San José padre en la sombra

Publicado el 2021-01-25 In Año de San José

San José, padre en la sombra

HOMBRES SAN JOSÉ | Miguel Ángel Rubio, España •

The Joseph Challenge 2021 by Schoenstatt.org, only for men (El Desafío José 2021 de Schoenstatt.org, solo para hombres): Hombres de diferentes opciones vocacionales en la alianza de amor, de diferentes países y generaciones, se dejan desafiar por la carta del Papa Francisco Patris Corde sobre José, “esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana” y comparten lo que más les impacta y motiva en la figura de san José y la carta del Santo Padre sobre él. Miguel Àngel Rubio, de  España, siente un vínculo fuerte con San José, padre en la sombra. —

Un padre que es consciente de que completa su acción educativa y de que vive plenamente su paternidad sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado.

Siempre consideré a San José como un santo consecuencia de las circunstancias, es decir, pensaba que la Iglesia lo hizo santo porque la Madre de Dios no podía estar desposada con alguien de menor rango y dignidad. Tratándose de la Sagrada Familia, ahí no podía haber alguien que no fuera santo. Porque el verdadero padre de Jesús es Dios, ya que María “concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”. Entonces ¿qué pintaba San José? ¿Estaba allí para que todo fuera “políticamente correcto”?  ¿Cuál era su papel? Dios nos regaló a su Hijo en la Tierra, pero Dios Padre no descendió con Él, sino que el componente paternal se lo encargó a San José, que lo encarnó y lo aceptó libremente. En las Escrituras apenas se habla de él: callado, en la sombra, sin protagonismo alguno… pero está ahí; tampoco se le ha obviado ni se ha prescindido de él.

Los planes de Dios no son los nuestros

Hasta que me casé, la imagen que tenía de San José era esa: alguien a quien la santidad le había llegado sin buscarla y sin méritos propios. Fue a partir de entonces cuando nos hicimos muy amigos. Todo ello se explica a partir de mi historia personal.

Hasta los 40 años yo había vivido en el “desierto”. Un desierto muy cómodo, el del “soltero de oro” como me calificaban mis amigos: un buen trabajo con un buen sueldo, una vivienda para mí solo,  sin compromisos ni cargas familiares, moverme libremente sin tener que dar cuenta a nadie… la situación ideal. Así llevaba yo viviendo desde hacía más de 10 años en Barcelona, cuando dejé mi Madrid natal.

Hasta que a Dios se le ocurrió poner en mi camino a Paz y decidimos casarnos. No fue una decisión fácil, pero sí rápida: nos casamos en apenas 6 meses. Fue el asombro y la incredulidad de muchos (cuando no el rechazo) porque ¿Cómo te casas a estas alturas de la vida? ¿Y con una mujer que ya ha cumplido los 40 años, que además es viuda y con dos hijas de 17 y 20 años que todavía viven con ella?  Eso puede ser un infierno ¿Y viviendo tú en Barcelona y ella en Madrid con más de 600 km de por medio, sin tener garantizado el poder vivir juntos? ¿Vas a renunciar a la vida fácil y acomodada que tienes y que es la envidia de muchos? Ese matrimonio está condenado al fracaso desde el minuto uno. Estás completamente loco.

Las dudas podrían parecerle terribles a cualquiera y valdría cualquier argumento para dar marcha atrás. Sin embargo, si has puesto el oído en el corazón de Dios, todo es distinto y afrontas el reto con serenidad y sobre todo con alegría. Así, a pesar de todos los obstáculos, decidí casarme: “sin anestesia” y con la plena seguridad de que estaba siguiendo el plan que Dios tenía preparado para nosotros.

Nihil obstat

A pesar de tener la certeza de que Dios está contigo, no todo está exento de dificultades. La primera dificultad a superar para casarme fue obtener el correspondiente consentimiento. En situaciones normales la petición de mano es una mera formalidad del novio ante los padres de la novia en un acto social.  Pero en mi caso fue totalmente diferente. En primer lugar, porque la petición de mano no se hizo ante mis suegros (que en definitiva no tenían derecho de veto ninguno) sino ante las hijas de Paz. Y ello porque en definitiva yo pretendía entrar a formar parte de una familia ya consolidada y podía poner en peligro un equilibrio ya existente. Aunque los dos nos queríamos y estábamos decididos a casarnos,  le pedí a Paz que preguntara a sus hijas cómo veían nuestro proyecto de matrimonio. Si ellas no daban el “nihil obstat” no seguiría adelante y nuestra relación se daría por terminada. Felizmente hubo “fumata blanca” y las niñas me definieron ante su madre como “un señor normal, que trabaja”. Esto último tanto nos sorprendió como nos tranquilizó.

