Publicado el 2015-02-23 In José Kentenich

Cuaresma: El viaje de la semilla – Parte 1

Sarah-Leah Pimentel. Schoenstatt inicia la primera Cuaresma de su nuevo siglo. La Cuaresma es el tiempo de los nuevos comienzos, de un renacer spiritual. Tal vez podamos decir lo mismo de Schoenstatt. En 100 años, Schoenstatt ha madurado; se han profundizado relaciones en la Alianza de Amor, y ha alcanzado nuevas orillas – tanto físicas como espirituales.

No obstante, como Familia de Schoenstatt del nuevo milenio, no deberíamos conformarnos solo con nuestros logros pasados. En este segundo siglo de Schoenstatt, nuestra Santísima Madre nos está pidiendo que nos aventuremos aún más, instándonos a una mayor unidad entre nosotros y a producir abundantes frutos para la Iglesia y para el mundo.

Así que en muchos aspectos somos como la nueva semilla, producto del fruto de la planta madre. No habría semilla sin el fruto. De manera que Schoenstatt es también una fuerza viviente en nuestra sociedad de hoy en día debido a los sacrificios de muchos que dieron abundantes frutos en el pasado.

Durante las próximas seis semanas me gustaría tomar la analogía del P. Kentenich cuando se refiere a la vida spiritual como una semilla, que se refleja tanto en nuestra propia vida espiritual como en la vida de nuestra Familia: “La fecundidad de la semilla depende (lo sabemos por experiencia) de su fuerza germinativa, de las condiciones del suelo y de factores meteorológicos como sol, lluvia y viento… Lo que vale para la semilla en la naturaleza, puede aplicarse a las semillas de nuestra espiritualidad (…) y hacia el apostolado universal. El suelo propicio necesario es la disposición natural y sobrenatural a la generosidad, y sobre todo en lo atinente a la castidad y la caridad. Por lo general, solo los que son generosos son capaces [de vivir nuestra espiritualidad]…La castidad es necesaria, de acuerdo con lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo: ‘Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios’. Las condiciones exteriores de crecimiento [que necesita nuestra espiritualidad] son las dificultades de muy diverso tipo y grado, son las continuas luchas internas y externas” (José Kentenich 1954/55).

La fuerza germinativa de la semilla

La semilla tiene en su interior todo lo necesario para desarrollar sus raíces, tallos, hojas, y flores. De la misma manera, el alma posee todo lo necesario para acercarse y tocar a Dios. El cuerpo – al igual que la cáscara de la semilla – es la carcasa exterior del alma, un alma que ha conocido a Dios íntimamente: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado” (Jer 1:5). Nuestro deseo de felicidad y realización, nuestra búsqueda del significado y del objetivo de nuestras vidas son simplemente nuestro deseo de reunirnos con Dios. Ya está todo ahí. Solo necesitamos rescatarlo.

El problema es que a veces nos olvidamos de que somos más que solo la semilla. Tenemos el potencial de convertirnos en hermosos lirios, jazmines, robustos fynbos o grandes robles. Sin embargo, muy a menudo creemos las mentiras con que nos alimenta la sociedad respecto de nuestra apariencia y de la definición de una vida exitosa. Y entonces nos esforzamos por llegar a ser iguales, en lugar de desarrollar nuestros talentos y caminar por los senderos que Dios nos ha preparado.

Dios nos llama a ser únicos. Nos ha dado diferentes habilidades y talentos. Dentro de cada uno de nuestros corazones ha colocado un llamado diferente que se nos revela a través de nuestra personalidad, temperamento, emociones, la forma de expresarnos y la manera en la cual nos relacionamos con Dios y con los demás, los eventos de nuestro mundo que llaman nuestra atención.

Reflexión

Tal vez durante esta primera semana de Cuaresma estemos llamados a mirar nuestro interior, descubriendo la semilla única e irrepetible que soy yo. Esto será útil para determinar el tipo de suelo y las condiciones más aptas para mi crecimiento.

¿Cuáles son mis habilidades y talentos? ¿Es el tacto que lleva consuelo a los que están tristes o heridos? ¿Me gusta reunir gente en una comida? ¿Tal vez soy mejor poniendo en palabras lo que otros sienten que no pueden expresar? ¿Creo cosas con mis manos que revelan un atisbo de la belleza de Dios?

¿Cuál es mi forma preferida de oración? ¿Experimento paz al contemplar a Cristo en silencio en el Santísimo Sacramento? Mi más profunda experiencia e introspección en la oración ¿provienen a través del Espíritu Santo cuando escribo en mi diario? ¿Siento un impulso constante hacia las Sagradas Escrituras y cada vez que las leo, lentamente una y otra vez, cobran un sentido más profundo, permitiendo que las palabras penetren todo mi ser? ¿O mis oraciones son más efectivas cuando tomo las cuentas del Rosario en mi mano y con cada cuenta oro por alguien que me pidió lo incluyera en mis oraciones o que no puede orar por sí mismo? ¿O tal vez mi oración es el suave rasgueo de una guitarra al tiempo que lentamente dejo que mis pensamientos me abandonen para encontrarme cara a cara con Dios?

¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Soy la vida y el alma de la fiesta o soy el que tranquilo disfruta observar las conversaciones a mi alrededor? ¿Obtengo la energía de los demás o necesito un tiempo de tranquilidad para dar lo mejor a los que me rodean? ¿Cómo respondo a la injusticia? ¿Expreso mi ira justificada o soy mejor trabajando detrás de la escena para responder a las necesidades de las víctimas de la injusticia? ¿Cómo respondo a la pobreza y a aquellos que viven al margen de la sociedad? ¿Cómo me veo a mí mismo como miembro de mi familia y de mi comunidad? ¿Qué papel desempeño en la Familia de Schoenstatt?

Oración:

Padre Celestial, ayúdanos a reconocer la semilla que has plantado en nuestros corazones, para que podamos crecer para amarte, alabarte y honrarte. Te damos gracias porque cada semilla es única e irrepetible y porque «a cada clase de semilla (das) el cuerpo que le corresponde” (1Cor 15:38) y queremos descubrir el plan y el propósito que tienes para nosotros. Oramos para que a medida que crezca nuestra semilla podamos llegar a ser tus instrumentos. Amén.

Original: inglés – Traducción: Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina

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Publicado el In José Kentenich

Cuaresma: El viaje de la semilla – Parte 1

Sarah-Leah Pimentel. Schoenstatt inicia la primera Cuaresma de su nuevo siglo. La Cuaresma es el tiempo de los nuevos comienzos, de un renacer espiritual. Tal vez podamos decir lo mismo de Schoenstatt. En 100 años, Schoenstatt ha madurado; se han profundizado relaciones en la Alianza de Amor, y ha alcanzado nuevas orillas – tanto físicas como espirituales.

 

No obstante, como Familia de Schoenstatt del nuevo milenio, no deberíamos conformarnos solo con nuestros logros pasados. En este segundo siglo de Schoenstatt, nuestra Santísima Madre nos está pidiendo que nos aventuremos aún más, instándonos a una mayor unidad entre nosotros y a producir abundantes frutos para la Iglesia y para el mundo.

Así que en muchos aspectos somos como la nueva semilla, producto del fruto de la planta madre. No habría semilla sin el fruto. De manera que Schoenstatt es también una fuerza viviente en nuestra sociedad de hoy en día debido a los sacrificios de muchos que dieron abundantes frutos en el pasado.

Durante las próximas seis semanas me gustaría tomar la analogía del P. Kentenich cuando se refiere a la vida espiritual como una semilla, que se refleja tanto en nuestra propia vida espiritual como en la vida de nuestra Familia: “La fecundidad de la semilla depende (lo sabemos por experiencia) de su fuerza germinativa, de las condiciones del suelo y de factores meteorológicos como sol, lluvia y viento… Lo que vale para la semilla en la naturaleza, puede aplicarse a las semillas de nuestra espiritualidad (…) y hacia el apostolado universal. El suelo propicio necesario es la disposición natural y sobrenatural a la generosidad, y sobre todo en lo atinente a la castidad y la caridad. Por lo general, solo los que son generosos son capaces [de vivir nuestra espiritualidad]…La castidad es necesaria, de acuerdo con lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo: ‘Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios’. Las condiciones exteriores de crecimiento [que necesita nuestra espiritualidad] son las dificultades de muy diverso tipo y grado, son las continuas luchas internas y externas” (José Kentenich 1954/55).

 

La fuerza germinativa de la semilla

La semilla tiene en su interior todo lo necesario para desarrollar sus raíces, tallos, hojas, y flores. De la misma manera, el alma posee todo lo necesario para acercarse y tocar a Dios. El cuerpo – al igual que la cáscara de la semilla – es la carcasa exterior del alma, un alma que ha conocido a Dios íntimamente: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado” (Jer 1:5). Nuestro deseo de felicidad y realización, nuestra búsqueda del significado y del objetivo de nuestras vidas son simplemente nuestro deseo de reunirnos con Dios. Ya está todo ahí. Solo necesitamos rescatarlo.

El problema es que a veces nos olvidamos de que somos más que solo la semilla. Tenemos el potencial de convertirnos en hermosos lirios, jazmines, robustos fynbos o grandes robles. Sin embargo, muy a menudo creemos las mentiras con que nos alimenta la sociedad respecto de nuestra apariencia y de la definición de una vida exitosa. Y entonces nos esforzamos por llegar a ser iguales, en lugar de desarrollar nuestros talentos y caminar por los senderos que Dios nos ha preparado.

Dios nos llama a ser únicos. Nos ha dado diferentes habilidades y talentos. Dentro de cada uno de nuestros corazones ha colocado un llamado diferente que se nos revela a través de nuestra personalidad, temperamento, emociones, la forma de expresarnos y la manera en la cual nos relacionamos con Dios y con los demás, los eventos de nuestro mundo que llaman nuestra atención.

Reflexión

Tal vez durante esta primera semana de Cuaresma estemos llamados a mirar nuestro interior, descubriendo la semilla única e irrepetible que soy yo. Esto será útil para determinar el tipo de suelo y las condiciones más aptas para mi crecimiento.

¿Cuáles son mis habilidades y talentos? ¿Es el tacto que lleva consuelo a los que están tristes o heridos? ¿Me gusta reunir gente en una comida? ¿Tal vez soy mejor poniendo en palabras lo que otros sienten que no pueden expresar? ¿Creo cosas con mis manos que revelan un atisbo de la belleza de Dios?

¿Cuál es mi forma preferida de oración? ¿Experimento paz al contemplar a Cristo en silencio en el Santísimo Sacramento? Mi más profunda experiencia e introspección en la oración ¿provienen a través del Espíritu Santo cuando escribo en mi diario? ¿Siento un impulso constante hacia las Sagradas Escrituras y cada vez que las leo, lentamente una y otra vez, cobran un sentido más profundo, permitiendo que las palabras penetren todo mi ser? ¿O mis oraciones son más efectivas cuando tomo las cuentas del Rosario en mi mano y con cada cuenta oro por alguien que me pidió lo incluyera en mis oraciones o que no puede orar por sí mismo? ¿O tal vez mi oración es el suave rasgueo de una guitarra al tiempo que lentamente dejo que mis pensamientos me abandonen para encontrarme cara a cara con Dios?

¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Soy la vida y el alma de la fiesta o soy el que tranquilo disfruta observar las conversaciones a mi alrededor? ¿Obtengo la energía de los demás o necesito un tiempo de tranquilidad para dar lo mejor a los que me rodean? ¿Cómo respondo a la injusticia? ¿Expreso mi ira justificada o soy mejor trabajando detrás de la escena para responder a las necesidades de las víctimas de la injusticia? ¿Cómo respondo a la pobreza y a aquellos que viven al margen de la sociedad? ¿Cómo me veo a mí mismo como miembro de mi familia y de mi comunidad? ¿Qué papel desempeño en la Familia de Schoenstatt?

Oración:

Padre Celestial, ayúdanos a reconocer la semilla que has plantado en nuestros corazones, para que podamos crecer para amarte, alabarte y honrarte. Te damos gracias porque cada semilla es única e irrepetible y porque «a cada clase de semilla das el cuerpo que le corresponde” (1Cor 15:38) y queremos descubrir el plan y el propósito que tienes para nosotros. Oramos para que a medida que crezca nuestra semilla podamos llegar a ser tus instrumentos. Amén.

Original: inglés – Traducción: Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina

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