Publicado el 2015-03-23 In Iglesia - Francisco - Movimientos

María de la Alianza, artífice de encuentros

por Padre Alexandre Awi Mello.

Cuando escuchamos las palabras del Papa Francisco es imposible no pensar en la cultura de la Alianza que Schoenstatt quiere gestar en el mundo de hoy, como una expresión de nuestro carisma. En 2009, la Familia Internacional de Schoenstatt se reunió para comenzar la preparación de su centenario. En la ocasión, los representantes de los 32 países presentes formularon el «Mensaje de la Conferencia de 2014,» que establece: «La Alianza de Amor es capaz de gestar una cultura que puede responder a las necesidades de la época en todos los ámbitos de la vida.»

En todos los ámbitos significa: en la familia, en el trabajo, en la iglesia, en el movimiento, en la sociedad. En otras palabras, nuestra Alianza de Amor con María nos lleva a construir una cultura que nos rodea marcados por la alianza con Dios, los hombres y el mundo. El aporte de Schoenstatt a la Iglesia y al mundo es una Alianza de Amor que se expresa culturalmente.

Es la misión cultural de Schoenstatt para los próximos siglos, para los nuevos tiempos de la historia como nos enseñaba el Padre Kentenich.

La categoría alianza tiene una dimensión bíblica e histórico-salvífica. Es nada menos que la palabra elegida por Dios para expresar su relación de amor con el ser humano. Para revelarse y manifestar su plan de amor y de salvación para el hombre alejado de Él por el pecado, Dios decidió sellar una alianza. En primer lugar a través de Noé (Génesis 9: 9), entonces por Abraham y los patriarcas de Israel (cf. Gen 17: 7; Ex 2, 24). A pesar de la infidelidad del hombre, Yahvé siempre reafirmó la alianza, como lo hizo a través de Moisés (cf. Ex 6, 5) y de todos los profetas.

El Dios de la Alianza es el Dios cercano, de amor y de fidelidad, que va al encuentro de su pueblo, el Emmanuel, «Dios con nosotros». El pedía al pueblo vivir de acuerdo con esa alianza, que tuviese un estilo de vida, una cultura marcada por la alianza. Como eso no ocurrió, Dios se encarnó a fin de sellar una «alianza nueva y eterna» por medio de la sangre de Cristo (cf. 1 Co 11, 25) y enseñar a los hombres que se amasen mutuamente como Él los amó (Jn 15, 12).

De acuerdo con el testimonio de la Carta a los Hebreos, por esta alianza Dios inscribe sus leyes en las mentes y corazones de los cristianos (cf. Heb 8, 10), hasta que se convierte en un estilo de vida para ellos.

Dios promueve, entonces, una cultura de alianza y de lazos de amor, que se plasma en lo concreto de la vida cotidiana de las personas y las comunidades. Se manifiesta también en el sector público y la vida social: la economía, la política, la comunicación, la educación, etc. Todos estos son campos que pueden ser fecundados por las relaciones de la alianza, el diálogo, la solidaridad y el amor, pues influyen en la cultura, la expresan y la conforman.

Cuando el 18 de octubre de 1914, Dios tomó nuevamente la iniciativa de invitar a la humanidad, con el carisma del Padre Kentenich, para renovar su alianza con Él a través de la Alianza de Amor con María, estaba reforzando el mismo objetivo que siempre persiguió: la cultura del amor, marcado por las relaciones de alianza con Él y los hombres entre sí.

También hay que destacar el valor antropológico de la categoría alianza. En un sentido amplio, ella tiene un potencial cultural fundamental porque implica muchos elementos antropológicos relevantes. Y uno de ellos es precisamente lo que está en la «categoría de Pastoral» tan promovida por el Papa Francisco: el encuentro. Una alianza implica un encuentro entre dos o más personas que se entregan mutuamente a partir de las dos dimensiones de la identidad y la relación. Hay un sujeto (original y único) que entra en una relación con otro. Además, para entrar en la alianza debe actuar libremente (tomar una decisión y hacer una elección) y, al mismo tiempo, hacerlo con compromiso y responsabilidad.

