Publicado el 2016-06-11 In José Kentenich

Santa comunidad

Por Mons. Peter Wolf •

Cuando a principios de diciembre del año pasado estuvimos reunidos en Belmonte con la presidencia general de Schoenstatt, visitamos la antigua Casa Generalicia de las Hermanas de la Divina Providencia de Maguncia. Allí se había alojado nuestro Padre transitoriamente en aquellas semanas turbulentas de hace ahora 50 años, cuando regresó de su exilio en Milwaukee. Actualmente la casa pertenece a la comunidad de las Hermanas Paulinas. Ellas mantienen todavía vivo el recuerdo de nuestro Padre. Sobre el escritorio de la habitación que ocupó entonces está, hasta el día de hoy, una imagen de la MTA y una foto de nuestro Padre. Junto a la puerta del estrecho dormitorio, descubrí un pequeño icono que curiosamente me recordó a nuestro Padre. Le rogué a alguien que lo fotografiara y con mucho gusto les transmito esa imagen.

El icono muestra a un joven monje que lleva sobre sus espaldas a un monje bastante mayor. En el borde izquierdo está el título, escrito en letras mayúsculas griegas. Dice: HAGIA KOINONIA, que significa Santa Comunidad. Se refiere a la vida en común de los dos monjes, representados en la imagen como santa comunidad. Esa vida en común adquiere su verdadera calidad y su más profundo origen en Dios. El santo llamado de Dios ha reunido a los dos monjes. Tiempo atrás el monje joven ha aprendido del monje mayor. Ahora tiene que llevarlo a cuestas. No lo deja en el camino. Lo carga como un tesoro que quiere guardar con él. Los dos miran en la misma dirección. Pareciera que salieran de una cueva y se encontraran con la luz. Ambos tienen la misma meta ante sus ojos.

“De la oscuridad de la cueva”

El monje mayor sobre los hombros del más joven me recuerda a nuestro Padre y Fundador. Puede ser que la barba blanca del anciano monje produzca esta asociación en mí, y quizás en aquellas otras personas a las que les mostré la imagen. También el lugar en el que encontré el cuadro me inspiró este paralelo interior con nuestro Padre.

En los días en los que estuvimos reunidos con la Presidencia General en Roma, se me presentó muy vivamente lo que sucedió hace 50 años. Con el final del exilio había que sacar al Padre de las sombras, “de la oscuridad de la cueva”. Durante los años de Milwaukee estaba vigente el decreto del Santo Oficio: “in umbra maneat”, “permanecer en la sombra”. En aquellas semanas transcurridas entre el 15 de septiembre, la Navidad de 1965 y el día de la Candelaria de 1966, se produjo la revocación de ese veredicto. Se abría el camino hacia su actividad pública dentro de la Iglesia.

Y en este camino no va solo: va sobre los hombros de su Movimiento, sobre los hombros de sus seguidores, sobre la espalda de sus discípulos. Nuestro Padre siempre habló de la comunidad de misión. Nunca actuó solo: siempre, toda la Familia unida a él.

Vivimos hasta hoy como un gran desafío el ser portadores de su misión. Es una carga, es un tesoro que se nos ha confiado.

Belmonte representa para mí exactamente esta experiencia: queremos traer a nuestro Padre a Roma. Queremos traerlo a él y a su misión para la Iglesia de hoy y del futuro.

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Fuente: Belmonte-Newsletter 5/2016

 

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1 Responses

  1. Norma Esther Arce de Salafia dice:

    Me resulta muy interesante lo que he recibido que fue gentileza de una amiga. Me gustaría poder recibirlo directamente yo si se puede. Con afecto. Norma

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