Publicado el 2020-06-19 In Laudato Si, Temas - Opiniones

Si somos buenos schoenstattianos, somos ecologistas

Pilar Andrade, España •

A mucha gente le molesta el tema del ecologismo. Les parecen exageradas las manifestaciones en las que miles de personas –sobre todo jóvenes- salen a la calle exigiendo medidas para evitar una catástrofe ambiental. Greta Thünberg, especialmente,  saca de quicio: ¿cómo es posible que una mocosa adolescente de lecciones a los jefes de gobierno? En España, que es desde donde yo escribo, muchos asocian el ecologismo con la extrema izquierda, y por tanto con una ideología política cuyas raíces históricas no son solamente ajenas, sino incluso contradictorias con algunos aspectos de la mentalidad ecologista.—

No obstante, la encíclica del Papa Francisco y, recientemente, la semana dedicada a ella por los católicos de todo el mundo, nos piden que no demos tan rápido carpetazo al asunto y que volvamos a mirarlo con atención, y dejando al margen las connotaciones políticas.

Más concretamente, los schoenstattianos debemos consagrarle un poco de tiempo.

El ecologismo está en el núcleo del pensamiento kentenichiano

¿Por qué? Porque la crisis medioambiental es grave, porque los pobres son quienes más sufren y sufrirán la crisis, y porque el ecologismo está en el núcleo del pensamiento kentenichiano. No se puede desarrollar esto último en el espacio de un breve artículo, pero sirva de ejemplo el hecho de que conceptos como el organismo de vinculaciones, la coexistencia de razón y alma o los procesos de vida son perfectamente asumibles, bajo nombres muy semejantes, por la mayoría de las filosofías medioambientales. Todas ellas remiten, como la célebre oposición del P. Kentenich entre mecanicismo y organicismo, a la crítica del dualismo, es decir, al rechazo de un enfoque separado y reduccionista de nuestra existencia en el mundo y de la comprensión del mismo. Cualquier pensamiento ecologista sólido y bien argumentado nos insta, como el fundador de nuestro movimiento, a no separar los afectos y el entendimiento, lo corporal de lo anímico, el ser del actuar, etc.

El Padre Kentenich llegó a estas ideas tras un largo y complejo de maduración. En él confluyeron experiencias personales profundas (las voces del ser) y acontecimientos históricos (las voces de tiempo); ambos le hicieron transformar su modo de pensar y de enfrentarse a la existencia.

En cuanto a lo primero, sabemos que rasgos de carácter como el rigor y la disciplina tuvieron que matizarse y reconducirse para convertirse en aliados de su éxito y motivo de admiración. También el acento exagerado en el trabajo intelectual fue combinándose gradualmente, y bajo el esfuerzo de una voluntad de perfeccionamiento, con la esfera de lo emocional y la creación de fuertes vínculos vitales.

Y en cuanto a lo segundo, que ahora nos interesa más, los cambios históricos actuaron como referentes para su reflexión y su pedagogía, elaboradas con la mano en el pulso del tiempo. Su crítica a los totalitarismos, o formas de gobierno autoritarias basadas en un partido único y una fuerte represión policial que emplea el miedo y la propaganda como herramientas, y el capitalismo, o mecanismo de mercado volcado hacia la producción ilimitada para un consumo de masas, le llevaron a forjar nuevos hábitos de pensamiento, y a tomar actitudes vitales muy arriesgadas.

Actividades en el espiritu de Laudato Si’, Movimiento de Schoenstatt, Costa Rica

Voces del tiempo: Novedades fundamentales de nuestra época

Ahora bien, seguir su ejemplo es plantearnos cuáles son los desafíos de nuestro tiempo, que no coinciden más que en parte con los del suyo. Porque nuestra época ha aportado dos novedades fundamentales que piden nuestra máxima atención.

