Publicado el 2020-05-13 In Alianza de Amor Solidaria en tiempos de Coronavirus, Iglesia - Francisco - Movimientos

Fátima: Dos pandemias en 103 años

PORTUGAL, Lena Castro Valente •

En los 103 años desde las apariciones de Nuestra Señora a los pastorcitos en Fátima, dos pandemias se extendieron y sembraron el miedo, el terror, el hambre y la incertidumbre en todo el mundo.—

La primera fue la terrible neumonía que de 1918 a 1919 aniquiló 20 millones de personas, mucho más que las muertes causadas por la devastadora Gran Guerra (1914-1918) en la cual fallecieron 8 millones de personas.

Dos de las víctimas de esta terrible pandemia fueron los propios pastorcitos (San Francisco Marto – 4 de abril de 1919 – y Santa Jacinta Marto – 20 de febrero de 1920). Fue una pandemia que atacó a los mismos instrumentos elegidos para difundir el mensaje de la Virgen María.

 

 

Cien años después

La humanidad vuelve a vivir una pandemia. Nosotros, cien años después, estamos viviendo en carne propia los efectos lacerantes y devastadores –miedo, terror, hambre, una economía destruida, incertidumbre sobre el futuro (¿qué futuro?) que experimentaron nuestros antepasados.

Por esta causa, el cardenal monseñor António Marto (obispo de Leiria-Fátima) decidió con gran dolor de corazón cerrar el Santuario de Fátima y todo su recinto a los peregrinos y celebrar los 103 años de las apariciones a puertas cerradas.

Jamás había sucedido en 103 años.

Portugal en mayo: todos los caminos van a Fátima.

Este año no habrá peregrinaciones a pie (ni ninguna otra). A principios de mayo, los portugueses hacen el camino y, entre rosarios y cantos, llegan a Fátima. Yo misma, que este año alcanzo un cuarto de siglo de peregrinaciones a Fátima, estoy en casa, con un gran dolor de corazón, tal como se siente el obispo de Leiria-Fátima.

En lugar de caminar, escribo este breve artículo para compartir con ustedes esta angustia de no poder ir, por mis propios pies, al encuentro de la querida Nuestra Señora del Rosario de Fátima en su santuario. En lugar de eso, gracias a Zoom, me reúno con mis compañeros habituales a las nueve y media de la noche para rezar el rosario y cantar a Nuestra Madre. Es mejor que nada, pero un consuelo débil.

 

Las misas al aire libre, sentados en fardos de paja

Los campos colmados de amapolas, margaritas y rosas silvestres y el vuelo de las cigüeñas…

Este año no veré los campos llenos de amapolas, margaritas y rosas silvestres y el vuelo de las cigüeñas… no intercambiaré sonrisas y carcajadas con mis compañeros de senderismo… no tendré misas al aire libre en medio del campo… no rezaré rosarios sin fin, porque todos mis días están vacíos de mis deberes habituales… no me acostaré en el suelo descansando al sol o a la sombra de los viñedos… no me arrodillaré frente a la Capilla de las apariciones para rezar el rosario de llegada… y no abrazaré ni seré abrazada en esa alegría de la llegada en comunidad (nadie se salva solo) después de una fantástica semana de ayuda mutua en la que el cielo toca la tierra y la hace fecunda en esperanza, amor y fraternidad.

Que esa pena y sacrificio que ofrezco para el capital de gracias, traiga al mundo entero todo lo que necesita en este momento.

 

La capilla de la quinta del Castillo, donde siempre celebramos las misas en los días 10 de mayo al aire libre

 

Original: Portugués; traducción: Carmen M. Rogers, Santiago de Chile/ce

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1 Responses

  1. Gracias, Lena. ¡Cuántas renuncias en este tiempo de pandemia! Consuela saber que nuestros aportes al capital de gracias fluyen de un santuario hogar a otro y al santuario filial y al santuario original. Y desde allí fluyen de nuevo y se distribuyen, según Dios decide. De otra manera, esto es difícil de soportar.

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