Publicado el 2015-08-15 In Iglesia - Francisco - Movimientos

¡Vivir el Encuentro!

BOLIVIA/LATINOAMÉRICA, Testimonio de dos jóvenes militantes que participaron del encuentro de los Movimientos populares en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, junto al Papa Francisco, Evelina Kloster y Nadia Bilat (Generación Francisco) •

Desde el primer momento, el encuentro con personas de lugares distintos de nuestra Argentina y del mundo, comenzó a maravillarnos. Conocer una a una sus historias de lucha por la dignidad, hacia que las distancias desaparezcan y nuestros caminos se empalmen.

Con muchos de ellos tuvimos tiempo de conversar y compartir nuestras historias, pero no con tantos otros, con quienes solo nos pudimos cruzar en un pasillo, en una calle, en una mesa, aunque bastó una mirada, un gesto, una sonrisa, para sentir la unidad. “La ansiedad de estar cerca de Francisco fue colmada de rostros, de nombres, de historias, que superaron todas y cada una de mis expectativas.” (Nadia)

Esa idea de la unidad latinoamericana que con tanta fuerza y convicción sostuvimos desde siempre en todas nuestras actividades, empezaba a llenarse de realidad.

Entrando al salón donde viviríamos los tres días de encuentro, “el sonar de “Latinoamérica” de “Calle 13” hizo que el corazón latiera más fuerte, que la emoción se exprese a través de un conjunto de lágrimas que brotaron desde mis ojos. Cuántas sensaciones juntas, cuánta historia, lucha y sentimientos que se transmitieron… Simplemente todo ese momento se resume en la estrofa de la canción que dice “Vamos caminando, aquí se respira lucha. Vamos caminando, aquí estamos de pie. ¡Qué viva la América!” (Evelina)

En esta intención de encontrarnos con nuestros hermanos, también hubo lugar para el fútbol que permitió compartir momentos muy gratos durante el encuentro. ¡Qué sería de la vida sin fútbol!, con un picadito por noche nos fuimos conociendo con distintos compañeros y compañeras de nuestra querida Latinoamérica.

Durante los tres días fuimos disfrutando de los paneles que claramente tenían que ver con: tierra, techo y trabajo. Las experiencias de los compañeros de las distintas organizaciones hicieron que la piel se erice una vez más.

Durante el trabajo en comisiones pudimos compartir nuestras experiencias que nos demostraron que a pesar de las distancias y las diferencias culturales, sociales y políticas, compartimos las problemáticas y los sueños que como pueblo tenemos en relación a estos tres derechos humanos fundamentales.

Y para terminar, o para terminar este comienzo, Francisco.

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“Estar ahí, frente al Papa y todos esos dirigentes, dignos de admiración, era un momento que aunque no entendiera del todo, sentía que sería uno de los más importantes de mi vida y claramente esto tenía que ver con mi vocación y con la misión que juntos podríamos abrazar ese día.

Alguna vez, cuando apenas podía razonar por mi corta edad, sentí que el dolor de los pobres me dolía tanto que no podría ser feliz si ellos no lo eran. Eso me llevó a encontrar mi vocación en el servicio, que me condujo a trabajar social y políticamente. Y escuchar a Francisco sostener con tanta fuerza y radicalidad su sueño, que es igual al mío y al de tantos hombres y mujeres en el mundo, es por lo menos extraordinario.” (Nadia)

Al medio día, el pedacito de pueblo presente tomo las calles de Santa Cruz de la Sierra para adueñarse de las mismas aunque sea por unas horas y contagiar de lucha a todos los habitantes de la ciudad y de Bolivia a través de las cámaras de los canales de Televisión y los fotógrafos de los distintos diarios.

Los cánticos de “Mar para Bolivia, Malvinas Argentinas”, “Sin poder popular, no hay justicia social” sonaban como una sola garganta muy poderosa. Los militantes levantaban las banderas de sus organizaciones y de sus países; se vivía un gran clima de fiesta.

En las palabras del Papa hubo un contenido muy profundo del pueblo latinoamericano, de sus necesidades, de sus padecimientos y de su religiosidad como también de su militancia y lucha diaria.

“Fue quizás el discurso más hermoso que he escuchado, con una interpelación directa al corazón de cada una de las personas que estábamos presentes, provocando un llanto en muchas cuando reafirmó que los movimientos populares no deben achicarse a la hora de proponer un cambio social, y de que son los encargados por ser simplemente poetas sociales y contener una solidaridad, que es un modo de hacer historia. Ese viento de esperanza de que otro mundo sea posible abrazó mi corazón. Ese viento calmó la sed con la que partí, calmó la desesperanza que muchas veces nos transmiten haciéndonos creer que no podemos cambiar nada, avivó la ilusión y más que la ilusión, me demostró, nos demostró a todas las personas que estábamos ahí cuán importante es creer en que todos juntos podemos. ¡Si juntos nos proponemos un cambio que tenga como objetivo una economía al servicio de los pueblos, la paz de los pueblos y el cuidado de la madre tierra podemos lograrlo, podemos hacerlo!” (Evelina)

Sobre las palabras del Santo Padre podríamos escribir horas, ya que cada una de ellas es parte de una concepción sobre el mundo que admite un análisis minucioso para comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos como humanidad.

Él denunció con énfasis las mismas o más cosas que los pueblos denunciaron durante los tres días de encuentro. El Papa Francisco demandó los cambios que con dolor habían sido reclamados por nuestros hermanos. Pero fue más allá una vez más, y nos propuso un camino muy concreto por donde transitar el cambio y unas cuantas claves para hacerlo, destacando una que no defrauda nunca, “la esperanza”.

Como no podía ser de otra manera, Francisco volvió a tocar miles de corazones, corazones militantes, corazones comprometidos con el bien común y la justicia social, pero muchos de ellos quizás un tanto enojados o alejados de Dios por las cuestiones del mundo. Fue maravilloso ver y oír a estas personas que una hora antes habían recibido al Papa con cierto cariño pero también con desconfianza y distancia, totalmente emocionados y anunciando con alegría que “el Papa nos corrió por izquierda”, derribando aquel prejuicio de que solo nos propone “cambiar algo para que nada cambie”.

Lo que hasta ahora puedo comprender de aquello que Francisco nos dijo esa tarde, a nosotros y al mundo, es como mínimo algo parecido a un vendaval de esperanza, y sí, de esa misma que no defrauda. (Nadia)

Texto completo de la conferencia del Papa Francisco

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