Publicado el 2015-03-15 In Dilexit ecclesiam

Mons. Robert Zollitsch: Visión y puesta en marcha – la Iglesia en camino hacia el futuro (II)

Org.

«El Papa mira hacia adelante y exige que la Iglesia se ponga en marcha, porque la Palabra de Dios ‘quiere provocar este permanente dinamismo de salida’” (EG 20). Quien sólo desea mirar hacia atrás y preservar, pierde el futuro. Por eso, el Papa exige pasar “de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. Mons. Robert Zollitsch, Arzobispo emérito de Friburgo, y hasta 2013 Presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, tomó «Evangelii Gaudium» como hilo conductor para una conferencia que dio con motivo del centenario de Schoenstatt, en cooperación con la Domschule de Würzburg, el 19 de noviembre de 2014. En ella, habló sobre la visión de la Iglesia regalada y entregada a Schoenstatt, mostrándola como «una visión de la Iglesia sobre el fundamento de la imagen de Iglesia del Concilio Vaticano II y sobre el trasfondo de la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”. Schoenstatt.org se alegra de poder ofrecer esta conferencia a toda la Familia de Schoenstatt, publicándola en las próximas semanas capítulo por capítulo. Esta semana, publicamos el capitulo II: Iglesia conducida por el Espíritu Santo.

Visión y puesta en marcha

La Iglesia en camino hacia el futuro (II)

 

Conferencia del Arzobispo emérito Dr. Robert Zollitsch
con motivo del centenario de Schoenstatt,

en cooperación con la Domschule de Würzburg, el 19 de noviembre de 2014, 19.00 hrs

 

 

II Iglesia conducida por el Espíritu Santo

 

El 15 de octubre se reunieron en Friburgo 80 jóvenes corredores, con una antorcha encendida. Con ella recorrieron el camino que va entre el Valle de Pompeya, en Nápoles y la celebración jubilar en Schoenstatt. Desde el Santuario mariano en el Valle de Pompeya surgió para el fundador de Schoenstatt el impulso que lo llevó a pedirle a María, que al igual como había sucedido en Pompeya, eligiera la capilla de San Miguel en Schoenstatt, la transformara en un lugar de peregrinación que regalara arraigo a las personas, y fuerza para ser testigos de Jesucristo. Estos ochenta jóvenes corredores con antorcha querían encender nuevamente el fuego que condujo a la fundación del Movimiento de Schoenstatt. En ese momento fundacional no hubo ninguna aparición de la Santísima Virgen ni ningún otro milagro. El P. Kentenich fundó y construyó su Movimiento sondeando, buscando con la mirada los signos de los tiempos que Dios nos regala. Asumió que Dios actúa en la historia y así nos muestra su voluntad y por la fe nos permite reconocer sus inspiraciones. Al igual que el Apóstol San Pablo, el fundador de Schoenstatt estaba convencido que es Dios quien nos conduce y nos abre las puertas (cf. 1 Co 16,9; 2 Co 2,12; Col 4,3) y que se trata de descubrir la rendija abierta, en lugar de quedarse junto a ella y comenzar a dar cabezazos contra de la pared.

Quien es invitado por Dios a peregrinar hacia la ciudad prometida, tiene que estar dispuesto a dejarse conducir por Él. La teología nos dice claramente que Dios conduce y dirige a su Iglesia a través del Espíritu Santo. Y Dios es absolutamente bueno para dar sorpresas. Todos nosotros nos damos cuenta cuánto persistimos en aquello a lo que estamos acostumbrados, y lo difícil que nos resulta aventurarnos en algo nuevo o en algo a lo que no estamos acostumbrados. Quien quiera dejarse conducir por Dios, por su Espíritu Santo, requiere de una elevada sensibilidad espiritual para no confundir una idea propia con una inspiración del Espíritu Santo. El caminar juntos como peregrinos exige un oído activo y sensible, un escuchar, una escucha del uno al otro, una atenta percepción del otro y de todo aquello que vive en él. Pero sobre todo, un buscar juntos con la mirada a Dios y un escucharlo con humildad. Para esto necesitamos oídos dispuestos a escuchar, un corazón sensible y un agudo sentido para el mensaje del Evangelio, para los signos del tiempo y para las preguntas y esperanzas de las personas. El filósofo de religión de Friburgo, Bernhard Welte, escribió una profunda observación, válida hasta hoy: “Es una gracia encontrar a una persona que verdaderamente posea el arte de saber escuchar. Sí, gradualmente uno llega al convencimiento que el saber escuchar bien es un arte mayor al de saber hablar bien.”[1]

