Publicado el 2016-03-13 In Francisco - Mensaje

El amor no es sólo palabras, son obras y servicio

FRANCISCO EN ROMA – AÑO SANTO DE LA MISERICORDIA •

El servicio es el camino para llegar hasta Jesús y alcanzar la felicidad. Esta fue la catequesis que el Papa Francisco dedicó el sábado 12 de marzo a la tercera Audiencia Jubilar del año en la Plaza de San Pedro. “Ser misericordiosos como el Padre significa seguir a Jesús en el camino del servicio”, subrayó.

«Schoenstatt se ha hecho por el servicio desinteresado a los demás y deberá seguir creciendo de la misma manera», dijo el Padre José Kentenich tantas veces. No son solo palabras lindas. Es el mapa de ruta para el segundo siglo de Schoenstatt, para un Schoenstatt en alianza como para un Schoenstatt en salida. Es mapa de ruta para la iglesia: servicio desinteresado. El mapa de ruta marcado por el mismo Jesús.

A continuación, el texto completo gracias a Radio Vaticano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nos estamos acercando a la fiesta de la Pascua, misterio central de nuestra fe. El Evangelio de Juan – como hemos escuchado – narra que antes de morir y resucitar por nosotros, Jesús ha cumplido un gesto que se ha esculpido en la memoria de los discípulos: el lavatorio de los pies. Un gesto inesperado e impresionante, al extremo que Pedro no quería aceptarlo. Quisiera detenerme sobre las palabras finales de Jesús: «Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? […] Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros» (13,12.14). De esta forma Jesús señala a sus discípulos el servicio como el camino a  recorrer para vivir la fe en Él y dar testimonio de  su amor. El mismo Jesús ha aplicado a si la imagen del “Siervo de Dios” utilizada por el profeta Isaías. Él, que es el Señor, ¡se hace siervo!  Lavando los pies a los apóstoles, Jesús ha querido revelar la manera de actuar de Dios con nosotros, y dar el ejemplo de su «mandamiento nuevo» (Jn 13,34) de amarnos unos a otros como Él nos ha amado, osea dando la vida por nosotros. El mismo Juan lo escribe en su Primera Carta: «En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. […] Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (3,16.18).

El amor, pues, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. El amor no es sólo palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido, como Jesús mismo ha dicho: «Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha» (Mt 6,3). Esto implica poner a disposición los dones que el Espíritu Santo nos ha donado, para que la comunidad pueda crecer (Cfr. 1 Cor 12,4-11). Además, se expresa en el compartir los bienes materiales, para que ninguno este en la necesidad. Esto del compartir y de la dedición a quien está en la necesidad es un estilo de vida que Dios sugiere también a muchos cristianos, como camino de auténtica humanidad.

Por último, no olvidemos que lavando los pies a sus discípulos y pidiendo a ellos hacer lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesar mutuamente nuestras faltas y a rezar los unos por los otros para sabernos perdonar de corazón. En este sentido, recordemos las palabras del santo obispo Agustín cuando escribía: «No desprecie el cristiano de hacer lo mismo que hizo Cristo. Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, también en el corazón se enciende, y si ya estaba se alimenta, el sentimiento de humildad […] Perdonémonos mutuamente nuestras faltas y oremos juntos por nuestras culpas y así de este modo nos lavaremos los pies recíprocamente» (In Joh 58,4-5).

El amor, la caridad y el servicio, ayudar a los demás, servir a los otros. Hay tanta gente que pasa la vida así, en el servicio a los demás. La semana pasada he recibido una carta de una persona que me decía que me agradecía por el Año de la Misericordia; me pedía de orar por ella, para que pudiera estar más cerca del Señor. La vida de esta persona era cuidar a la mamá y al hermano; la mamá en cama, anciana, lucida pero no se podía mover y el hermano discapacitado, en una silla de ruedas. Esta persona, su vida, era servir, ayudar. ¡Y esto es amor! Cuando te olvidas de ti mismo y piensas en los demás: ¡esto es amor! Y con el lavatorio de los pies el Señor nos enseña a ser servidores, más siervos, como Él ha sido siervo por nosotros, por cada uno de nosotros.

Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, ser misericordiosos como el Padre significa seguir a Jesús en el camino del servicio. Gracias.

 

 Fotos: Daniel Ibáñez / ACI Prensa ♥

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