Publicado el 2015-05-02 In Francisco - Mensaje

Globalizar la solidaridad

El papa Francisco participó en la inauguración de la Expo de Milán 2015 titulada “Nutrir el planeta, energía para la vida”, a través de una conexión televisiva en directo este viernes 1 de mayo y pidió aprovechar esta oportunidad para promover la globalización de la solidaridad, especialmente ante los millones de «rostros del hambre» de tantos hermanos que sufren este flagelo.

Texto íntegro del discurso del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy agradecido por la posibilidad de unir mi voz a aquella de cuantos participan en esta inauguración. Es la voz del Obispo de Roma, que habla en nombre del pueblo de Dios peregrino en el mundo entero; es la voz de tantos pobres que son parte de este pueblo y con dignidad buscan ganarse el pan con el sudor de la frente. Quisiera hacerme portavoz de todos estos hermanos y hermanas nuestros, cristianos y también no cristianos, que Dios ama como hijos y por los cuales ha dado la vida, ha partido el pan que es la carne de su Hijo hecho hombre. Él nos ha enseñado a pedir a Dios Padre: «Danos hoy nuestro pan de cada día». La Expo es una ocasión propicia para globalizar la solidaridad. ¡Busquemos no desperdiciarla sino valorizarla plenamente!

En particular, nos reúne el tema: «Nutrir el planeta, energía para la vida». También por esto debemos agradecer al Señor; por la elección de un tema tan importante, tan esencial…con tal que no reste sólo un «tema», con tal que vaya siempre acompañado por la conciencia de los «rostros»: los rostros de millones de personas que hoy tienen hambre, que hoy no comerán en modo digno, un modo digno de un ser humano. Quisiera que toda persona – a partir de hoy – toda persona que irá a visitar la Expo de Milán, atravesando aquellos maravillosos pabellones, pueda percibir la presencia de aquellos rostros. Una presencia escondida, pero que en realidad debe ser la verdadera protagonista del evento: los rostros de los hombres y de las mujeres que tienen hambre y que se enferman, e incluso mueren, por una alimentación demasiado carente o nociva.

La «paradoja de la abundancia» – expresión usada por San Juan Pablo II hablando precisamente a la FAO (Discurso a la I Conferencia sobre Nutrición, 1992) – persiste todavía, no obstante los esfuerzos realizados y algunos buenos resultados. También la Expo, de alguna manera, es parte de esta «paradoja de la abundancia», si obedece a la cultura del derroche, del descarte, y no contribuye a un modelo de desarrollo equitativo y sostenible. Por lo tanto, hagamos que esta Expo sea ocasión de un cambio de mentalidad, para terminar de pensar que nuestras acciones cotidianas – en cada grado de responsabilidad – no tengan un impacto sobre la vida de quien, cerca o lejos, sufre el hambre. Pienso en tantos hombres y mujeres que sufren el hambre y especialmente en la multitud de niños que mueren de hambre en el mundo.

Y hay otros rostros que tendrán un papel importante en la Exposición Universal: aquellos de tantos operadores e investigadores en el sector alimentario. Que el Señor conceda a cada uno de ellos sabiduría y coraje, porque es grande su responsabilidad. Mi auspicio es que esta experiencia permita a los empresarios, a los comerciantes, a los estudiosos, sentirse involucrados en un gran proyecto de solidaridad: aquel de nutrir el planeta en el respeto de todo hombre y mujer que lo habita y en el respeto del ambiente natural. Éste en un gran desafío al cual Dios llama la humanidad del siglo veintiuno: terminar finalmente de abusar del jardín que Dios nos ha confiado, para que todos puedan comer de los frutos de este jardín. Asumir tal proyecto da plena dignidad al trabajo de quien produce y de quien investiga en el campo alimentario.

Pero todo parte de allí: de la percepción de los rostros. Y entonces no quiero olvidar los rostros de todos los trabajadores que se han esforzado por la Expo de Milán, especialmente de los más anónimos, de los más escondidos, que también gracias a Expo han ganado el pan para llevar a casa. ¡Que nadie sea privado de esta dignidad! ¡Y que ningún pan sea fruto de un trabajo indigno del hombre!

Que el Señor nos ayude a acoger con responsabilidad esta gran ocasión. Que nos done Él, que es Amor, la verdadera «energía de la vida»: el amor para compartir el pan, «nuestro pan cotidiano», en paz y fraternidad. Y que no falte el pan y la dignidad del trabajo a todo hombre y mujer. Gracias.

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