La sensibilidad para Dios exige igualmente una sensibilidad para las personas. Sí, pienso que al escuchar a las personas podemos ejercitarnos en el escuchar a Dios y vivirlo cada día. La opción del Papa Francisco y junto con él, la opción de la Iglesia por las personas, es una opción clara por escucharlos. Entonces percibimos que buscan su salvación; percibimos cómo alcanzan sus límites (tanto corporales como mentales y morales). Escuchamos cómo esperan no fracasar al experimentar dichos límites; cómo anhelan salir de sus estrecheces. Nos enteramos cómo anhelan la vida que Dios les regalará desde el más allá de su luz.

El Papa Francisco exige que los evangelizadores, siguiendo el ejemplo de Jesús que se hizo uno de nosotros, se identifiquen de tal modo con los destinatarios del mensaje que transmiten, que lleguen a tener “olor a oveja”. (EG 24) De esta forma, el Obispo no solo debe preceder a los creyentes para mostrarles el camino; en ocasiones estará en medio de ellos, para hacerles experimentar la cercanía misericordiosa de Dios; y en algunas ocasiones “deberá caminar detrás del pueblo” porque el rebaño mismo posee un olfato especial para encontrar nuevos caminos. (EG 21) El Papa desea que tomemos en serio el antiguo adagio: “vox populi vox Dei“. „Una comunión dinámica, abierta y misionera tendrá que procurar un “diálogo pastoral”. (EG 31) El Papa afirma: “Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios”. (EG 272) Se trata de “poner un oído en el pueblo para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar”. (EG 154) Una “cultura del encuentro”, como dice el Papa Francisco,[2] exige pasar de una Iglesia que solo enseña, a una Iglesia que escucha. Así lo expresa también el Sínodo Extraordinario de Obispos sobre “Las exigencias pastorales de la familia”, en su Relatio Nr. 3, al hablar, basándose en el Papa Francisco, de una doble obligación de escuchar: “escuchar tanto los signos de Dios como los de la historia de los hombres.” Escuchando, buscar con la mirada a Dios y, con esta actitud, dirigirse a la persona. Éste es el camino de una Iglesia que se orienta por María, que como esclava del Señor, no solo escucha con sus oídos, sino también con el corazón. Así es toda oídos. Igualmente el evangelista San Lucas sostiene dos veces: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.” (Lc 2,19.51) Y “María sabe”, dice el Papa Francisco, “reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. … Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización.” (EG 288) Ya que “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María.” (EG 284)

Ella nos estimula a escuchar y nos ayuda a hacerlo. Vivimos en una época bulliciosa, llena de ruidos y muchas palabras. Walk-man y los teléfonos celulares amenazan con secuestrarnos. Así, todos practicamos el ‘hablar mucho’, el desconectarnos interiormente y el pasar por alto. Un proverbio árabe dice: “Existen diez mandamientos de la sabiduría. Nueve veces: ¡Calla! Y como décimo: ¡Habla poco!” En el silencio y en el recogimiento del guardar silencio podemos ejercitarnos en escuchar con el corazón y así también vislumbrar lo que no se puede expresar con palabras. En una de sus “historias jasídicas”, Martin Buber relata sobre dos hombres que caminan juntos. Uno de ellos habla sin cesar, mientras que el otro lo acompaña en silencio, hasta que de pronto interrumpe al que habla con la pregunta: ¿Sabes lo que me aflige? A lo que el primero contesta: ¡Cómo habría de saberlo, si tú no dices nada! Y la respuesta del segundo: Amar es saber lo que aflige al otro.

Algo que sorprende a muchos es que el Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, hable repetidamente de ternura.[3] Según sus propias palabras, ella pertenece al “estilo mariano en la actividad misionera de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura.” (EG 288) Los que se aman no requieren de muchas palabras. Sienten lo que mueve al otro, lo que necesita, lo que anhela.


[1] Bernhard Welte, Acerca del correcto escuchar, en: Preguntas de una academia“, Freiburg 1981

[2] El Papa Francisco el 25 de octubre en el encuentro con los peregrinos de Schoenstatt en Roma

[3] Cf. EG 88; 270; 274; 279; 286; 288

Original: alemán. Traducción: Ventura Torres, Santiago, Chile

CAPITULO I: La Iglesia en un mundo que no es el suyo

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