Alianza desde un punto de vista humano, implica también la reciprocidad con los derechos y deberes mutuos. Cuando esta alianza es «de amor» trasciende las meras categorías jurídicas, es decir, conduce a la relación recíproca con profundos vínculos con una solidaridad que es una comunidad de corazones y destinos. Por ello, la cultura de la alianza de amor, es la cultura de los vínculos.

Encuentro de Schoenstatt y Francisco

Lo que el Papa Francisco expresa con la cultura del encuentro, va «al encuentro» – vale la pena el juego de palabras – lo que llamamos cultura de alianza en Schoenstatt. En mi opinión, la categoría de alianza es teológicamente más profunda, rica y amplia. Encuentro, puede ser una palabra más comprensible para el público en general, y con todo, corre el peligro de no ser tomada con toda la profundidad que le da Francisco.

Para el Papa, encuentro es una realidad con gran relevancia teológica. Básicamente, la misma de la categoría alianza. La creación del hombre y la mujer se caracteriza por la iniciativa de Dios, que quiere estar con los seres humanos en un encuentro libre del amor. A su vez, el hombre pasa su vida buscando un encuentro más pleno con Dios y sólo en ese encuentro se realiza plenamente, de acuerdo con las reflexiones de San Agustín en el comienzo del libro de las Confesiones. En la espiritualidad cristiana, el encuentro de amor con Dios lleva al encuentro de amor con su hermano y viceversa. El amor lleva la relación de reciprocidad a profundos lazos, y a una solidaridad que es una comunidad de corazones y destinos.

El pensamiento de Francisco sigue las indicaciones de su predecesor, el Papa Benedicto XVI, para quien «en el inicio de ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte y con ello el rumbo decisivo» (Deus caritas est, n. 1). El reto que Francisco nos invita a enfrentar es el de generar una cultura de la solidaridad en el mundo actual, de fecundar la cultura actual con experiencias de encuentro. Esto implica la promoción de un estilo de vida, con las formas, las costumbres, el idioma, las tradiciones y los símbolos que marquen durante siglos esta cultura.

Por lo tanto, llámese cultura del encuentro o cultura del alianza, nuestro reto es el mismo: fecundar la cultura actual con las relaciones de amor, vínculos profundos, por los cuales los corazones se encuentren con Dios y entre sí, se sientan en alianza mutua y en alianza con Dios.

María de la Alianza, artífice de encuentros

Por experiencia y carisma, Schoenstatt sabe que la mejor manera de generar esta cultura:

María, lugar privilegiado de encuentro entre Dios y la humanidad. El Documento de Puebla habla de la importancia cultural de María: La «Iglesia, con nueva claridad y la decisión de querer evangelizar a fondo, en la raíz, en la cultura del pueblo se vuelve a María para que el Evangelio se haga más carne, más corazón de América Latina «(n. 303).

La presencia de María en los corazones de la gente y la historia de los pueblos ha generado una experiencia de encuentro, ayudando a los hombres a sentirse en familia. Se crea así una cultura del encuentro, de alianza, de comunión, como afirma el Documento de Aparecida, firmado por Bergoglio: «Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en torno a una madre que da el » alma » la ternura y la vida familiar. María, Madre de la Iglesia, así como modelo y paradigma de la humanidad, es artífice de comunión «(DA 268).

Al igual que en Schoenstatt, Aparecida sigue insistiendo en el papel educativo de María en este proceso de transmisión cultural, tan propia de una madre: «[Ella] crea comunión y educa para un estilo de vida compartida y solidaria, en la fraternidad, en la atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud de acogida, lo que la convierte en «casa y escuela de comunión» y el espacio espiritual que prepara para la misión. «(DA 272) Por lo tanto María «es la presencia materna indispensable y decisiva en la gestación de un pueblo de hijos y hermanos, discípulos y misioneros de su Hijo» (DA 524).

Que María, artífice de encuentro y alianza ayude a seguir la voz de la Iglesia y el testimonio del Papa Francisco, colaborando en la construcción de la civilización del amor. Y los hombres y mujeres que, en Schoenstatt, sellan y en los próximos siglos sellarán su Alianza de Amor con María puedan seguir colaborando con ella en el cumplimiento de Su misión.

Fuente: Diario Tabor em Páginas (n° 89)

 

Idioma Original: Portugués. Traducción: Kikito Vazquez, Asunción – Paraguay

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Fonte: Revista Tabor em Páginas (nº 89)

 

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