Ignacio Serrano del Pozo •
Sobre la tumba de San Francisco el Santo Padre firmó el 3 de octubre pasado su última encíclica Fratelli Tutti (Hermanos todos). Desde Laudato Si´ (Alabado sea), la carta encíclica del 2015 sobre el cuidado de la casa común, no teníamos un documento de tal importancia. Ambos textos coinciden, además, en que es il poverello d’Assisi, quien proporciona la inspiración inicial que da el título al documento. Esto no hace sino confirmar el aprecio que el actual pontífice tiene por este santo del que tomó además el nombre. —
En estos dos mensajes Jorge Bergoglio se revela además, como una especie de “Papa grillo” global: una voz de la conciencia que nos pone en alerta sobre los males de la sociedad contemporánea. Ahora bien, mientras Laudato Si´ representa una encíclica verde sobre el problema ecológico, Fratelli Tutti le parecerá a más de uno una encíclica “roja” sobre la fraternidad universal.
Cultura de encuentro en vez de cultura de muros
Bajo la sombra de los nacionalismos xenofóbicos y el predominio del economicismo individualista, Francisco quiere dar cuenta de que la humanidad empieza a darle la espalda a la idea de integración y encuentro que en años anteriores inspiró al mundo. “Reaparece la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas. […] En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada” (27, 30). En ese contexto, como señala el Obispo de Roma, cuando estaba redactando esta carta se sumó la pandemia del Covid-19, que sirvió de acicate para despertar “la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos” (32).
Señalada esta introducción cabría preguntarse si una encíclica que se sostiene desde la idea de justicia social, integración de los pueblos y contraria a los nacionalismos y la libertad de mercado, podría considerarse como una encíclica populista con tintes de izquierda.
Antes de responder esa pregunta puede resultar ilustrativo atender a algunos datos formales. Esta encíclica contiene 288 notas a pie de página como referencias. Lo interesante es que de ellas, casi la mitad representan auto-citas a textos del mismo pontífice: exhortaciones apostólicas, discursos, mensajes, homilías y entrevistas. Incluso hay referencias llamativas como son las alusiones a la videoconferencia que el Santo Padre hizo para la charla TED de Vancouver el 2017 y las frases extraídas del film de Wim Wenders de 2018 denominado El Papa Francisco: Un hombre de palabra. Es cierto que en Fratelli Tutti no faltan citas al Concilio Vaticano II y a las encíclicas sociales de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sin embargo, pareciera que con esta carta Francisco pretendiese consolidar toda una línea de pensamiento que había ido insinuando en sus escritos anteriores. ¿De qué se trata esta reflexión?
El centro de Fratelli Tutti es un llamado a una cultura del encuentro y del diálogo que va recorriendo distintos ámbitos. Existen reflexiones sobre espacios personales, en las que el Papa medita sobre la agresividad y enclaustramiento de las redes sociales y dispositivos tecnológicos; pero también aparecen discusiones más generales en las que el sucesor de Pedro vuelve a recordar las enseñanzas tradicionales de la Iglesia: la función social de la propiedad como un derecho prioritario, o el peligro de una espiral de violencia destructiva y de guerras que vuelven a surgir. Para explicar esta atención a lo pequeño y a lo macro, Francisco hace uso más adelante de una analogía que nos parece de inmensa riqueza: “Hay una “arquitectura” de la paz, donde intervienen las diversas instituciones de la sociedad, cada una desde su competencia, pero hay también una “artesanía” de la paz que nos involucra a todos” (231).
