Publicado el 2015-11-30 In Francisco - Mensaje

Papa Francisco: Estamos llamados a seguir siendo testimonio de los mártires

EL PAPA FRANCISCO EN ÁFRICA, por Sarah-Leah Pimentel •

El sábado 28 de noviembre, el papa Francisco visitó los santuarios dedicados a los mártires anglicanos y católicos — Joseph Mkasa, Charles Lwanga y sus compañeros — que fueron quemados vivos a fines del siglo XIX por parte del rey local por predicar su fe.

Durante la Santa Misa celebrada en el Santuario para conmemorar el 50º aniversario de su canonización, el papa Francisco dijo que estos mártires “han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad.”

Llamados a compartir el don del Espíritu Santo

El papa agregó que también nosotros hemos recibido el don del Espíritu Santo y estamos llamados a compartirlo con los demás para “edificarnos los unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor”.  Si nosotros “reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones”, entonces también llegaremos a ser misioneros del amor de Cristo entre nuestros amigos y familiares e incluso entre “los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros.”

“Los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera”

Francisco también envió un mensaje a la élite que gobierna el país y a los líderes de la oposición que asistieron a misa, diciendo que “los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera”. En su lugar, advirtió a todos los presentes que “la fidelidad a Dios, la honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer”.

No obstante, el papa destacó que esto no debería significar que miremos solo a la vida futura ignorando el camino terrenal. Por el contrario, nuestra esperanza en el mundo por venir debería “ofrecernos un objetivo para la vida en este mundo”, ayudándonos a “acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común”.

Concluyó diciendo que los mártires no deberían ser olvidados en un museo, sino que deberíamos honrarlos llevando “su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo”.

Texto completo de la homilía del Papa Francisco durante la misa en el Santuario de Namugongo

“Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).

Desde la época Apostólica hasta nuestros días, ha surgido un gran número de testigos para proclamar a Jesús y manifestar el poder del Espíritu Santo. Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente «los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad.

También nosotros hemos recibido el don del Espíritu, que nos hace hijos e hijas de Dios, y también para dar testimonio de Jesús y hacer que lo conozcan y amen en todas partes. Hemos recibido el Espíritu cuando renacimos por el bautismo, y cuando fuimos fortalecidos con sus dones en la Confirmación. Cada día estamos llamados a intensificar la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a “reavivar” el don de su amor divino para convertirnos en fuente de sabiduría y fuerza para los demás.

El don del Espíritu Santo se da para ser compartido. Nos une mutuamente como fieles y miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo. No recibimos el don del Espíritu sólo para nosotros, sino para edificarnos los unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor. Pienso en los santos José Mkasa y Carlos Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en la fe, han querido transmitir el don que habían recibido. Lo hicieron en tiempos difíciles. No estaba amenazada solamente su vida, sino también la de los muchachos más jóvenes confiados a sus cuidados. Dado que ellos habían cultivado la propia fe y habían crecido en el amor de Cristo, no tuvieron miedo de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida. Su fe se convirtió en testimonio; venerados como mártires, su ejemplo sigue inspirando hoy a tantas personas en el mundo. Ellos siguen proclamando a Jesucristo y el poder de la cruz.

Si, a semejanza de los mártires, reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los pobres, de las viudas y de los huérfanos.

El testimonio de los mártires muestra, a todos los que han conocido su historia, entonces y hoy, que los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera. Es más, la fidelidad a Dios, la honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer. Esto no disminuye nuestra preocupación por las cosas de este mundo, como si mirásemos solamente a la vida futura. Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común.

Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos, cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo.

Que los mártires ugandeses, junto con María, Madre de la Iglesia, intercedan por nosotros, y que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego del amor divino.

Omukama abawe omukisa. (Que Dios los bendiga).

Fuentes: www.vatican.va

Fotos tomadas de varias cuentas de Twitter en #PopeinUganda

Original: inglés.  Traducción: Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina

 

ACI Prensa ofrece un e-book en PDF con todas las homilías, oraciones y discursos del Papa Francisco en su histórico viaje a Kenia, Uganda y República Centroafricana.

En este documento encontrará la transcripción de todos los mensajes que pronunció en su primera gira por África, tanto los que improvisó como los que decidió dejar por escrito.

DESCÁRGUELO AQUÍ EN PDF:
https://www.aciprensa.com/ebooks/Africa2015.pdf

Etiquetas: , , , , , ,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *