Hacia el Sínodo sobre sinodalidad de la Iglesia, Cristián León •
Como ya sabemos, La Iglesia de Dios ha sido convocada en Sínodo. El camino, cuyo título es «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», se iniciará solemnemente el 9 y el 10 de octubre del 2021 en Roma y el 17 de octubre siguiente en cada Iglesia particular, queriendo entrar en reflexión sobre diez núcleos temáticos o desafíos que la Iglesia nos propone dialogar como Pueblo de Dios en marcha. Quisiera en esta columna, referirme en específico al núcleo temático VII. El diálogo con las otras confesiones cristianas. —
¿Qué relaciones mantenemos con los hermanos y las hermanas de las otras confesiones cristianas?
¿A qué ámbitos se refieren?
¿Qué frutos hemos obtenido de este “caminar juntos”?
¿Cuáles son las dificultades?”
En primer término, quisiera decir que Schoenstatt se articula en torno a tres fines y que son de sobra conocidos por todos sus integrantes. Lo interesante es cómo dichos fines nos informan y ayudan a colaborar en ese diálogo con las otras confesiones cristianas.
Dichos fines son:
a) La formación del hombre nuevo en la comunidad nueva con carácter apostólico universal
El hombre nuevo es, según el padre Kentenich, “el hombre animado por el espíritu y vinculado al ideal, lejos de toda esclavitud a las formas y de toda carencia de formas”. La comunidad nueva “se empeña por una comunión profunda y espiritual; por un estar espiritualmente el uno en el otro, con el otro y para el otro; por una siempre eficaz conciencia de responsabilidad mutua anclada en Dios, que impulsa al individuo y a la comunidad al apostolado universal y allí lo hace fecundo”. Es decir, cómo podemos establecer puentes profundos de diálogo y comunión con nuestros hermanos en la fe en Cristo, aunque separados por razones históricas y por acentuaciones, que por no sanarlas a tiempo, nos llevaron al escándalo de la separación. Se apoderó de nuestra religión la «hybris» de la desmesura, que nos atrincheró en bandos, alimentando guerras y odios, construyendo muros. Hoy es tiempo de entrar en diálogo, paz y comunión fraterna. Hoy el encuentro de culturas y religiones es algo inevitable, y al mismo tiempo, indispensable. Será el diálogo el que logrará la unidad plena en la multiplicidad.
b) Rescate y cumplimiento de la misión histórico-salvífica de Occidente.
Es decir, la prosecución de la misión de Occidente de propagar la fe cristiana a los pueblos del mundo, así como empeñarse por la armonía querida por Dios entre naturaleza y gracia, entre causa primera y causa segunda, entre idea y vida. Esta misión deberá realizarse en complementación y enriquecimiento recíprocos con la misión de Oriente y otras culturas. Hoy la civilización cristiana occidental está sacudida desde sus cimientos, han impactado cientos de torpedos bajo la línea de flotación de la misma y sus fundamentos están siendo socavados y saboteados por doctrinas e ideologías ajenas y perniciosas, que van en contra de las propuestas y enseñanzas de Cristo. Todas las fuerzas vivas de los creyentes en Cristo deben trabajar unidos para generar no sólo un diálogo exterior, sino sobre todo, generar un diálogo interior que aborde las preguntas últimas de la existencia humana. Como plantea Raimon Panikkar en su libro El Diálogo Indispensable: Paz entre las religiones, es “el camino del diálogo responsable y abierto como la única vía de llegar, en una sociedad individualista como la nuestra, a una comprensión recíproca entre los pueblos del mundo, que es la base para poder hablar de paz y de justicia”. Únicamente juntos podremos salir del reduccionismo de entender Occidente sólo como un mero desafío político y económico, y tener el valor necesario para proyectar una mirada al origen de nuestra historia, para así renovar al hombre occidental y de revivir sus raíces culturales y espirituales, para reencontrarnos con Dios como Padre y con nuestros hermanos en la fe como hermanos.
c) Constitución y desarrollo de una Confederación Apostólica Universal.
Es decir, el fomento del trabajo conjunto de las organizaciones apostólicas de la
Iglesia en dependencia de la jerarquía. Esta finalidad el fundador la asumió de san Vicente Pallotti. Schoenstatt ha sido preparado desde sus orígenes para asumir esta misión, coordinar las fuerzas apostólicas con todas las otras confesiones cristianas, ya que entiende el especial carisma de cada grupo, el aporte y riqueza que constituye cada espiritualidad, cada orientación. Si logramos entrar en diálogo virtuoso con las otras religiones cristianas podremos recuperar el terreno entregado al secularismo, dotar de sentido, altura y profundidad a tantos que viven en la monotonía materialista, vida de escaso espesor porque está centrado en el mundo cuantitativo y preso de la acción y el cambio propia de la adaptación. Las religiones en diálogo pueden fortalecerse mutuamente, pues ellas se centran en los aspectos cualitativos y trascendentes, que le dan orientación a nuestra existencia en el mundo. Es clave comprender con certeza que los aspectos que nos unen son enormemente superiores a los que nos separan. Hay tanto que aprender del otro. La riqueza de las diferencias puede abrirnos a nuevos horizontes no explorados. Como plantea Byung-Chul Han “la expulsión de lo distinto y el infierno de lo igual ponen en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la depresión y la autodestrucción”.
A navegar aguas arriba
En segundo término, quiero empujarlos aún más allá, a navegar aguas arriba. Veamos.
En marzo recién pasado el papa Francisco visitó Irak y durante su primer discurso a su llegada a la capital de Irak, Bagdad, el papa afirmó “As Salamu Alaikum” -que la paz esté con ustedes en árabe- y señaló: «Vengo a Irak como un peregrino por la paz«. En visita a Ur, ciudad histórica el papa citó a Abraham, y señaló: «La unidad, la unión y la fe comenzaron en Ur. Somos todos nietos de Abraham”. También fue muy relevante la reunión del papa con el líder chiita de Irak Ayatola Alí al Sistani. Esta histórica reunión duró 45 minutos, tiempo suficiente para marcar un hito en las relaciones entre el Vaticano y el islam, pues este encuentro es considerado histórico y un gran paso para lograr la paz y el entendimiento entre los diferentes credos que conviven en el mundo. Ya antes, en la visita del papa a los Emiratos Árabes en febrero de 2019, se había firmado un documento común en Abu Dabi entre el papa y el jeque egipcio Ahmad al Tayyeb, Gran Imán de Al Azhar, la mayor institución suní, y que fue uno de los mayores pasos en las relaciones entre el islam y el catolicismo. El papa Francisco llevó un mensaje de paz y convivencia entre cristianos y musulmanes, en medio de los conflictos que vive la región, como la guerra en el Yemen. Y mucho antes, en noviembre de 2014 el papa Francisco visitó Turquía para continuar con la tradición ecuménica que pusieron en marcha sus predecesores –el papa Juan Pablo II en 1979 y el papa Benedicto en 2006- para seguir impulsando el diálogo interreligioso durante su visita a Ankara y Estambul. En 2003 el papa Juan Pablo II y en 2006 el papa Benedicto XVI se habían reunido en audiencia privada con el Dalai Lama. En 2014 el papa Francisco declinó reunirse con el Dalai Lama debido a la delicada situación que viven los católicos en China, pero el ánimo existe.
¿Qué quiero decir con esto? Nuestros papas han entendido que la religión exige ser tratada en términos de globalidad. Es necesario penetrar en la convergencia metafísica de todas las tradiciones religiosas, pues esto proporciona una base coherente para un ecumenismo religioso real. Dicho de otro modo, alguna vez le preguntaron a Mahatmas Gandhi sobre cuál era la religión correcta. Gandhi tomó una vara y trazó una rueda en la tierra, con aro, rayos y un centro y dijo: “las religiones son los rayos para acceder al centro, que es la Realidad fundamental”.
Podremos agregar que mientras más cerca del aro se hallan las religiones, se perciben como más distintas y lejanas; pero en la medida que uno profundiza en su religión más se va acercando a la Realidad fundamental que es el Principio Divino, es decir, Dios, y cuanto más se acerca, más cercanas y similares ve también a las otras tradiciones religiosas. Profundizar en nuestra fe y nuestra religión, nos lleva a ver como hermanos a las demás religiones, y con ello a tender puentes de diálogo. Como decía Louis Massignon: muchas veces “la hospitalidad es el camino de la verdad”.
De este modo, seremos desafiados a vivir nuestra propia fe en este contexto más amplio –y que, por otro lado, dada la globalización y procesos migratorios, será inevitable- donde los creyentes reconoceremos que esta nueva coyuntura nos permitirá redescubrir riquezas insospechadas en nuestra propia religión. Por el contrario, como afirma Pierre-Françoise de Béthune, O.S.B.: “cuando los fieles de una religión se encierran y se empecinan en rechazar acoger al otro, recurren cada vez más a los elementos arcaicos de su propia tradición y puede constatarse que experimentan una regresión o que, al menos, su madurez espiritual se bloquea precisamente por esto. Y aquellos que quieren llevar a cabo encuentros sin preocuparse del espíritu y la práctica del diálogo se arriesgan a causar daño”. Por tanto, la invitación que se hace es un doble desafío, por una parte aproximarse filosóficamente a las culturas y al encuentro entre ellas que hoy se produce, y por otro, realizar una seria y madura reflexión espiritual sobre la búsqueda de Dios, la búsqueda del sentido y la sencillez. Eso nos ayudará a encontrar el tesoro espiritual común que es patrimonio de todas las grandes tradiciones religiosas del mundo. Nuestra gran tarea evangelizadora está donde esos principios ya no animan e inspiran al hombre de hoy… que en gran medida es la sociedad secular que le ha dado la espalda a Dios.
CRISTIÁN LEÓN (1969) pertenece al movimiento desde 1991. Actualmente es miembro del curso 2 de la Federación de Hombres. Es arquitecto y licenciado en estética PUC y magister y doctor en historia del arte y la arquitectura religiosa, UPO Sevilla.
Documento preparatorio del Sínodo sobre la Sinodalidad
Página del Sínodo sobre Sinodalidad
Gracias por tu artículo, Cristian.
Quería comentar cómo enfocas el tercer fin de Schoenstatt: coordinar las fuerzas apostólicas con todas las otras confesiones cristianas. Esta redacción me es nueva. No es los mismo «coordinar las fuerzas apostólicas» que «promover la unión de las fuerzas apostólicas» en su redacción más clásica.
Es un acento nuevo.
Trabajar en el desarrollo de la misión (CAU) encomendada por el P. K. lo veo fundamental para los nuevos tiempos. Nuestra Iglesia de iglesias, propuesta en el camino Sinodal en el que estamos, plantea grandes retos y oportunidades de regalar nuestro carisma a este modelo de entender la eclesiología del Pueblo de Dios que nos trae el papa Francisco. Una Iglesia pobre para los pobres, capaz de aprender del «sensus fidei» del pueblo y dejarse evangelizar por ellos. Un modelo que pone todo patas arriba (lo de abajo arriba, lo de arriba abajo) (caos) para reconocer la fuerza salvífica que traen sus vidas y ponerlas en el centro del camino de la Iglesia. (EG 198).
Pero una cosa he aprendido en 35 años en Schoenstatt nuestra especialidad es el «orden en el caos» Porque promocionando la libertad y la independencia del individuo (origen del caos), provocándole a seguir sus mas altos ideales, genera con la ayuda de la espiritualidad del instrumento, la piedad mariana y la pedagogía de las vinculaciones comunidades nuevas (orden). Comunidades que a su vez son libre e independientes (caos) a las que se las provoca a alcanzar la santidad (orden). Estas comunidades libre e independiente (caos) se unen voluntariamente para construir y contribuir a la misión de la iglesia universal (orden): la proclamación y expansión del Reino de Cristo (que nosotros llamamos Reino de Schoenstatt)(misión salvífica de occidente).
Esto que nosotros hacemos de forma natural, sin pensarlo, (educación del subconsciente) nos permite ser germen en nuestras comunidades (fuera de Schoenstatt) para ayudar a que cada parte de la iglesia vibre y desarrolle su propia misión, en unidad con el resto, para un mismo fin.
Es decir dentro del cuerpo de Cristo (la Iglesia) unos son manos, otros ojos, según el ejemplo de San Pablo; a nosotros nos tocas ser glóbulos rojos, llevando oxigeno y quitando toxinas a cada célula. El corazón que nos bombea es el Santuario.
Un cordial saludo
Felicitaciones Cristian por tu iluminado y culto artículo, me gustó, me despierta más y me anima nuevamente por Schoenstatt.
Me gustó la idea de la rueda con rayos y con un núcleo, llamado cubo, donde está el eje que une todo y permite que gire.
Sobretodo me gustó la idea Sinodal, ese caminar juntos, en compañía de otros, para CONVERSAR de grandes temas que nos deben ocupar porque nos preocupan. Esa idea tan kentenichiana y moderna de sentarnos a la mesa entre pares para compartir vivencias y experiencias y, juntos, encontrar el paso de Dios entre nosotros.
Es la hora de atrevernos a conversar, de atrevernos s sentarnos a la mesa, entre pares, y compartir nuestras voces del alma, nuestros ánimos. Es hora de despertar y despertarnos mutuamente. Es hora de mirar Hacia el Cielo, Hacia el Padre y caminar con Él, como nos enseñaron desde Dachau y Milwaukee.