“Un corazón abierto al mundo”
Dicho esto, me parece que los capítulos cuarto y quinto resultan los más polémicos y donde no pocos advertirán el sello político ideológico del pontífice. En ellos se trata de aterrizar y llevar a la práctica los retos de los capítulos anteriores, obligándonos a asumir -como la misma carta dice- nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones. El capítulo cuarto se denomina “Un corazón abierto al mundo”. En él se abordan los esfuerzos que se deberían realizar frente al fenómeno global de la migración. En este plano Francisco hace un llamado a adoptar el concepto de plena ciudadanía hacia los migrantes, e incluso a ejercer una serie de prácticas, que van desde incrementar y simplificar la concesión de visados, hasta ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, pasando por abrir corredores humanitarios a los refugiados más vulnerables (130). Por su parte, en el capítulo cinco, titulado “La mejor política”, aparece una propuesta de rehabilitación del concepto de «pueblo» como una forma de romper con el predominio de la tecnocracia y el sometimiento de la política a la economía. Pero si el capítulo anterior podría resultar controversial por sus medidas excesivamente concretas de política contingente, este lo sería porque el Papa Bergoglio parece adoptar una defensa explícita al “gobierno del pueblo”. Existe una cita que refleja lo que venimos señalando: “Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común y a su vez es bueno promover que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas […] porque ellos son sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía. En este sentido son “poetas sociales”, que trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo”. (169).
Una ofrenda recíproca
Me parece que para entender estos provocativos capítulos conviene profundizar en algunas consideraciones importantes que pueden ayudar a resituar los juicios previos. La primera es atender que para Francisco el proceso migratorio no se puede estructurar desde una política asistencialista de ayuda humanitaria, en el que no se consideren, además, las inquietudes ciudadanas o no se atienda al bienestar del país receptor. Es cierto que se trata de acoger, proteger, promover e integrar como el mismo Papa dice cuando usa estos cuatro verbos, pero esto siempre se realiza desde un proceso bidireccional, en el que se beneficia el inmigrante y la sociedad que los acoge. Fratelli Tutti utiliza a este respecto la metáfora de una “ofrenda recíproca” en el que “la llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto, se convierte en un don, porque las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos” (133). En términos más concretos, el Santo Padre recuerda la contribución de la cultura latina a Estados Unidos, o el mismo aporte de la inmigración italiana en Argentina de la que él mismo es parte.
Respecto de la idea de pueblo, importa notar que Francisco no ignora el peligro de hacer de ella una categoría angelical o mítica, como si estuviese exenta de males o todo lo que hiciese fuese bueno. Pero reconoce -y me parece que aquí tiene razón- que esta noción es especialmente apta para rehabilitar el valor de la comunidad en sus lazos sociales e identidad cultural, algo particularmente necesario frente al individualismo de los intereses personales. Por lo demás, frente a cualquier peligro de una visión antagónica que concibe al pueblo como sujeto pasivo de injusticias, nos parece sumamente interesante el énfasis que proporciona el romano pontífice a la idea de emancipar al pueblo a través del trabajo. Este aparece incluso como el mejor servicio de caridad que un político puede hacerle a su pueblo: “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (162).
Hacedor de puentes
Fratelli Tutti se constituye, así, como una carta encíclica incisiva y desafiante, que seguramente no dejará indiferente a nadie que decida leerla, meditarla y ponerla en práctica. ¿Significa eso que no habría nada que reparar o criticar? A mí modo de ver, no es el aspecto político o su orientación social lo que podría ser controversial en esta encíclica. Me parece que los católicos podríamos reclamarle a este documento pontificio una “dimensión” postergada, que sólo aparece al final: “Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad” (272), o como lo dice bellamente en los últimos acápites: “Para muchos cristianos, este camino de fraternidad tiene también una Madre, llamada María” (278). Es decir, si algún problema de color tiene esta encíclica, habría que decir que es la tenue presencia del azul del cielo, que tímidamente aparece en el último capítulo… Pues tenemos la seguridad no sólo de que “nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (30), sino que además-esto es sólo posible con la ayuda de la gracia y la fuerza y luz del Espíritu Santo, porque los bienes más altos son muy altos como para dejárselo sólo a las fuerzas humanas.
Pero no hay duda de que con Fratelli Tutti el Papa Francisco se ha tomado muy en serio su tarea de pontífice: “hacedor de puentes”, pues este documento se constituye como una carta dirigida a personas de todo el espectro de colores con las que quiere encontrase y entablar un diálogo.
Texto completo de Fratelli tutti (pdf)
Ignacio
Excelente síntesis de la encíclica que nos invita a ser artesanos de la Paz construyendo un nuevo orden social.