Publicado el 2020-08-27 In José Kentenich

Ser “nada” en Milwaukee

Miguel Lasso de la Vega Zamora, Liga de Familias, Madrid, España •

Se ha levantado recientemente una tormenta como consecuencia de la localización de documentos que hasta ahora permanecían inaccesibles en los archivos vaticanos y que afectan directamente a nuestro fundador y a las circunstancias que le llevaron al exilio en Milwaukee. Y utilizo aquí la palabra exilio frente a destierro, porque la separación del P. Kentenich de su obra, así como su salida de Schoenstatt, el foco de irradiación, y luego de Europa, tuvo la consideración de «suspensión», para no obstaculizar la visitación canónica pontificia. —

No vino de una acusación formal, sino que fue un decreto del Santo Oficio, como «medida administrativa» ante la negativa del padre a renunciar a la dirección, tanto del Instituto de las Hermanas de María, cómo del movimiento, por no encontrar motivos. Pero como escribió el P. Hernán Alessandri, obedeció sin vacilar y partió.

De no haber sido así, de haber renunciado voluntariamente el padre a mantenerse como cabeza de la familia, como le solicitó el visitador, el P. Sebastian Tromp SJ, es muy posible que hubiera evitado sus años de exilio, pero seguramente Schoenstatt no sería el movimiento de renovación que conocemos y en el que tantos hemos puesto nuestras esperanzas.

Un velo se ha caído

Desde luego, un velo se ha caído de repente y, en mi opinión, con un sentido providencial a la manera kentenijiana. Mirando atrás, a partir de Dachau, el P. Kentenich llevaba tiempo tratando de que Schoenstatt y su misión llegarán a las más altas instancias de la Iglesia, y por eso vio positivamente la visitación, porque precipitaba un acontecer que, de lo contrario, hubiera tenido un calado mucho más lento. Así, la Iglesia conoció Schoenstatt, y así con los ojos del padre debemos ver hoy, en los sucesos contemporáneos, la aceleración de un mejor conocimiento de su aportación a la Iglesia y también del proceso para su beatificación.

Un velo se nos caído, insisto, pero por encima de nuevas consideraciones en torno a la figura del P. Kentenich, que desconocíamos con detalle, y conocemos y conoceremos mejor desde este momento, para lo que va a servir creo que no es para poner en cuestión la integridad moral del P. Kentenich, que en mi opinión está fuera de toda duda, sino para comprender con más claridad lo que supuso para él, y además para la Obra, el tiempo de separación y de cruz.

Catorce largos años

A partir de ahora, una más minuciosa descripción del porqué de la visitación, de las tensiones generadas interna y externamente, nos ayudarán a entender a un padre más humano, que se vio obligado a vivir como “una pequeña nada”, a la manera de santa Teresa de Lisieux, o más propiamente como un “niño ante Dios”, durante catorce largos años.

El padre estaba convencido de que la Santísima Virgen se glorificaría nuevamente, desintegrando equívocos y acusaciones. Por eso calló casi diez años, hasta que comprendió que el Señor le pedía ser instrumento de su propia defensa en un juicio que solicitó insistentemente y nunca llegó, porque, como he referido, nunca se le acusó formalmente de nada. Su materialización se encuentra en la magnífica Apologia pro vita mea, en realidad una carta dirigida al obispo de Tréveris, diócesis donde estaba radicada la sede del movimiento, el 14 de febrero de 1960.

 

La Apologia pro vita mea

Este texto, que he podido leer gracias a una versión necesariamente provisional en español (recogida en un repositorio de Google Drive, gestionado por Nico García, de Chile. Se han ido subiendo muchos documentos, textuales y vídeos, con respecto al tema) ha sido suficiente para entender que en él se encierra resumida, pero con cierto detalle, la idea de Schoenstatt, su pedagogía, su aporte a la Iglesia y la propia figura del P. Kentenich como fundador.

Con un tono que a veces resulta áspero y otras demasiado atrevido, el padre afronta valientemente las acusaciones morales y sexuales, como la controvertida “consagración del seno”, con la discreción de no mencionar a la hermana afectada, o el abuso de poder, citando en este caso a la antigua superiora, la Hna. Anna Pries, pero todo lo rebate con la historia de su propia vida y el testimonio de los que le conocen o han conocido la Obra. Su justificación, no exenta de dolor, nos suscita, por encima de toda vinculación a su figura, al menos tristeza ante la angustia de aquel que se defiende ante acusaciones falsas o descontextualizadas.

Con las manos atadas

Pero hay más en este texto, en esta voluminosa carta de estructura compleja, ¡mucho más! Está la imitación al Buen Pastor, a Jesús, a cuya cruz se alude en distintos pasajes, la intervención decisiva de María, el imprescindible principio de la paternidad, la pedagogía de ideales, la importancia de los vínculos, su confrontación con el psicoanálisis freudiano, la federación apostólica universal de Pallotti, parte de la historia de Schoenstatt como familia, la congelación de su acción en la Iglesia, y el tiempo perdido ante la deriva social y las amenazas del maligno, así como un largo etcétera.

Remitir esta apología le supuso al padre que no fuera bien recibida por la curia y nuevamente incomprendida. El padre pudo parecer soberbio, impertinente, extralimitado, aunque lo que estaba era realmente convencido del origen divino de su misión y de su obra para la Iglesia de las nuevas playas.

Se vio así con las manos atadas, sin poder hacer nada, porque esa es la prueba a la que en este tiempo estaba sometido, a ser nada a ojos de la Iglesia y del mundo, abandonado en Dios Padre.

Esperó

Vivir este ser nada como lo vivió el padre, conocer a fondo lo que pensó y sintió, siempre con amor, alegría y confianza, puede ser una guía para todos cuando las circunstancias nos conducen a situaciones similares. Afrontarlo así precisa de un salto mortal, el más difícil, humanamente, de una vida, pero nos coloca en el camino certero hacia nuestra santificación.

El padre en Milwaukee se santificó, acabó la etapa más importante para su consecución. Jesús y María pulieron en él las imperfecciones que le restaban. Nunca perdió la seguridad de hallarse en sus manos y con ellos transparentó ese amor, alegría y confianza. Esperó, y por eso fue recompensado con su «rehabilitación y reintegración con mínimo daño» un lustro después, tal y como lo solicitaba al final de su apología. No habrá una declaración formal, pero sí la prueba de que la Iglesia permitió restablecer en ese momento la unión del fundador con su fundación.

 

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9 Responses

  1. Eduardo Arnouil dice:

    La visitación apostólica comienza en marzo, 1951 Semana Santa y termina el 3 de agosto, 1953.
    Al final de ella se reiteran las disposiciones del Santo Oficio en relación al P. Kentenich. Lo mismo sucede cuando Schoenstatt se separa de la SAC el 6 de octubre, 1964.
    Las causas del exilio se encuentran en las solicitudes de los obispos de Tréveris y del cardenal Frings a nombre de la Conferencia de obispos de Alemania.

  2. Eduardo Arnouil dice:

    El 18 de abril, 1950 el obispo auxiliar de Treveris solicita personalmente a la Congregación para religiosos un visitador apostólico. Reitera la solicitud el 6 de noviembre, 1950. El 2 de marzo, 1951 el obispo ordinario de Treveris también solicita un visitador apostolico. Y el 27 de marzo, 1951 el cardenal Josef Frings como presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania también solicita un visitador apostolico.
    La Conferencia había dictado normas para Schoenstatt en su reunión de agosto, 1948 que habían quedado suspendidas en razón de la visitación diocesana. El obispo Bornewasser envía el 22 de julio, 1949 a Schoenstatt las resoluciones tomadas por la Conferencia.
    El 16 de enero, 1950 el obispo Bornewasser da por terminada la visitación diocesana imponiendo medidas similares a las que impuso Conferencia en 1948 pero que se dieron a conocer el 22 de julio, 1949.
    El término de la visitación diocesana en 1950 y el de la visitación apostólica en 1953 no afecta las medidas tomadas por el Santo Oficio en 1951 y con posterioridad. El P. Kentenich sigue en Milwaukee hasta el 16 de setiembre, 1965.

  3. Equipo Schoenstatt.org: No entiendo bien, en el art. «Un momento de pausa con el tema que nos conmueve hace semanas»: https://www.schoenstatt.org/es/kentenich/2020/08/un-momento-de-pausa-con-el-tema-que-nos-conmueve-hace-semanas/ se indica que no se publicaría nada sobre la situación del Fundador hasta que la Comisión diocesana de Trier de sus resultados.
    Cito en mitad del tercer párrafo: «(…) Pero, mientras esto ocurre, hemos acordado con la Presidencia General «no “responder” a las acusaciones o publicaciones que han salido o salgan, para no entrar en un ping pong, donde un artículo provoca otro y nunca se acaba» (P. Juan Pablo Catoggio), y guardar nuestras y vuestras opiniones para el momento en que Tréveris comunique sus conclusiones.»

    No entiendo bien, quizá no comprendí bien ese artículo.

    Gracias.

    • Primero, este artìculo no es una respuesta directa a alguna publicaciòn concreta en la prensa, asì no cae bajo la «pausa» con sus condiciones.
      Segundo, la «pausa» no tiene como plazo el resultado de la comisiòn de historiadores que puede tener una duracion de años, sino se refiere al esperado comunicado del obispado que fue anunciado para «en unos dias» pero aun no llegò.
      Tercero, acordamos de hacer la pausa a lo mas largo hasta el 15 de septiembre o hasta cuando la situacion cambia. Despues de entrevistas de Hermanas de Maria con la prensa local de Alemania y una publicacion larga del P. Schmiedl sobre el tema en la revista «Herder Korrespondenz», tomanos la situaciòn por haber cambiado.

  4. Gonzalo Génova, Madrid dice:

    Gracias, Miguel, muy interesante artículo, y coincido con gran parte de lo que dices.

    No obstante, permíteme un par de matizaciones.

    1. Cuando dices que «la separación del P. Kentenich de su obra (…) tuvo la consideración de «suspensión», para no obstaculizar la visitación canónica pontificia», estás reproduciendo la «versión oficial» que nos ha llegado durante años. Pero esto no explica por qué, una vez terminada la visitación, no se permitió volver al Padre Kentenich.

    2. Al igual que tú, considero que la integridad moral del P. Kentenich está fuera de duda. Pero no podemos ignorar lo que el Card. Ratzinger dijo en 1983 en una carta en respuesta al Padre Errázuriz, que en aquel momento ocupaba la Presidencia General. La carta dice que:

    – «las medidas tomadas en ese momento por el Sanctum Officiun, contra el fundador de la Obra de Schoenstatt tenían el único propósito de proteger las buenas ideas religiosas del Padre Kentenich, para ponerlas al cuidado espiritual de la Iglesia y proteger a la Obra en su conjunto, así como a los miembros individuales, ante posibles peligros.»

    – «La Congregación reconoce plenamente la bendita labor que han realizado muchos miembros de la Obra en los últimos años, tanto espiritual como pastoralmente, y ve en ello una confirmación de las intenciones [de la Congregación] que la guiaron en su momento.»

    https://www.schoenstatt.org/es/kentenich/2020/08/una-carta-como-prueba-de-nuevas-acusaciones-no-tanto/

    Es decir, en 1983 no hay ninguna retractación sobre la medida «administrativa» adoptada en 1951, sino la confirmación de que fue una medida adecuada y fructuosa. Creo que esto no se puede interpretar a la ligera, ni pasarlo por alto. Si había algo en el pensamiento y pegagogía del P. Kentenich que llevaba en una dirección equivocada, falta todavía distinguirlo de sus «buenas ideas religiosas», y así poder entender correctamente el alcance de la rehabilitación.

    • Miguel Lasso De La Vega dice:

      Gracias a ti Gonzalo, por leerlo y por tus comentarios. Con las aportaciones de unos y otros, unido a la investigación de los documentos originales en los archivos, seguro que el Señor nos aportará la luz que precisamos en esta circunstancia.
      El término suspensión que utilizo en el texto está tomado directamente de la biografía: «José Kentenich. Una vida para la Iglesia», del P. Engelbert Monnerjahn, en mi opinión de las mejor fundamentadas biografías del padre fundador. La redactó en 1975 desde su directo conocimiento del P. Kentenich, de sus colaboradores directos, como el P. Alex Menningen, y de la documentación escrita en los archivos del Instituto de las Hermanas de María y de la provincia palotina de Limburgo. En ella aporta las fechas concretas de los decretos del Santo Oficio, que fueron separando al P. Kentenich de la Obra de Schoenstatt en 1951. El P. Hernán Alessandri los reprodujo años después en su biografía.
      La Visitación acabó en agosto de 1953, pero las tensiones sobre el futuro de Schoenstatt y su inserción en la congregación palotina se mantuvieron en los años siguientes, convirtiéndose en un tema más importante que la situación del propio fundador en el exilio. El P. Engelbert, aludiendo a fuentes bien informadas, dice que el decreto de disolución de Schoenstatt estuvo en el escritorio del Papa Pío XII, pero no lo firmó. Sólo cuando la competencia sobre la causa de Schoenstatt pasó del Santo Oficio a la Congregación de Religiosos y se logró su autonomía, volvieron a ponerse las miradas en el fundador. Para entonces habían pasado 12 años.
      Por otra parte, creo que no se va a encontrar un escrito oficial de rehabilitación. De existir, lo conoceríamos ya. Y lo creo porque el Santo Oficio no procedía así.
      Recojo un caso en la historia de Iglesia, contemporáneo al P. Kentenich, en el que el Santo Oficio decretó la suspensión de todas las facultades a un sacerdote para ejercer su ministerio, salvo celebrar la Santa Misa en privado, y que duró una década, de 1923 a 1933, acusado de que los hechos sobrenaturales que se le atribuían no habían sido demostrados. Incluso muchos años después, entre 1960 y 1961, volvió a ser objeto de una segunda visitación apostólica, al considerarse que había tenido contacto sexualizado con las mujeres que acudían a él en confesión y se aprovechaba de su reputación de santo para engañar a las víctimas. Ni en uno ni en otro caso existió un decreto de rehabilitación oficial por parte del Santo Oficio. Sólo la intervención de los Papas correspondientes le recuperaron a su actividad apostólica. Este sacerdote era San Pío de Pieltrecina (Joachim Bouflet, «Padre Pío. De la condena del Santo Oficio al esplendor de la verdad», 2010).
      Como bien dices Gonzalo, aún falta mucho por dilucidar para entender. Esperemos que el tiempo no se nos haga muy largo.

  5. Rodolfo Monedero dice:

    Excelente artículo!

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