San José, el padre que nunca fue

El primer año de casados estuvimos viviendo separados: Paz en Madrid y yo en Barcelona. Finalmente conseguí el traslado a Madrid y –por fin-  podemos vivir juntos. Entonces empieza la vida de familia “de verdad”, todos en el mismo barco: Paz y yo, ahora con las niñas. Todo un reto. Aquí resultó esencial ser consciente del lugar que ocupas en “el terreno de juego”. Soy el marido de Paz, pero no el padre de sus hijas. Pretender esto último hubiera sido usurpar la personalidad de otro y ejercer un derecho que no me correspondía. Tampoco se trataba de ser el sustituto de nadie. Mi papel era estar inquebrantablemente al lado de mi esposa, de tal manera que las niñas percibieran que nosotros dos formábamos un equipo, único e indisoluble.  Toda la adolescencia de las niñas la afrontó Paz en “primera línea”. Mi labor consistía en observar y apoyar a mi esposa en sus opiniones, consejos y decisiones para con ellas. Tengo que reconocer que no fue fácil y que no siempre lo conseguí.

Durante todo este tiempo he de decir que fue San José el que me sirvió de referente y acudí a él en infinidad de ocasiones. Su actitud en la vida fue para mí una ayuda inestimable y tengo que reconocer que fue mi guía para afrontar esta etapa de mi vida.

“Yo te bendeciré con una descendencia numerosa, como las estrellas del cielo y las arenas del mar.”

Las niñas se casaron y de sus matrimonios pronto fueron viniendo los frutos. Empecé siendo abuelo con 46 años y así todos los años pares hasta tener 7 nietos. El título de abuelo me lo otorgaron las niñas desde el primer momento y así se lo hicieron saber a sus hijos. Yo no era únicamente el marido de su madre sino que también era su abuelo. Y ellos lo asumieron con toda naturalidad, sintiéndose además muy orgullosos de ello, pues presumen ante todo el mundo de que ellos tienen 5 abuelos (4 biológicos y uno “de facto”). Así se da la paradoja (o el milagro) de ser abuelo sin haber sido padre.

De este modo hallé gracia ante Dios, que me ha regalado, como a Abraham, una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar. O al menos así lo considero yo.

Epílogo

Este testimonio no pretende en absoluto ser ejemplo de vida a tomar para nadie. La mía ha sido completamente anárquica, haciendo todo a destiempo, tomando riesgos de consecuencias incalculables y todo ello formando un cóctel para conseguir el fracaso más rotundo. Pero sí quiero manifestar el amor magnánimo y misericordioso que Dios ha tenido conmigo, glorificándose en circunstancias como las que he vivido y he sido recompensado en un ciento por uno.

sombra

Todos los artículos San José

Etiquetas: , , , , , , ,

7 Responses

  1. Concha dice:

    Querido Miguel Ángel, he vivido tu historia y al leer tu testimonio, me ha emocionado. Eres grande, porque Dios te ha pedido mucho. Siento un gran orgullo por el «abuelo de facto» que juega con sus nietos, haciéndo muñecos de calcetines, que hacen que brillen en ellos la ilusión de ser queridos e importantes para su abuelo. Sólo alguien con un corazón sencillo y humilde, puede dejar el rastro de Padre en la sombra. Y ese, eres tú. GRACIAS!!!

  2. María Jesús dice:

    Miguel Ángel, tu vida estaba incompleta hasta que Paz se puso en tu camino. El que tiene un corazón grande siempre encuentra el amor, incluso de la manera más inesperada. Me ha encantado tu historia.

  3. Gabriela de la Garza dice:

    Gracias por recordarme que no menos importante es el testimonio y el acompañamiento silencioso, en la sombra….que actúa y penetra hasta el fondo del corazón, aunque no veamos, no entendamos, no lo sintamos.

  4. Tita Ravera de Andras dice:

    Querido Miguel Ángel: me encantó, me requete encantó tu testimonio, tan vivo, tan real, tan hermoso. Muchas gracias por compartirlo y por unir tu pensamiento y tu actuar con la imagen de San José, nuestro Padre en la sombra, pero que irradia una luz que alumbrará hasta los útlimos tiempos! Un abrazo con mucho cariño y gratitud.

  5. ¡Hermoso testimonio! Un matrimonio bendecido, sin duda

  6. Rodolfo Monedero dice:

    Un testimonio desde la humildad escrito con el corazón. A menudo Dios no nos pide el camino más cómodo, sino el más inesperado. Enhorabuena Miguel Angel.

  7. Roberto Henestrosa dice:

    Que lindo testimonio, «acompañar» esa es una tarea no menos importante, que nos dejo San José. Estar en la sombra para hacer brillar!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *