todo ello, he ido reflexionando y rezando en los últimos meses para tratar de discernir lo que esto significa para mí en primer lugar.

El caso es que he llegado en el último tiempo a algunas conclusiones que me han regalado paz y que además me permiten seguir confiando con fe y entusiasmo en el carisma de Schoenstatt, en la buena voluntad de José Kentenich y en la iglesia más allá de lo sucedido.  Por ello, me he animado a compartirlo, esperando que nos pueda ayudar a reflexionar y profundizar en torno al carisma de Schoenstatt.

Una integración de espiritualidad con un enfoque pedagógico y psicológico

Lo primero que quiero constatar es que Kentenich fue uno de los pioneros en tratar de integrar la espiritualidad con categorías psicológicas modernas, valorando positivamente todo lo natural, lo humano y, en particular, los vínculos personales con un enfoque muy pedagógico.

Dicha integración de espiritualidad con un enfoque pedagógico y psicológico, respetuosa de los procesos de vida, es cada vez más valorada tanto en ámbitos eclesiales como sociales. Por ello, el carisma de Schoenstatt tiene una gran capacidad para transmitir y educar en la fe con categorías actuales a las personas.

Pues bien, como todo camino espiritual nuevo, tiene que pasar por un tiempo de maduración, consolidación y purificación. En ese sentido, toda la controversia en torno a la visitación de la comunidad de las Hermanas de María de Schoenstatt que comenzó en 1949, y que terminó con el exilio del padre Kentenich a Milwaukee entre los años 1952 y 1965, creo que corresponde precisamente a ese tiempo de comprensión y maduración de un nuevo carisma dentro de la Iglesia.

Antes de dicha visitación, Schoenstatt se estaba desplegando con toda su fuerza e ímpetu “juvenil”. Es por tanto una etapa donde pudieron experimentarse y revelarse límites o unilateralidades tanto en su aplicación como en su desarrollo. Ahí, la Iglesia como instrumento de Dios vino a ayudar a probar, purificar e integrar el nuevo carisma dentro de la Iglesia.

Este es un proceso no exento de tensiones y en el que actúan también la pequeñez y las fragilidades humanas, pero cuyo fin último es preservar toda la fecundidad y riqueza que un carisma nuevo trae a la Iglesia y la sociedad.

En este punto, entramos en una encrucijada que no sabemos aún como se resolvió, y es cómo tomó Kentenich esta controversia con la Iglesia que duró casi toda su vida. Esto es tarea de la comisión histórica y de los investigadores, y a mi modo de ver es aquí donde se juega esencialmente la santidad de nuestro padre fundador.

Lo más probable, es que con el tiempo de exilio en Milwaukee y auxiliado por la gracia de Dios, Kentenich tomara poco a poco conciencia de algunos posibles límites en la aplicación pedagógica del nuevo carisma por él fundado, especialmente en el acompañamiento espiritual con personas con personalidades complejas o difíciles. De hecho, lo que sí sabemos es que con el tiempo dejó de aplicar algunas prácticas que empleaba en los primeros años, tales como el examen del niño.

Los vínculos personales, un terreno no exento de riesgos

En cualquier caso, todo lo sucedido últimamente creo que nos tiene que hacer tomar conciencia y tomarnos bien en serio que, si bien tenemos que apostar decididamente por los vínculos personales, al ser el centro de nuestro carisma, es un terreno no exento de riesgos, posibles errores o malentendidos, como le sucedió a nuestro padre fundador.

Para comprender mejor a lo que me estoy refiriendo quiero terminar con una reflexión en la que presento algunos posibles límites en la aplicación pedagógica de nuestro carisma que yo constato actualmente.  Schoenstatt tiene un acento que es tremendamente positivo al valorar todo lo natural, en particular los vínculos personales, el carácter familiar y todo lo humano.

Por ello, logra evitar el sobrenaturalismo, es decir una espiritualidad desencarnada y fuera de la realidad que no valora ni las vinculaciones naturales ni lo humano. Pero el carisma de Schoenstatt, si se descuida puede caer en lo opuesto, en un cierto naturalismo, estableciendo vínculos personales prácticamente cerrados a Dios y a la trascendencia.

E incluso, en una errónea comprensión o aplicación del carisma puede llegar a fomentar vínculos insanos, generando relaciones de dependencia a largo plazo o relaciones motivadas principalmente por las carencias afectivas ya sean del acompañante, del acompañado o de ambos. Este tipo de vínculos insanos, no suelen estar abiertos a la gracia de Dios y crean relaciones tan encerradas en sí mismas que terminan formando grupos aislados, tanto de la Iglesia como incluso del resto de la familia de Schoenstatt.

Por todo esto, quiero animaros a valorar y a agradecer las bondades y potencialidades del carisma que nos legó nuestro padre fundador, conscientes también de sus posibles límites y errores, para poder vivirlo y aplicarlo de la mejor manera posible.

Rezando además por la probable santidad de José Kentenich, pero con la tranquilidad en cualquier caso de que la verdad nos hará libres. Y recordando siempre, que los carismas son dones que Dios nos regala a través del Espíritu Santo para ayudarnos al encuentro íntimo con Dios a través de Jesucristo para un tiempo y época determinados.

Foto: Pedro M. Dillinger

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2 Responses

  1. Juan Enrique Coeymans Avaia dice:

    Muchas gracias Padre Jaime. Tus palabras muestran un hijo de Schoenstatt maduro y equilibrado.y son para meditarlas y pasarlas por el cerebro y el corazón.

  2. Paz Leiva dice:

    Muchas gracias por tu artículo, padre Jaime. Coincido con su contenido en varias cosas. Nunca sabremos qué pasó, será difícil comprobar los testimonios de las visitaciones. Es evidente que nuestro padre fundador cometió errores, como todo ser humano falible y eso lo hace más cercano. Mi gran dolor sigue siendo por qué se ha ocultado, mentido y maquillado tanto su persona. Creo en el carisma y la misión de Schoenstatt. Por eso sigo aquí, como tu, como otros muchos, agradeciendo al Señor el gran regalo de la Alianza de Amor.

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