Una de esas novedades es que la técnica y la tecnología se han vuelto tentaculares, desbordantes. Nos ofrecen gigantescas posibilidades en todos los campos: médico, energético, agrícola, comunicativo…. Pero desde este mismo campo de infinitas posibilidades se ponen, o son puestas, fuera de nuestro control, y una de las formas de ese empoderamiento es el daño actual y potencial causado a la naturaleza.

La segunda de las novedades es la globalización extrema, que la pandemia ha mostrado clarísimamente y sin sombra de duda. Cada uno de nuestros actos tiene un efecto mariposa insospechado, porque todo y todos estamos entrelazados (concepto que, por cierto, está en la raíz del término “ecología”). Si yo coloco los restos de pintura en un bote y los llevo a un punto limpio en vez de tirarlos con lo demás, o si ayudo a limpiar una playa (acción que algunos schoenstattianos ya han emprendido), quizá colabore a no emponzoñar el mar en el que faena a diario un pescador de Birmania. Y además, cooperaré en que no se llene de porquería el estómago de un alcatraz, que forma parte de la creación y es también querido por Dios.

Una mentalidad ecologista serena y abierta no sólo es compatible con nuestro carisma sino que es lo propio de él.

En mi opinión estas, entre todas las nuevas realidades, deben interpelarnos especialmente. Ambas han convertido lo que eran problemas puntuales que ocasionaban responsabilidades puntuales, en problemas planetarios que afectan a todo/s, incluidos los seres vivos (humanos y no humanos) que vendrán, y arrojan la responsabilidad sobre cada uno de nosotros, y sobre todos como colectivo. También sobre el colectivo de quienes formamos el Movimiento.

Creo sinceramente que estas magnitudes o voces del tiempo deben hacernos cambiar a los schoenstattianos y ser fermento de conversiones, apostolados y reivindicaciones. Una mentalidad ecologista serena y abierta no sólo es compatible con nuestro carisma sino que es lo propio de él. Por eso la crisis medioambiental nos interpela particularmente. Y como testimonio actual concreto, y para terminar, remito a un artículo reciente publicado en esta web, en el que Bettina Betzner compartió con valentía su aventura personal de “conversión ecológica”, si queremos llamarlo así. Ella nos ha dado pautas concretas para abrir camino.

 

Un santuario en medio de la naturaleza (Ciudad del Este, Paraguay)

 

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8 Responses

  1. Muy bueno tu artículo, Pilar. Entre este texto y el de Bettina Betzner se puede hacer un manual, que nos ayude a todos a cuidar la casa común. Empecemos dentro de casa, eso de separar no es tontería; lo de no tirar comida, tampoco; y lo de aprovechar la ropa, es muy recomendable. Gracias.

  2. Juan dice:

    Pilar muchas gracias por compartir tu reflexión y análisis a través de este artículo. Enhorabuena. Desvincular el ecologismo de la ideología política es un gran acierto, ya sabemos que los políticos, ya sean de un signo o de otro, tratan de adueñarse de lo que no es suyo, darle un componente ideológico y en la mayor parte de las ocasiones cambiar el sentido original. Pero mejor que esta desvinculación, tu artículo a lo que nos invita es a reflexionar sobre una vinculación, la que tiene la ecología y la Casa Común con el P. Kentenich. Esto nos invita a todos los seguidores de Kentenich a pensar sobre ello y sobre todo a revisar nuestras actitudes al respecto. Muchas gracias Pilar y te ánimo a seguir escribiendo sobre ello.

  3. PALOMA dice:

    Me ha llegado el artículo por difusión de una persona que supo de mi preocupación de base cristiana por el negacionismo. Me da esperanza que personas creyentes y preparadas aborden el tema con profundidad. En este mundo caótico me felicitó y te felicito por tu trabajo. Gracias.

    • Gracias Paloma, me alegro de haber encontrado sensibilidades próximas a la mía; a veces es difícil levar la carga con poco apoyo. Tu mensaje me da ánimos para seguir.

  4. Bien Común. Investigue de dónde viene, cual es la raíz de Bien Común. Me sorprendí de saber que de antiguo el aire, el agua y la tierra eran superabundantes …TODOS tenían el DERECHO de usar todo lo que necesitaran, incluso todo lo que quisieran. Había tanto aire, tanta agua y tanta tierra, superabundante que podías usar todo lo que quisieras y los sistemas eran tan dilutores que el humo se disipaba, en el agua se diluía la tierra de la mina que lavaba sus desechos precipitando y las trazas de metales pesados se dispersaban, en la tierra se hacía rotación de cultivos para que se fuera recuperando. Pero pasamos de 1.000 millones de habitantes en 1850 a 7.000 millones ahora; siete veces! …y el aire encerrado en reversas térmicas de las megaciudades se ensució y se llenó de humo …el agua se hizo turbia y el plástico desechable, curiosamente superabundante (viene del petróleo que demora millones de años en hacerse, petróleo que además hemos quemado en autos y chimeneas sin ningún control por su superabundancia en pozos y luego por el cracking petrolero de rocas) ensució el agua cristalina de vertientes que entregan las lluvias absorvidas por las esponjas de árboles y vegetales; y, la tierra se hizo infértil de tanto artificio químico. Como sabemos la contaminación es la sobresaturación de un ecosistema; cuando este ya no es capaz de alimentarse en un círculo cerrado como el oxígeno -> CO2 de los animales con los vegetales; y, empieza a tener excedentes que no es capaz de consumir, se sobresatura y se rebalsa. Se contamina; se hacen círculos viciosos en vez de círculos virtuosos de crecimiento. Este fenómeno se está ajustando mucho más rápido de lo que imaginamos y seguiremos sorprendiéndonos. La sociedad toda intuye esto con una claridad pristina. En Chile la ley de eliminación de las bolsas plásticas en los supermercados es la muestra más clara del nivel de conciencia que hay; eliminaron por ley un beneficio práctico de poder llevar las cosas al hogar y dar un segundo beneficio a las bolsas en las casas, con aplausos ¡PLOP!

  5. Felicitaciones Pilar, muchas gracias por tus reflexiones y aportes. Nosotros no sólo cuidamos la casa, además la hacemos hogar y buscamos la armonía entre la NATURALEZA y la GRACIA, no sólo la naturaleza humana sino que en todo el organismo de vinculaciones con las cosas, las personas, con nosotros y con Dios que supone, sana y eleva todo la naturaleza. Comparto que hay muchas grandes iniciativas que son profundamente cristianas y otros pretenden expropiárselas, no para el Bien Común sino que para ejercer el poder, es el caso de los Derechos Humanos y también, como indicas, el caso del cuidado de la casa en que vivimos, que amamos y por la que damos todo. La gran corriente ecologista, especialmente de desterrar lo desechable y el derroche de energía, es parte de la nueva ERA que ya se ha instalado entre nosotros desde el 2000: digital, ecológica y colaborativa y es irreversible y tiene motor propio, nos sorprende con infinitas resultantes creadoras y desafíos para cuidarla, quererla y promoverlo porque «sabemos lo que queremos y queremos lo que sabemos, porque hacemos lo que queremos y queremos lo que hacemos» como parafraseaba nuestro P. Humberto Anwandter a nuestro P. Kentenich. Gracias por tu valioso aporte.

    • Pilar Andrade dice:

      Gracias Fernando por tu extenso y valioso mensaje. Seguiré dándole vueltas en el sentido de la armonía naturaleza-gracia y a la frase del P. Anwandter.

  6. Gonzalo Génova, Madrid dice:

    Muchas gracias, Pilar, por este texto, y por conectar el ecologismo con ideas madre del pensamiento schoenstattiano. El ecologismo tiene el potencial de reconectarnos con Dios al contemplar su creación, y esto es muy importante para nosotros y para que otras personas tal vez más alejadas tengan la oportunidad de redescubrir la casa del Padre.

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