Publicado el 2017-10-02 In José Kentenich

“¿Creen ustedes que tienen parte en mi carisma?”

P. Alberto E. Eronti, Buenos Aires, Argentina

Hay preguntas que tocan lo más profundo, que constituyen un desafío radical; son aquellas que no dejan alternativa, hay que responderlas. Así fue, por ejemplo, la experiencia Marta de Betania (Jn 11, 26) cuando Jesús, tras afirmar “el que cree en mí, aunque muera, vivirá”, le pregunta: “¿Crees esto?”. Ella, interpelada, responde: “Sí, Señor, creo”. Así fue también la pregunta que el P. Kentenich hiciera a un grupo de Padres de Schoenstatt, que fueran a verle por problemas que pensaban insalvables: “¿Creen ustedes que tienen parte en mi carisma?, ¡Actúen!”.

Esta pregunta me acompaña desde que en la Familia comenzamos a hablar del Año del P. Kentenich, con motivo de los 50 años de su partida. Es una pregunta que no podemos obviar en esta conmemoración y que para mí tiene un claro contexto vital. Los años que viví en Roma representando al Movimiento en el Pontificio Consejo de los Laicos, me pusieron en contacto con una realidad para mí sorprendente: la cantidad de comunidades religiosas estancadas o en camino a la desaparición. Muchas veces, en aquellos años, me vino a la memoria una frase del teólogo Karl Rahner: “Hay que tener la alegría de nacer y morir en la Iglesia”. Lo decía refiriéndose a que hay carismas que aparecen como meta-crónicos y se extienden en la historia de la Iglesia con una constante actualidad. Son carismas que permanecen. Otros, decía, son para un tiempo acotado, Dios responde por ellos a una situación concreta y luego desaparecen. Hay también carismas encarnados por verdaderos gigantes del espíritu, pero que luego languidecieron porque sus seguidores no supieron o no pudieron dar la talla.

Evaluarnos como aliados del Padre

Esta experiencia me ha llevado a preguntarme por la proyección de la misión de nuestra Familia, a recorrer una vez más su historia, sus fuentes. Al hacerlo, he renovado mi asombro por lo que el Padre Fundador llama irrupción y conducción divina. Todo el desarrollo espiritual de la Familia, cuya cumbre gira en torno al 20 de enero de 1942, fue una acción del Espíritu en función del carisma y misión del Padre. Misión que, el 31 de mayo de 1949, fue confiada a la Familia y le señala su lugar en la Iglesia. Tal vez, con motivo del Año del P. Kentenich, sea bueno realizar un examen. El examen de aliados del Padre, los que él buscó “rastrillando el mundo”. Examinarnos en el vínculo a su persona, vínculo de hijos y aliados. Examinarnos en la actualidad y vitalidad de su carisma y misión en nuestras vidas.

Dos Papas nos llaman a vivir el carisma «en salida»

Para esto contamos con dos alientos, casi diría exigencias, de excepción: las palabras de San Juan Pablo II y de Francisco. El primero nos decía en 1985: “Vosotros habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro Fundador y a ponerla a disposición de toda la Iglesia. Porque el carisma de los fundadores se revela como una experiencia del Espíritu, que es transmitida a los propios discípulos para que ellos la vivan, custodien, profundicen y desarrollen constantemente en comunión para el bien de toda la Iglesia…”. Estas palabras del Papa polaco, fueron complementadas por el Papa Francisco cuando recibió en Roma, en el año 2015, a los participantes del Capítulo General de los Padres de Schoenstatt: “A mí también me preocupa que mantengan el carisma y lo transmitan, de tal manera que siga sosteniendo sus vidas y su misión… La fidelidad, el mantener puro el carisma, no significa de ningún modo encerrarlo en una botella sellada… para que no se contamine… No, el carisma no se conserva teniéndolo guardado; hay que abrirlo y dejar que salga, para que entre en contacto con la realidad, con las personas, con sus inquietudes y problemas. Y así, en este encuentro fecundo con la realidad, el carisma crece, se renueva y también la realidad se transforma, se transfigura por la fuerza espiritual que el carisma lleva consigo. El P. Kentenich lo expresaba muy bien cuando decía que había que estar ‘con el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo’…”.

María busca ansiosa instrumentos que la ayuden a realizar esta misión…

En Chile, en 1949, el P. Kentenich repite el acto de confianza del 18 de octubre de 1914, cuando al revelar su “secreta idea predilecta” dice a los Congregantes: “La pongo tranquilamente en sus manos”. En el Santuario de Bellavista se trata de un pedido dicho en lo que él llama una situación de “desvalimiento”: “Ustedes, a su manera, pueden ayudarme a llevar la responsabilidad y compartir la misión de la Familia”. ¡Ayudar al Padre! Pero ayudarle a él, es ayudar a la Santísima Virgen que lo llamó a asumir su misión “para el tiempo actual”. De aquí que agregue: “Por otra parte, si ustedes me comprenden bien, podría agregar que no sólo yo, no sólo nosotros, sino también la Santísima Virgen está desvalida ante la situación… Entonces ella, me expreso de manera humana, busca ansiosa con su mirada instrumentos que la ayuden a realizar esta misión… La Santísima Virgen está desvalida, ella sola nada puede. Es un honor para nosotros poder ayudarla”.

Con motivo del Año del P. Kentenich, se nos da la oportunidad de renovarnos en la conciencia y actualidad de la herencia recibida; del carisma y la misión que hoy dependen de nosotros. Aquí hemos de recordar una de las grandes promesas de María, que está en el Acta de Fundación de la Familia: “…atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano”. Si hoy formamos parte de la Familia de Schoenstatt es porque María nos atrajo para educarnos y confiarnos a través de nuestro Padre, “su misión para el tiempo actual”.

Entonces, ¡actúen!

La Iglesia nos ha manifestado, por medio de los Papas, no sólo que reconoce y acepta el carisma y la misión del Padre de la Familia, sino que nos pide hacerlos fructificar de manera creativa. Para este fructificar del carisma y la misión, hemos de volver al primer amor. Los carismas que se mantienen vivos en la Iglesia, los que vencen el tiempo y las pruebas, son aquellos que cada generación ha sabido recibir y vivir como su gran amor, el primero y el de siempre. Pero también son las generaciones que han aceptado desafiar al tiempo en la fuerza y la luz del Espíritu. Las que han sido capaces de tener “los mismos sentimientos” (Flp 2, 5), y entrar en el mismo pensar del fundador o la fundadora. Son las que arrebataron la misma bendición a la que le canta María: “su misericordia se extiende de generación en generación”. “¿Creen ustedes que tienen parte en mi carisma? Entonces, ¡actúen!”. ¿Cómo responder la pregunta y su imperativo? Repitiendo con corazón anhelante: “Padre, nuestro corazón en tu corazón, nuestro pensamiento en tu pensamiento, nuestra mano en tu mano, tu misión nuestra misión” ¡Amén!

Fuente: Revista Vínculo, septiembre de 2017, Chile

Etiquetas: , , , , , , ,

1 Responses

  1. M.Cristina dice:

    Quiero hacer mia también la Misión.
    Qué buena está página.!
    Solo busco como entregar mejor a Dios. Y A nuestra Reina y Madre , ,captando lo que nuestro fundador quiere para el mundo ‼️ Que arda para Dios ,‼️ por intermedio de la Mater!.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *